Haciendo justicia a su origen fenicio, Túnez ha sido siempre un país de comerciantes, y el zoco parte esencial de todas sus ciudades. Pero cuando llegué a ese país en 1992, hacía ya tiempo que se había iniciado la evolución hacia el comercio más impersonal de los supermercados, y sin necesidad de regatear uno podía comprar un poco de todo en los Magasin Général (consorcio privado con 48 supermercados) y los Monoprix (80 supermercados) de los núcleos urbanos. La evolución se aceleró cuando en 2001 el grupo francés Carrefour participó en la creación de “Carrefour Tunisie” (con un accionariado local mayoritario) y abrió en el barrio chic de La Marsa su primer hipermercado (9.900 m2). Le siguió, cuatro años más tarde otro de mayor tamaño (12.000m2) del también francés Géant Casino (con la participación mayoritaria en el proyecto de la sociedad tunecina Mabrouk, propietaria de los Monoprix), junto a la carretera de salida de la capital hacia el Norte. En 2019, a pesar de los problemas económicos que atraviesa Túnez, Mabrouk-Géant Casino inauguró otro hipermercado, “Azur City”, en la zona sur de la capital, mientras que Carrefour, con un segundo hipermercado en Susa, ha ido cubriendo el país con una nutrida red de supermercados más o menos grandes. Algo semejante ha sucedido en los otros países de África del Norte (especialmente en Egipto y Marruecos), que ya en 2015 contaba con 112 centros comerciales con una superficie comercial útil (SCU) de 2.856.021m2.
Dejando aparte África del Sur, que según Tripadvisor cuenta hoy con 168 grandes centros comerciales, África subsahariana no ha evolucionado tan deprisa, o al menos no lo había hecho hasta 2015, cuando contaba con tan sólo 180 centros comerciales (SCU 2.484.360m2), de los que 101 en África Oriental (SCU 1.256.822 m2). No es pues de extrañar que Euromotor International, gabinete de investigación comercial con sede en Londres, estimara ese año que había llegado la hora de lanzarse a la “conquista” de África subsahariana, “la última frontera del comercio minorista”. Ese mismo año Carrefour inició proyectos en Kenia (en partenariado con el grupo emiratí Majid Al Futtaim) y en Costa de Marfil. Sagaci Research, agencia panafricana de estudios de mercado con sede social en Nairobi, previó que para 2020 se habrían abierto más de 200 nuevos centros comerciales. Xavier Desjobert, presidente de la CFAO Retail (sucesora de la antigua “Compagnie Française d’Afrique Occidentale”), convencido de que «hay que llenar [en África Occidental] el vacío entre la creciente demanda y la falta de centros comerciales”, anunció una estrategia que se iniciaría en Abiyán pensando en ocho países de África Occidental y Central (Camerún, Congo, Costa de Marfil, Gabón, Ghana, Nigeria, RD Congo y Senegal). Algo ha fallado en esa estrategia, puesto que en la lista de las 15 primeras ciudades subsaharianas con más superficie comercial útil (excluidas las de África del Sur) publicada por Business Immo en enero de 2021, Lagos aparece en octavo lugar, y Accra en el décimo, seguida por Abuya y Abiyán.
En realidad, más que “conquistar” África subsahariana, lo que promotores y grupos comerciales intentan es atraer a la creciente clase media africana y a una juventud numerosa, cada vez más urbanita y ávida de consumir. No es tarea sencilla. El comercio subsahariano sigue siendo mayoritariamente informal. Y no parece que los urbanitas tengan la intención de abandonar los mercadillos tradicionales, en los que, según el Instituto Internacional de Investigaciones Pecuarias (ILRI), ubicado en Nairobi, todavía se compra de media el 85 % de los alimentos consumidos en una zona determinada. Para atraer a la clientela, los mayores centros comerciales han asumido convertirse en espacios de entretenimiento: se visita un centro comercial como se sale “a ver escaparates” en muchas ciudades europeas. Y para el negocio no importa, según Xavier Desjobert, que algunos visitantes hagan compras pequeñas (a menudo helados y chucherías) con tal de que lo hagan muchas veces.
Los centros comerciales están haciendo que cambien los hábitos de los consumidores, y también los de los productores, especialmente en el terreno de la alimentación. “Imposible trabajar sólo con productos importados, bastante más caros”, explica Julien Garcier, de Sagaci Research. “Hace falta productos locales de buena calidad y más baratos”. En febrero de 2003, Dave D. Weatherspoon publicó en Development Policy Review (la revista del Overseas Development Institute de Londres) un estudio sobre los efectos en el sistema de producción alimentaria, y de forma especial entre los agricultores más pobres, de la aparición en África de los grandes centros comerciales. Abastecer a un supermercado ofrece al productor grandes oportunidades, pero también enormes retos. Hay que producir más y mejor, de manera regular, a menudo especializada, y ajustándose a estándares estrictos y exigentes, que requieren a menudo instalaciones y maquinaria que el pequeño productor no puede adquirir.
Y, como ocurre a menudo en Europa, está la enorme presión económica que, para abaratar sus precios, pueden ejercer sobre los productores las grandes cadenas de supermercados. “Carrefour en Kenia: el precio de los descuentos”, fue el comentario que el periodista Charles Gitonga envió desde Nairobi a la BBC la semana pasada. En el competitivo mercado de Kenia, Carrefour, con sus 13 puntos de venta entre Nairobi y Mombasa, es una de las cadenas extranjeras mejor posicionadas. Los descuentos (“Compre 2 y lleve 3”, “Semana especial de los cosméticos”) es uno de los elementos más utilizados para atraer al cliente. Pero Carrefour, Naivas, Chandarana o la cadena sudafricana Shoprite, no pierden al hacer descuentos. Se los exigen a los productores. El pasado mes de abril, el “Tribunal de la Competencia” (CT) de Kenia condenó a Carrefour por abuso de su poder adquisitivo en su relación con Orchards Limited, productor keniata de yogures. Carrefour había estado exigiendo un 10 % de descuento en sus compras, además de un 1’25 % del montante total de compras anuales. Por desgracia, las grandes cadenas de supermercados ni se inmutaron ni dieron mayor importancia a la decisión del Tribunal. El CT impuso a Carrefour una multa de 5.000 dólares, irrisoria para una cadena con una facturación anual de 230 millones de dólares. Carrefour había perdido una batallita, pero seguía ganando su guerra. Y teniendo un poco de cuidado, valía siempre la pena exprimir al productor.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
Artículos relacionados:
– #1M2021 ¡Ahora más que nunca: trabajo decente!
– Manifiesto por una ética económica global (Sintesis)
– Cristianos por la distribución de la riqueza
– El cristoneofascismo, nueva religión
– Estrategia para un objetivo preciso: el pueblo, sujeto soberano de la democracia
– La cultura del cuidado como camino de paz
– La Encíclica “FRATELLI TUTTI” leída por un Misionero de África