África en una encrucijada para lograr una mayor justicia fiscal

4/12/2023 | Crónicas y reportajes, Editorial

Los países africanos pierden miles de millones de dólares al año debido a flujos financieros ilícitos. Léonce Ndikumana analiza lo que se puede hacer para combatir la fuga de capitales mediante la evasión fiscal.

La reciente inclusión de la Unión Africana en el G20 reconoce un hecho que la geopolítica tradicional se ha mostrado reacia a aceptar: África ha surgido como una potente fuerza que impulsa la transformación global.

Los países africanos se enfrentan a múltiples crisis a la vez, desde terrorismo hasta golpes de Estado. El continente soporta una parte desproporcionada de los efectos de múltiples crisis recurrentes y acumulativas (crisis relacionadas con el cambio climático, pandemias sanitarias como la de la covid-19, guerras en Ucrania y Oriente Medio) y tiene una capacidad financiera y técnica limitada para afrontarlas.

Según el encuestador “Afrobarómetro”, los vientos de un creciente descontento con la democracia soplan en todo el continente africano.

En otro frente, África enfrenta un déficit financiero de 1,2 billones de dólares hasta 2030 para financiar sus ODS, según el Banco Africano de Desarrollo. Por eso es tan desalentador que el continente pierda 89.000 millones de dólares al año debido a flujos financieros ilícitos, y se estima que la evasión fiscal por parte de las multinacionales mineras le cuesta al África subsahariana hasta 730 millones de dólares al año. Mucho más de lo que recibe en ayuda al desarrollo. La fuga de capitales empeora tanto la pobreza como la desigualdad.

La fuga de capitales en Angola casi duplica el gasto público en salud. De 2000 a 2018, el país perdió 4.200 millones de dólares al año, mientras que el gasto anual en salud fue de 2.300 millones de dólares. Durante el mismo período, Sudáfrica, apodado “el país más desigual del mundo”, perdió 15.700 millones de dólares anualmente debido a la fuga de capitales, casi la mitad de lo que invirtió en salud (27.400 millones de dólares). Costa de Marfil podría haber duplicado su presupuesto de salud pública (1.600 millones de dólares) si hubiera retenido los 1.100 millones de dólares perdidos anualmente por la fuga de capitales.

Son hospitales que no se construyen, escasez de médicos, vacunas y antibióticos, entre otros recursos, que no se pudieron comprar. Las mejoras registradas en las economías africanas en el pasado reciente se han visto contrarrestadas por reveses debidos a la hemorragia financiera, agravada por las redes de saqueo transnacionales.

La cantidad de riqueza privada africana adquirida o transferida ilegalmente al extranjero es aproximadamente tres veces mayor que su deuda externa. Esto convierte a África en “un acreedor neto” del resto del mundo.

Detener las salidas financieras ilícitas hacia paraísos fiscales es esencial para cualquier estrategia política para reforzar la democracia, combatir la pobreza, luchar contra el cambio climático y consolidar los derechos humanos.

La solidaridad global no existe para las economías emergentes, y para África en particular. Casi ninguna asignación de ingresos va a los países que más la necesitan. Los países del G7 –apenas el 10 % de la población mundial– se quedarían con el 60 % de los ingresos generados bajo el nuevo impuesto que agravará todavía más la desigualdad.

La Unión Africana debe trabajar con mayor eficacia en favor de una solidaridad global con las economías emergentes para el bien común.

CIDAF-UCM

Autor

  • Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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