El caos generado a escuadra y cartabón en África atravesó el Océano Atlántico con forma de navío negrero, y atracó en los puertos de Salvador de Bahía, al noreste del Brasil. La rigidez de las fronteras en las Colonias Africanas construyó el Brasil como una torre de Babel multiétnica, con lenguas que recorrían todo el África Occidental y tradiciones ancestrales que tuvieron que atrofiar su identidad a la lengua y cultura del Imperio Portugués.
Desde el Occidente se observó con relativo interés el espectáculo de la miseria postcolonial. La triste política de normalización de la miseria se constituye en el principio de que compadecemos al prójimo en la medida que somos capaces de auxiliarlo, pues en el momento que su dolor es “insalvable”, como éste dolor humilla, optamos por ignorarlo. Se trata de una aberración de las relaciones afectivas, cuya única esperanza es la punzada del remordimiento, oculta entre las sombras de la ignorancia.
Olores y sabores africanos se mezclan hoy en día en Brasil, su viento tropical endulzó el acento de la ex–colonia en una historia de penas y alegrías. Inyectada la negritud en vena se yergue una Babel brasileña, un Brasil africano que abraza todas las nacionalidades negras en su genética.
La desconstrucción de la identidad de las sociedades africanas llevada a cabo por las potencias occidentales se encontró en el Brasil con la construcción de una nueva identidad brasileña, constituida por generaciones de africanos occidentales que al mezclarse acabaron con las fronteras trazadas con reglas por el colonialismo occidental, y los pueblos en extinción conformaron en Brasil una nueva identidad.