Con los pies en Nigeria, por María Rodríguez

27/05/2015 | Bitácora africana

Cuando estuve en Diffa, sur de Níger (del 14 al 20 de mayo), para después contaros la realidad que viven las miles de personas que han huido a Boko Haram me hablaron de un puente. El puente, el puente. Escuchaba hablar de él todo el rato. Según me contaban, se trata del único puente que hay para cruzar el río que separa Níger y Nigeria en esa zona y por donde el grupo yihadista intentó entrar el pasado 6 de febrero. Ese día Boko Haram atacaba en Níger a la misma hora también en la ciudad de Bosso (a unos 100 km al este, cerca del lago Chad).

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De tanto escuchar hablar del puente me pareció necesario ir a conocerlo, me picó la curiosidad de conocer el lugar donde se había desarrollado aquella batalla, para luego describiros que es un puente pequeño, de barandilla verde de no más de ¿diez metros? No sabría decirlo y no conté los pasos. Es por ello que pedí a los militares que me llevaran a ver el puente. Y el alto representante del ejército en la región de Diffa aceptó.

Comí con los militares en el cuartel. Fue mi mejor comida en Diffa tengo que decirlo. Ese día tenía ganas de carne a la brasa y justo eso comían ellos. “Come más”, me decían entre bromas y risas. Pero se me ha achicado el estómago y no entra mucho. Si estás de un lado para otro no siempre comes a los horarios que todos conocemos y si tienes hambre no te queda otra que aguantarte. Además hay algo que he aprendido en África y es que: cuando veas comida aunque no tengas hambre come porque no sabes cuándo volverás a comer. Esto sólo en caso de que andes dando tumbos de un lado para otro, claro, si no tienes asegurada la comida en África.

“Yo no como poco, son ustedes los que comen demasiado”, les dije a los militares. ¡Vaya platos inmensos! ¡De verás! “Tenemos que estar preparados, trabajamos más de 20 horas diarias, tenemos que estar fuertes”, me decían. Me contaban que así tenían reservas para cuando no podían comer y me decían que yo debería hacer lo mismo. “Mira lo delgada que estás. No tienes reservas”, se divertían. Y es cierto, ahora que lo pienso.

Para ir al puente me dieron un casco y un chaleco antibalas. “¿Aguantaré el peso del chaleco?”, le dije al coronel mayor mientras lo sujetaba para colocármelo. “¡Por eso te hemos dicho que tienes que comer!”.

La distancia entre la ciudad de Diffa y el puente son 6 kilómetros. Es un camino con curvas, lleno de árboles, arbustos y campos de cultivo. Cuando sales de la ciudad ya no hay gente, sólo militares en cualquier parte asegurando que nadie pueda llegar desde ese lugar a Diffa. Es una zona donde se respira tranquilidad, donde si no te lo contaran no podrías imaginar que hace meses se libró una batalla contra los hombres de Boko Haram. Hay quienes hablan de decenas, otros de cientos, otros de miles. No sé a quién creer.
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Una vez llegamos al puente (que no fueron más de 10 minutos escoltada por militares que se estaban tomando muy en serio su misión de llevarme hasta la zona) el jefe en el lugar me ofreció cruzar el puente. Delante de nosotros dos coches armados con una decena de militares cada uno y otros a pie comprobaban que el lugar estaba tranquilo y seguro. Avistaban a los lejos, paseaban por la zona. “Si cruzas el puente pisarás Nigeria”, me dijo este militar. Una tentación.

Yo quise ir a Nigeria un par de veces ya y las dos veces no pudo ser. En la primera ocasión quería basarme en Abuja (capital) o Lagos (capital económica) como periodista freelance pero el coste de vida es altísimo. En la segunda ocasión quise ir para cubrir las elecciones presidenciales de este año pero me denegaron el visado… Una pena en ambas ocasiones porque Nigeria es un país lleno de Historia, de historias debajo de las piedras, detrás de los árboles, en cada acera, pueblo, carretera y edificio gigantesco. Es por ello que pensé que no podía desaprovechar esta oportunidad aunque fuera más simbólica que otra cosa. “¿Es seguro?”, le pregunté. “Sí, sino no te dejaría que cruzaras”, me respondió sonriente.

En estos casos tienes que decidir si te fías o no de la persona que te está contando esto y tienes que decidir rápido. A una se le pasan en unos instantes muchas cosas por la cabeza. Entre ellas, a ver si algún militar está hermanado con Boko Haram y aprovechan para raptarme y sacarse unos millones juntos. Pero lo que más necesita el ejército de Níger ahora es credibilidad, mostrar que son capaces de defender a su pueblo y sus fronteras y qué mejor que mostrarme que controlan esa zona que invitándome a cruzar al otro lado, a Nigeria. BokoHaramia para ellos pues es una zona que no controla la República Federal de Nigeria. Pero para mí sigue siendo Nigeria.

“Ahí está la aduana de Nigeria”, me dijo el militar. “¿Y hay alguien?”, pregunté estúpidamente e imaginándome al mismo tiempo a un yihadista en la pequeña caseta.

Desde que Boko Haram atacara los pueblos que hay tras esta frontera y en ese mismo lugar, el acceso a Nigeria desde aquí no necesita visado ni permiso. Pero tampoco hay nadie que tenga interés en ir al otro lado a vivir en la inseguridad. Sin embargo, aquel día, en aquel momento, una friki como yo quiso poner los pies en Nigeria, aunque no haya ni sello ni visado en el pasaporte que lo demuestren.

Original en : Cuentos Para Julia

Autor

  • Rodríguez González, María

    "María Rodríguez nació en 1989 en Baza (Granada). Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Málaga y realizó el Master en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos en la Universidad Autónoma de Madrid. En noviembre de 2014 se marchó a Burkina Faso para comenzar a hacer periodismo freelance y desde entonces recorre los países de África occidental para intentar comprender y acercar esta parte del continente. Autora del blog Cuentos para Julia, donde escribe sobre África, sus experiencias y reflexiones, colabora con varios medios de comunicación como El Mundo, Mundo Negro y El Comercio (Perú), entre otros"

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