Dos realidades son evidentes en nuestro mundo actual: la relevancia de una buena convivencia social en sociedades muy diversas e interculturales, junto con el medio más necesario y exigente para conseguirlo, como es la capacidad de diálogo.
Cristina Inogés Sanz, teóloga, es miembro del concilio universal (2021-2024) sobre la Sinodalidad, con voz y voto en todos los temas.
Por primera vez en semejantes congresos internacionales, todas las personas y pueblos, de cualquier país, cultura y religión del globo, han podido participar.
El papa Francisco quiere alejar de cualquier filosofía y religión todo lo que significa machismo, privilegios y autoritarismo, para centrar nuestra atención sobre quienes habitan los márgenes y las periferias de las sociedades y de la vida.
Sinodalidad, significa «caminar juntos», y nos muestra lo importante que es escucharnos mutuamente, dejando los prejuicios a un lado, para ser capaces de incorporar a la práctica de nuestra vida diaria la presencia y las voces de quienes durante siglos han estado en los márgenes, las periferias y hasta fuera de la sociedad.
En la Asamblea global de jóvenes de Lisboa, en agosto de 2023, el papa insistió en que en la Iglesia y en nuestras sociedades y pueblos, caben «¡todos, todos, todos!». No dejaba de ser otra forma más de insistir en que nadie debe estar –y menos permanecer– en los márgenes, las periferias o, incluso, las fronteras de nuestra sociedad.
En los márgenes, sobre todo, viven los jóvenes, sin empleo y oportunidades, también los migrantes, muchas veces llegados a nuestras ciudades desde muy lejos, pero algunas veces desde nuestro propio país, las mujeres abusadas, los ancianos en la soledad y algunos grupos y comunidades marginadas, como LGTBIQ.
Nadie puede pretender vivir en solitario pues somos seres sociales llamados a vivir en relación con otras personas. Todos necesitamos una relación de corazón, de intimidad, de empatía, de ser con y para los otros.
La Mesa del mundo es planetaria y para todos. Esta convivencia exige una escucha mutua, respetuosa y constante. La escucha debe convertirse en un estilo de vida y de diálogo para que todos podamos tomar parte en los procesos de decisión.
Si algo nos sorprende cuando seguimos la mayoría de encuentros y mesas redondas es la falta de escucha mutua y, por tanto, de diálogo. Con excesiva frecuencia falta hasta el mínimo respeto mutuo.
El mero hecho de vivir y trabajar juntos no garantiza ese diálogo respetuoso que es fundamental para construir toda convivencia social que sea justa, pacífica y atractiva. Incluso dentro de las familias y en comunidades religiosas encontramos, con excesiva frecuencia, una falta de escucha y de diálogo respetuoso, y hasta un excesivo autoritarismo.
Nunca habíamos estado los pueblos tan conectados técnicamente y sin embargo, nos cuesta aprender a escucharnos mutuamente con respeto y empatía, incluso en nuestras comunidades religiosas, para garantizar un diálogo constructivo y una cooperación eficaz y transformadora en una convivencia y cooperación armoniosa.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM