No llega tarde este número de “Africana”. No llega tarde porque el mensaje del Papa en su viaje a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur, hace casi cinco meses, sigue siendo de actualidad. En aquel momento, pudimos constatar que, buena parte de los grandes medios de comunicación nacional e internacional restó importancia a su viaje, acaso porque la denuncia del Papa al saqueo internacional de que es víctima el Congo RD y la venta consecuente de armas para perpetuar su expolio, son temas que es mejor pasar en silencio. Por eso, insistimos en hablar de Justicia, de Paz y de Ecumenismo.
Todos los viajes del Papa han tenido, en realidad, un carácter especial. Los criterios que han guiado los viajes del Papa Francisco, siempre han tenido el objetivo de “no caer en la globalización de la indiferencia”, según lo decía en el avión el mismo Papa, durante el regreso de su último viaje a África. Los viajes en años anteriores a Myanmar, Bangladesh, Egipto y Emiratos Árabes muestran que para el Papa Francisco no hay países indignos de ser visitados. Todos, musulmanes, cristianos o ateos, son importantes. Si de elección de lugar se trata, las del Papa están orientadas por su deseo de justicia y paz, de diálogo y aceptación de las diferencias, en base a una fraternidad humana común. Lo importante es -lo decía en su Encíclica Fratelli tutti- “hacer sitio para todos en nuestros corazones; es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo. Es creer que los cristianos estamos llamados a colaborar con todos, a romper el ciclo de la violencia, a desmantelar las tramas del odio”.
Este es, pues, el interés del informe central, elaborado por José Luis Bandrés, misionero Padre Blanco en Etiopía durante más de 50 años en contacto con la Iglesia ortodoxa. Según él, también, la misión de un cristiano consiste en trabajar juntos por la paz, la concordia y la hermandad, algo que, desgraciadamente, hemos olvidado muchas veces en el pasado. No le faltaba razón al arzobispo de Canterbury, de regreso de su viaje con el Papa, que “cuando miramos al pasado, este viaje ecuménico parece un sueño surrealista”. Viaje impensable en el pasado, pero esencial para inspirar el futuro de nuestras humanas relaciones.
Agustín Arteche Gorostegui
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