El paro, especialmente el de larga duración, la gestión partidista y los sueldos bajos son tres causas fundamentales de la precariedad laboral en muchos países, tanto en África como en Europa, y esto conduce en numerosas sociedades a una vida precaria y a una situación casi irreversible de pobreza y exclusión.
Este es el resultado de una política económica capitalista, injusta en su misma raíz, que siempre tiende a esclavizar a la mayoría social, beneficiando únicamente a las clases y partidos en el poder, sea cual sea en partido que gobierne. El control del poder y del capital es lo que manda hoy en la gobernanza de la mayor parte de los países del planeta.
Resulta sorprendente y escandaloso que, precisamente en tiempos de recesión económica y de una inflación de precios galopante para la sociedad, las grandes empresas energéticas, militares, farmacéuticas y bancos, aumenten sus beneficios.
Esto debería alertarnos y ponernos en situación de alarma para retirar todo nuestro apoyo y gasto a los imperios y empresas capitalistas que nos explotan, para agruparnos en cooperativas más centradas en el bien común y así promover una economía colaborativa y social, que busque un desarrollo sostenible, integral y ecológico.
No valen las quejas. Lo importante es tomar el poder que tenemos en la sociedad y planificar juntos la retirada del apoyo y del capital de las grandes multinacionales y bancos para organizar todos los servicios sociales necesarios (salud, educación, gestión de recursos para el desarrollo, etc.), en forma de cooperativas, abandonando así las antiguas estructuras partidistas y capitalistas.
Con el actual sistema capitalista y partidista estamos abandonando a gran parte de la sociedad, a sobrevivir en condiciones infrahumanas, mientras muchos líderes políticos y económicos viven en un lujo injusto y escandaloso.
Si no sanamos las heridas de las personas maltratadas, marginadas y excluidas, a través de una justa compensación y de oportunidades para una vida digna, no podemos hablar de humanidad, de desarrollo sostenible y menos de fraternidad.
Los poderosos seguirán oprimiendo y viviendo a costa de la mayoría, mientras la sociedad se lo permita y todos nos quedemos parados. Son siempre las personas oprimidas las únicas que pueden convertirse en pioneras de su propia liberación.
Muchos pueblos africanos y de todo el planeta se han dado cuenta de esta realidad y del camino que nos puede conducir hacia la liberación auténtica de toda opresión. En países como Burkina Faso, Malí, Sudán, Kenia, Uganda, Ruanda, Tanzania, Túnez, Irán, Rusia… se despiertan los pueblos y luchan juntos por un mayor respeto de los Derechos Humanos, de la democracia, de la justicia social y de la paz.
Es hora de despertarnos y de organizarnos para superar todo abuso de poder y de los recursos y para potenciar juntos una gestión más ética y colaborativa de los medios disponibles para garantizar una vida más digna y pacífica para todos.
[CIDAF-UCM]