Dos realidades llamaban la atención especialmente al finalizar este año 2023: una es la interculturalidad como nueva forma de vida en todos nuestros pueblos y países. La segunda realidad es nuestra dificultad para una convivencia en el respeto y la paz.
Comparto algunas reflexiones y experiencias relacionadas con el saber vivir y relacionarse hoy en la interculturalidad que nos envuelve.
Nuestra propia experiencia, como misioneros de África, de vivir en comunidades y sociedades interculturales, durante casi toda nuestra vida, nos ha humanizado y enriquecido profundamente. Creo que esta es la experiencia de la mayoría social que haya tenido el privilegio de convivir con personas y pueblos de otras culturas, razas y religiones.
La clave consiste en conocer bien la cultura, lengua y tradiciones de los pueblos y personas con las que convives y colaboras. Del conocimiento nace el aprecio mutuo y la buena convivencia.
La diversidad y la interculturalidad es y será parte de nuestra vida diaria. La mutua acogida, el respeto y aprecio mutuos no llegan por si solos o fácilmente. Exigen siempre una comunicación abierta y respetuosa, una actitud solidaria y de cuidado del otro, buscando siempre su bienestar y felicidad.
La diversidad y diferencias son un don y aprendemos a caminar juntos y diferentes, en escucha mutua y colaboración para enriquecimiento de las dos partes.
Encontramos con frecuencia algunas actitudes negativas, grupitos cerrados que dificultan con sus críticas y hasta con violencia las relaciones humanas y la convivencia. La violencia de grupos armados para saquear los recursos de África son la cara más cruel de esta falta de Humanidad.
Constatamos también el desastre de las cuatro grandes guerras de la actualidad, que delatan nuestra incapacidad para saber vivir con pueblos diferentes. A veces no parecemos ni humanos, pues se intenta destruir al otro pueblo por nuestros intereses.
A pesar de que contamos con los medios humanos, naturales y tecnológicos para satisfacer las necesidades de todos los pueblos, carecemos a veces de la voluntad y de los valores humanos necesarios para respetarnos en nuestras diferencias.
Nuestros líderes políticos y las poderosas multinacionales muestran, con excesiva frecuencia, su carencia de madurez humana, de profesionalidad y de responsabilidad para comunicarse con respeto mutuo, en justicia y para colaborar por el bien común.
La forma de tratar a los inmigrantes clama a gritos un cambio en la actitud y de comportamiento para promover una migración legal, ordenada y con acuerdos de empleo ya preparados entre los diferentes gobiernos implicados.
Promover una cultura de diálogo, de respeto mutuo y colaboración con todos para una convivencia solidaria y desarrollo sostenible es posible y enriquecedor, si queremos.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM