Africana nº 208: Etiopía en Guerra

15/10/2021 | Revista Africana

La persistencia de la guerra civil en Etiopía nos obliga a cambiar el tema previsto para este número de “Africana”. La actualidad tiene sus exigencias. Aunque tememos que, a menos que los beligerantes cambien de actitud, lo que ocurre en Etiopía lleva trazas de enquistarse por mucho tiempo.

Etiopía nos tenía acostumbrados a buenas noticias. Valgan como ejemplos dos hechos: No hace mucho, la embajadora Sahlework Zewde ha sido nombrada presidenta de Etiopía, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar la jefatura de Estado en ese país. Así también, el 11 de octubre de 2019, Abiy Ahmed, primer ministro etíope, fue galardonado con el premio Nobel de la Paz, un honor que adornó, algo más tarde, con el restablecimiento de relaciones diplomáticas con su vecina Eritrea, todas rotas desde hacía muchos años.

Por ello, la guerra civil entre el Gobierno central y Tigray, una de sus más acreditadas regiones, resulta, por lo menos, extraña, sobre todo ahora que Etiopía acaba de dotarse de una Constitución de tipo confederal, descentralizando un poder que durante muchos siglos estuvo concentrado en el emperador y en su capital, Addis Abeba. Un cambio político prematuro, según algunos, dada la persistencia de rivalidades étnicas ancladas en privilegios y costumbres del pasado. El caso es que algo muy sustancial ha fallado y no sabemos muy bien qué.

La verdad es que el motivo de la guerra, la celebración de unas elecciones que la autonomía de Tigray deseaba hacer y que el Gobierno central consideraba inadecuadas en tiempo de pandemia, parece del todo fútil. Poca cosa parece ser este motivo para no haber logrado con facilidad un entendimiento y evitado una guerra. El resultado de esta falta de entendimiento, según los relatos que nos llegan, es nefasto. Algunos hablan de genocidio a manos del Ejército federal, con el apoyo de soldados provenientes de Eritrea y de la región vecina de los Amhara, que arrasan, queman, violan y obligan a las poblaciones al exilio. El informe del padre Bartolomé Burgos, antiguo misionero en la región de Tigray, nos habla de todo ello.

Una solución de fuerza no tiene futuro. Dada la configuración del terreno, propicia a la guerra de guerrillas, pero también a la tenacidad de la población, acostumbrada a parecidos embates, la guerra puede eternizarse. La única solución posible es el diálogo, la mediación, la escucha mutua y un pacto decisivo para la paz. Son cosas básicas, pero que muchas veces los políticos olvidan o dejan sencillamente de lado.

Agustín Arteche Gorostegui

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