Chissano: Zen y el arte de la diplomacia

8/11/2007 | Opinión

Atribuyámoslo al yoga que practica, pero un sublime zen rodea al antiguo presidente mozambiqueño, Joaquim Chissano. La única fisura en su aura aparece cuando nos encontrábamos en el ascensor del hotel, al finalizar su entrevista: “bueno, si occidente está preocupado por el historial de derechos humanos de China, como una razón para impedir el aumento de comercio con África, entonces puede que los países africanos deban reconsiderar el comercio con América, por su guerra en Irak y las torturas a sus prisioneros en Guantánamo”, afirma Chissano.
Por lo demás, el receptor del premio inaugural Mo Ibrahim por sus logros como líder en el África subsahariana, es un hombre de carácter comedido. Es un diplomático consumado.

Sobre el creciente interés económico de China en África, Chissano se muestra esperanzador, aunque cauteloso. “China es un país como cualquier otro país, ofrecen algo que les dé el máximo beneficio… pero al fin y al cabo han estado abiertos a una situación en la que todas las partes ganan. Ellos saben que están trabajando con socios más débiles económicamente hablando, así que saben cómo facilitar las cosas. Depende de los países africanos el tener cuidado y proteger el interés de los africanos”, asegura.

Según la cita del Comité del Premio Mo Ibrahim, Chissano ganó este galardón tanto por llevar a Mozambique de un conflicto violento que duraba 16 años a una democracia multipartidista y pacífica, como por el papel desempeñado en los intentos de resolución de los conflictos de la República Democrática del Congo y Uganda. También está el pequeño detalle de que no intentó modificar la constitución para permitirse a sí mismo poder presentarse a una tercera legislatura, como Presidente de Mozambique, desde entonces se le describe en diversos lugares como la antítesis del típico mandamás gobernante africano.

Chissano enfatiza que en el caso de África en general, y el Presidente Thabo Mbeki en especial, puede que no sea tan mala idea una presidencia de tres legislaturas como máximo. Él cree que Suráfrica es diferente de las democracias de Occidente, que funcionan con un modelo establecido y sólo permiten un máximo de dos legislaturas. Él ve más este país como los vecinos africanos, que están construyendo instituciones, sistemas políticos y sistemas de desarrollo, todo ello procesos que necesitan tiempo.

“por eso es por lo que digo, incluso para Suráfrica, que si la Constitución prevé permitir un tercer mandato para la presidencia, puede ser una buena idea, por ejemplo para un periodo de 25 años con ese sistema, y si las cosas son estables, entonces se puede cerrar otra vez la permisividad en la constitución”, dice. Chissano insiste en que la sucesión llega plagada de problemas, entre los que se incluye, por ejemplo, tener que resolver los errores del predecesor.

“no es lo mismo, cuando eres presidente estás al mando”, dice, en respuesta a la idea de que la vicepresidencia de Mbeki es, manifiestamente, su primera legislatura.

Mientras que Chissano se negó a ejercer un tercer mandato, destaca que antes de su elección en 1992 había servido como presidente por una periodo de seis años, tras ser elegido como sucesor del asesinado Samora Machel, en 1986. Mozambique era un estado uni-partidista en aquel momento.

Nacido en el poblado rural de Malehice, en la provincia del sur de Mozambique de Gaza, en 1939, Chissano se trasladó a Portugal en 1960 para estudiar medicina. Un año más tarde, huyendo de la policía secreta portuguesa, se marchó a Francia, donde se convirtió en presidente interino del Sindicato Nacional de Estudiantes Mozambiqueños, Unemo. Viajó a Dar es Salaam, en Tanzania, para reunirse con varios líderes del Movimiento de Liberación de Mozambique. El Frente para la Liberación de Mozambique fue fundado ese mismo año, el 25 de junio. Un año más tarde, se traslada a Dar es Salaam y es nombrado secretario privado del presidente de FRELIMO, Eduardo Mondlane, y recibió entrenamiento militar en la antigua URSS.

