Afroasiáticos

26/03/2020 | Opinión

Dejé África Oriental en 1985 y desde diciembre de 1992 no he visitado el cono Sur de África. En ambas regiones existían entonces comunidades de indios y pakistaníes. Se dedicaban sobre todo a la industria y al comercio. Pero no recuerdo haber encontrado matrimonios mixtos afroasiáticos. Por eso mismo me llamó la atención un artículo reciente en la página web de la BBC, “Blasian love: The day we introduced our Black and Asian families”, acerca de una pareja sudafricana, Tumelo e Ithra, negro él, india ella. Así que me puse a navegar por la red, y encontré una página de la AAOP (Asian American Organizing Project para “promover la participación democrática de los asiáticos americanos y los isleños del Pacífico para una sociedad equitativa y justa”) titulada “14 Amazing Blasian Celebrities You Should Know”. Entre los 14 famosos aparecían Natasha Shanta Reid, rapera coreana-estadounidense, más conocida como Yoon Mi Rae; el cantante y actor filipino Allan Pineda Lindo, con el extraño nombre artístico “Apl.de.ap”; y la bella, temperamental y generosa británica Naomi Campbell. Me defiendo en inglés, pero nunca había escuchado la palabra “blasian”. Y aunque el contexto parecía aclararla, preferí consultar el Urban Dictionary: “Mezcla de ascendencia africana y asiática. Técnicamente afroasiático, pero el término ‘blasian’ [black-asian] se ha hecho popular”. Y así es: Natasha Shanta Reid es “blasian” porque es nacida de madre surcoreana y padre afroamericano. También Allan Pineda Lindo que tiene ascendencia afrofilipina. A su vez, la madre de Naomi Campbell es jamaicana (su madre nunca le ha dicho quién era su padre), hija de chino-jamaicano.

denyce-marie_lawton_corea_sur_blasian.jpgPuede que haya afroasiáticos famosos, especialmente en USA y UK, como la actriz y modelo Denise-Marie Lawton, hija de padre afroamericano y madre coreana. Pero si la BBC dedicó tiempo y espacio a un matrimonio “blasiano” sudafricano es porque en este país, en donde ya durante el apartheid los “coloured” (negro y blanco) eran numerosos, los afroasiáticos siguen siendo poco frecuentes. Tumelo e Ithra se conocieron en la Facultad de Medicina de la Wits University de Johannesburgo. Pero “entre los trescientos alumnos, éramos la única pareja blasiana”, explica Ithra. Con la excepción de los países-islas como Madagascar (población austronesia con 30% de ascendencia africana), Seychelles (70% afroasiáticos), Reunión (población extremadamente mixta con un 27% de ascendencia asiática) o Mauricio (3% sinomauricianos), esa misma poquedad de “blasianos” se da en el resto del continente africano, incluso en Uganda, Tanzania y Kenia, países con una importante población de origen asiático.

Hay sin embargo algunas curiosas y diminutas excepciones. En el siglo XIX llegaron a Fernando Po, partiendo de Macao, medio millar de trabajadores y siervos chinos y algunos indios. Unos pocos permanecieron en la isla tras terminar su contrato y se mezclaron con la población local. Uno de los de origen indio fue Francisco Kashu Alimama, que se asentó en Moka y se casó con la hija de uno de los últimos reyes Bubi. Así lo menciona uno de sus descendientes en “Historia de Moka, Foro de Crónicas de la Guinea Ecuatorial”, del 24 de enero de 2006. Curiosa también es la historia de la isla de Pate, la más importante del pequeño archipiélago de Lamu, al norte de la costa de Kenia. Son conocidas las expediciones comerciales chinas que visitaron África Oriental en el siglo XV, organizadas por el almirante Zheng He durante la dinastía Ming. La tradición local cuenta cómo uno barco chino naufragó en Pate, los marinos se relacionaron con los nativos, y eventualmente intercambiaron bienes y hasta cargaron jirafas antes de volver a su país. Los rasgos faciales de numerosos habitantes de la isla reflejan esa aventura china.

Extraño es el origen de los “Katanga Infanticide Survivors”, que escuché en YouTube, en un vídeo de “The African Diary” de diciembre 2017, cuya veracidad no he podido verificar a pesar de que la noticia aparece también en la web (Hans K.C. Journal) y en una página de Wikipedia. Al parecer, allá por los años 1970 algunas empresas japonesas se interesaron por el cobre y el cobalto de Katanga (entonces Zaire y hoy RD Congo), y unos mil mineros japoneses trabajaron en la región. Algunos tuvieron relaciones con las lugareñas y nacieron niños. Según lo que cuentan los miembros de la asociación “Katanga Infanticide Survivors” (fundada en 2015 por una cincuentena de los mismos), para no manchar el honor de los mineros japoneses cuando estos volvieran a su tierra, la mayoría de esos niños murieron en extrañas circunstancias en el hospital en el que trabajaba un médico japonés. Alertadas de lo que estaba sucediendo, algunas lugareñas escondieron a sus hijos, los “survivors”, que hoy piden justicia a las autoridades japonesas sin que al parecer nadie les haga caso. También a partir de los mismos años 1970 la industria del petróleo atrajo hacia Libia y Nigeria a buen número de filipinos. Muchos ocuparon puestos en la Sanidad y la Educación. En 1973 se formó la Philippine Barangay Society of Nigeria con el fin de ocuparse de los casi 2000 filipinos nigerianizados, en general hijos de padre nigeriano y madre filipina.

Habiendo frecuentado muchos matrimonios mixtos en África del Norte, he llegado a la conclusión que no sólo el mestizaje es imparable, sino que también los mestizos son pioneros de una humanidad físicamente más bella y culturalmente más humana. Pero nunca la vida ha sido fácil para los pioneros. El sudafricano Tumelo explicaba al periodista de la BBC que apenas había causado extrañeza cuando se paseaba con chicas blancas. Era una especie de promoción. ¿Pero con una india? Ithra había recibido una educación muy liberal y su madre, Rayana, había sido una activista antiapartheid. Pero cuando se dio cuenta de que algunos familiares se estaban borrando del grupo de WhatsApp, telefoneó a su hermana que le comunicó la reacción de la abuela Washiela: “¿Qué dirá la gente cuando sepan que mi nieta sale con un negro?”

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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