África tendrá que aprender a lidiar con cambios importantes en la economía regional, africana y global, para potenciar un desarrollo sostenible y un comercio panafricano y global.
Carlos Lopes, profesor de la Universidad de Ciudad del Cabo, exsecretario ejecutivo de la Comisión Económica para África de la ONU y experto en economía y política africana, ve un futuro prometedor para el continente, pero con nuevos retos y nuevas dependencias que amenazan el consenso actual.
La complejidad del mundo está ahí para que la veamos. Con la guerra en Ucrania vemos la aceleración de varios fenómenos. En particular, una divergencia y tensión entre las economías occidentales (EE. UU. y UE) y las economías de países que están cada vez más asociados a la economía china-rusa, muy dependiente de los combustibles fósiles.
África tendrá que aprender a lidiar con estos dos polos de poder y los intercambios comerciales y la colaboración no serán sencillos.
El continente africano se enfrenta a un mundo bipolarizado, con una crisis alimentaria, energética y logística. Según los analistas, las cantidades de cereales actualmente disponibles en los mercados mundiales se encuentran en niveles históricamente bajos. No se esperaba que África sufriera tanto, pero con las dificultades causadas por la ausencia de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, los principales productores del mercado mundial, la especulación está elevando aún más los precios. La alimentación se ha convertido en una herramienta estratégica.
El 30 % de la producción agrícola en África se pierde debido a una mala logística. El continente africano es el único que no tiene una ruta comercial de costa a costa. El interior no está en las rutas comerciales importantes. Afortunadamente estamos viendo importantes inversiones en puertos, aeropuertos y carreteras. Pero se necesita hacer más, especialmente en infraestructura ferroviaria, agrícola y recursos fluviales.
Necesitamos aprender de la actual crisis alimentaria. La primera lección es consumir mucho más de lo que producimos y menos de lo que no producimos. Hay muchos cultivos que están adaptados a África y probablemente sean mucho más productivos, nutritivos y resistentes al clima. Hay pocas razones para que Egipto y Benín importen más del 50 % de su grano de Ucrania o Rusia. Lo mismo podemos decir del maíz, leche, frutas, etc., que se importan, mientras los agricultores africanos no pueden vender esos mismos productos.
La crisis energética afecta a África de varias formas, mientras sus propios gobiernos no se comprometen a desarrollar las abundantes fuentes de energía renovable que existen en África. Incluso los productores que exportan petróleo crudo están importando productos refinados y, por lo tanto, se ven afectados por la inflación. Esto también nos afecta desde el punto de vista de la inversión, porque, aunque recientemente se han descubierto muchos yacimientos fósiles en África, financiar su explotación se está volviendo problemático.
Además, las severas sequías están afectando el Cuerno de África, partes del Sahel y el sur de África. Esto no es nuevo y no muestran signos de disminuir, por lo que podemos esperar un 2022 y 2023 muy difícil. Con todo esto, la covid-19 también ha agravado la situación.
[CIDAF-UCM]