En el segundo congreso de FRELIMO, en la zona liberada de Niassa, al norte de Mozambique, en 1968, fue elegido miembro del comité central y jugó un papel importante en el acuerdo de Lusaka, entre el FRELIMO y el Gobierno portugués sobre la independencia de Mozambique.

A la edad de 35 dirigió el Gobierno de transición de Mozambique como Primer Ministro, antes de que se declarase la independencia, en junio de 1975. Fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en el Mozambique independiente.

Con el mundo entero en plena guerra fría, y el gobierno marxista de Mozambique bajo amenaza de los grupos contra revolucionarios, como RENAMO y las fuerzas insurgentes financiadas por el Gobierno surafricano, Chissano admite que conoce bien los efectos dañinos del conflicto. Señala que el conflicto “dramáticamente violento que tuvo lugar en Mozambique, entre 1976 y 1992”, ocasionó la pérdida de un millón de vidas humanas, la mitad de las cuales eran niños, 1,7 millones de refugiados que huían del país y cuatro millones de desplazados internos.
Esta experiencia le ha dotado para abordar la resolución de conflictos, ámbito en el que ha estado involucrado activamente desde que dejó el cargo de Presidente, en otras partes de África. “Encontrar la causa principal del conflicto mediante el diálogo” es el paso más importante para resolver el conflicto, asegura. Ha estado trabajando desde el año pasado en Uganda como enviado especial del Secretario General de la ONU para resolver uno de los más antiguos conflictos de África.

En el norte de Uganda, el Ejercito de Liberación del Señor, LRA, ha estado manteniendo una guerra desde mediados de los 80, después de que Yoweri Museveni derrocase el Gobierno del régimen de Tito Okello, de la etnia Acholi, del norte. Liderado por Joseph Kony, el LRA, apoyado por Sudán, ha estado saqueando las tierras y la población.

El Gobierno ha respondido con frustrados ataques militares y sus políticas de tierras quemadas, en un intento de destruir las provisiones para el LRA. La gente del pueblo llano ha sufrido a manos de los dos adversarios. En 2005, el Tribunal Penal Internacional, emitió una orden de arresto para Kony, para su sub comandante, Vincent Otti, y para otros líderes del LRA.

Las negociaciones comenzaron el años pasado en la ciudad del sur de Sudán, Juba. Chissano es optimista sobre la posibilidad de alcanzar una resolución. Dice que el haber puesto una fecha límite para la celebración de las conversaciones ha molestado al LRA, pero hay un cierto grado de flexibilidad en ambos bandos.

“La aceptación por ambas partes de Chissano como mediador añade un impulso al intento de reconciliación. En este sentido es un paso firme hacia delante, cuando las dos partes se ponen de acuerdo sobre el intermediario y pienso que su prestigio en África y el reciente premio Mo Ibrahim han añadido credibilidad a su persona”, explica Moloko Malakalaka, coordinador regional del Centro para el Estudio de la Violencia y la Reconciliación.

Aunque Malakalaka advierte que las peticiones para una investigación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación sobre los años de derramamiento de sangre, que podría incriminar a miembros del Gobierno, y la orden de arresto del Tribunal Penal Internacional que todavía pende sobre las cabezas de los líderes del LRA, son los principales escollos de la iniciativa.

Chissano, mientras tanto, espera que el Foro de África, una entidad compuesta por antiguos líderes africanos que él dirige, se convierta en un cuerpo más instrumental para resolver los conflictos en el continente. “El Foro de África no está compuesto por gente mágica, ni magos, sino por gente que puede tener un poco más de tiempo para viajar, para ir a lugares donde hay un conflicto, para hacer contactos y para ayudarles a encontrar soluciones. Esta gente tiene experiencia y está disponible”, sentencia.

Niren Tolsi

Artículo recogido del diario surafricano ‘Mail & Guardian’, el 5 de noviembre de 2007.

Traducido por Rosa Moro, del Departamento África de la Fundación Sur.

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