Dedicamos este número 223 de la revista «Africana» a la mujer africana. Lo hacemos -nos parece justo y conveniente-, de la mano de una mujer, Begoña Iñarra, misionera Hermana Blanca. Su extensa experiencia y compromiso en África y Europa en defensa de los derechos humanos y sociales de la mujer africana son su mejor garantía.
Begoña no duda en afirmar, de entrada, que la mujer africana moderna aparece como “una figura poderosa y versátil”, encomiable en todo punto por su capacidad de “resiliencia y valentía” en su lucha para defender su identidad y sus derechos legales contra la violencia de género, la exclusión y las injusticias de que es, a menudo, objeto en la sociedad. Y añade diciendo, que su fortaleza moral y compromiso valiente no son algo novedoso, sino de siempre, ya que la mujer africana -lo hemos podido constatar también los misioneros-, ha mostrado con creces, no solo su aptitud a soportar con entereza la adversidad, sino a iniciar procesos de cambio en beneficio de la familia y de la sociedad. La mujer africana transforma la sociedad allí donde se encuentra. Esto es perceptible tanto en las ciudades como en los espacios rurales, habitualmente más apegados a sus costumbres y tradiciones.
El informe dedica una buena parte del mismo a describir sucintamente la historia, admirable y estimulante, de algunas mujeres africanas de hoy, comprometidas en su propio entorno social, político y cultural, tratando de mejorarlo en la medida de sus capacidades y formación. El informe habla de 24 mujeres, pero podrían ser muchas más. Entre ellas, hay algunas muy conocidas internacionalmente por haber sido galardonadas con el Premio Nobel, otras por su relevancia en la vida política de sus propios países; otras, aunque menos conocidas, destacan por su compromiso en áreas tan diversas como la economía, la educación, la salud, la cultura, las nuevas tecnologías y el arte, impulsando “cambios significativos, combinando sabiduría ancestral y métodos modernos”.
El informe no se sitúa en la polémica de las reivindicaciones de carácter feminista y deja espacios para otras buenas consideraciones. Es, más bien, una invitación a conocer y a admirar a las mujeres africanas que, con su empeño y compromiso, alivian el presente y preparan el porvenir de todo un continente. Lo decimos con gozo.
Agustín Arteche Gorostegui