
Los ejemplos de politización de la economía, la educación, la sanidad, el deporte y el desarrollo son patentes cada día en la mayoría de los países del globo. Podemos observar estos procesos de politización, manipulación, invasión y control de los medios de comunicación, de la música y del deporte en la mayoría de los gobiernos del planeta.
Entonces nos olvidamos de la realidad de opresión y abandono graves que sufren numerosos países y pueblos, para fijarnos y elegir lo que nos interesa por diversas razones, políticas, económicas y estratégicas.
Así, ignoramos realidades trágicas, olvidadas y marginadas como las de las víctimas en Sudán, en la República Democrática del Congo (RDC) y en Etiopía, para fijarnos únicamente en Ucrania y Gaza.
Daniel O`Malley, jefe del Comité Internacional de la Cruz Roja en Sudán, destaca que “los números de desplazados, de muertos, de heridos de familias separadas, de detenidos son astronómicos y más incluso en Sudán, que en Gaza y Ucrania”.
Este conflicto del Sudán, norte y sur, lleva varios años aumentando su espiral de violencia, propia de una guerra civil, sostenida por diversos poderes mundiales. Pero no está en los medios de comunicación, porque no es una prioridad política o económica para los gobiernos de la UE y otros focos de poder.
Cuando anteponemos los beneficios propios de un grupo, empresa, partido o ideología a la realidad misma, a la dignidad de cada ser humano y al bien común de todos los pueblos, entonces no podemos pretender que obramos en favor de la justicia social y de los derechos humanos universales.
Necesitamos fundamentar nuestras opciones, decisiones y compromisos personales y comunitarios, sobre los principios solidos de la Justicia Social y de la ética. Todos los avances tecnológicos y digitales, especialmente de la IA, deben ser inspirados y guiados por los criterios de la ética y justicia social, para que puedan construir una sociedad más solidaria, y una familia humana donde nos cuidemos unos de otros. Los radicalismos actuales de muchos gobernantes son un peligro para la convivencia social y el desarrollo sostenible de los pueblos.
Si nos dejamos llevar por el poder y control, por lo rápido, lo popular y lo apetecible, seremos incapaces de escuchar a los demás, nos quedaremos en la superficie de la vida, sin llegar a cultivar relaciones más inclusivas y profundas y a poder enfrentarnos con serenidad y paz, a los retos que nos vaya presentando la vida.
Los antidepresivos y calmantes no son una solución duradera o real a nuestras experiencias dolorosas. La solución no está en las pastillas, sino en la capacidad personal de vivir una vida y relaciones significativas que nos llenen de vida, sentido y ánimo para saber integrar todas las experiencias de la vida, para el bien de la familia humana y del planeta.
CIDAF-UCM


