Abiyán, un curso intensivo de transporte público, por María Rodríguez

21/09/2016 | Bitácora africana

El pasado 31 de julio llegué a Abiyán, la capital económica de Costa de Marfil, un país costero de África occidental. Mi intención: conocer un país más de esta región del continente africano y obtener material para hacer algunos reportajes.

Abiyán es una ciudad enorme. Está dividida en varias comunas o barrios, separados por una laguna que ralentiza la vida (atascos, atascos y más atascos) y a la que, en mi opinión, aún no han sabido sacarle su encanto… Para alguien que sigue siempre el mismo itinerario para ir a trabajar o vive más o menos cerca, o para alguien que simplemente quiere descubrir y se adapta a los tiempos de la ciudad, puede acabar convirtiéndose en un lugar amable pero para mí que tengo que ir a buscar cada día a Pepito o Juanita para que me digan, “venga usted mañana” se convirtió en una comedura de cabeza.

De este modo, la relación más constante y cercana que he tenido en la capital económica marfileña ha sido con los ‘busca clientes’ y conductores de los transportes públicos. A saber, los Woro Woro y los Gbaka. Los Woro Woro son los taxis comunales donde pueden llegarse a montar entre 4 y 7 personas, en función de las plazas que tenga el coche o el dinero que quiere ganar el conductor medrando el confort de sus clientes. Los Gbaka son furgonetas que adaptadas (hay algunas que incluso tienen televisión) para que entren entre una docena y una veintena de personas. En la puerta situada a la derecha de éstos siempre hay un muchacho que va gritando el destino al que se dirige. Si es hacia donde tú vas le pides que se pare, generalmente con el brazo, él da un golpe con la mano o bien con una moneda en la furgoneta y el conductor se para para recogerte.

Tanto los Gbaka como los Woro Woro funcionan de dos maneras. Por un lado, están los que hacen itinerarios dentro de las comunas. Por otro lado, los que te llevan de una a otra. Si te mueven dentro del mismo barrio el precio oscila entre los 100 CFA (15 céntimos de euro) y los 350 CFA (53 céntimos). Si hay que salir del barrio el precio va desde los 600 CFA (91 céntimos) a los 800 CFA (1,21€). Un detalle curioso es que hay Woro Woro que se mueven sólo dentro de un barrio y se distinguen del resto de vehículos por los colores. Así, en Yopougon (donde yo vivía) los Woro Woro son azules, en Cocody son amarillos, en Koumassi son verde hierba y en Adjamé verde militar.

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En el centro de la ciudad son rojos y rojo quiere decir que utilizan contador, como en España o Europa. Sin embargo, también puedes negociar el precio, aunque siguen siendo caros (todo desde mi visión, claro). Así, un taxi rojo te puede costar entre 500 CFA (0,76€) y 1.500 CFA (2,28€) si te mueves en el mismo barrio y 2.500 CFA (3,8€) – 3.500 CFA (5,33€) si quieres que te lleven a otro (pero negociando el precio, claro, activando el contador no lo sé). Este tipo de taxis, además de estar en el centro, se puede encontrar en cualquier parte de la ciudad.

El precio de los taxis rojos que sólo te llevan a ti, como ocurre en Dakar (Senegal) o en Bamako (Malí) donde los precios rondan los 500 CFA-2.000 CFA, dio lugar a que utilizara los Woro Woro y los Gbaka constantemente. Y es que, como tenía que buscar o encontrarme con gente todos los días y hacer a veces incluso varios trayectos, si utilizaba los taxis rojos iba a tener que pedir un préstamo sólo para moverme por la ciudad.

Al no conocer ni a los marfileños, ni su carácter y modo de hacer, ni la ciudad, este sistema me inspiraba mucho respeto. No obstante, tres semanas después ya me movía con agilidad por los diferentes barrios y, al no dejarme el taxi en la puerta de la persona a la que tenía que ver o entrevistar, conocí un poco la ciudad, o al menos varios puntos estratégicos. Sin embargo, no puedo negar que se me iba mucha energía en el poco confort y la búsqueda y captura de estos.

Así, podía llegar a coger al día hasta 6 transportes y entre idas y venidas y atascos, podía tirarme unas cuatro horas al día en las carreteras abiyanesas, algo a lo que no estaba acostumbrada ni en Dakar, ni en Bamako, ni en Accra, ni en Uagadugú ni en Niamey.

Antes de llegar a Abiyán me esperaba que la ciudad fuera parecida a Accra, dos ciudades costeras aunque una ex colonia francesa y otra ex colonia inglesa, pero situadas en una zona que ya no es la sabana ni el sahel, sino más verdes y desarrolladas. Sin embargo, sin saber decir un motivo exacto, Abiyán no sólo no me entusiasmó, sino que destruyó el canon que tenía sobre el conjunto de países de África occidental, lo cual no está mal.

Abiyán tiene enormes autopistas continuamente decoradas con la bandera marfileña y donde los coches van a gran velocidad, la mayoría de las calles están asfaltadas y los contrastes son monumentales. Existen barrios que recuerdan a las zonas residenciales de Reino Unido pero otros que son chabolas acá y allá. Incluso la lluvia, que es torrencial en Dakar o Bamako, es diferente en Abiyán (o ha sido en esta ocasión), de esa pequeñita que incomoda y da dolor de cabeza.

Abiyán puede ser una ciudad muy cómoda para alguien que puede permitirse los costes de una casa en que al entrar puedes olvidarte perfectamente de que estás en África y lo comento para no desanimar a quien quiera conocerla. Es, además, el destino favorito en esta región de África de muchos franceses y también de los propios africanos, algo que hace que los marfileños estén muy orgullosos. No obstante, también puede ser una ciudad muy incómoda para alguien que no puede vivir de ese modo. A pesar de ello, tras un mes conociendo la ciudad me quedo con sus gentes y con la mayor variedad de comida (y los precios, más baratos de esta) en relación a Malí, por ejemplo. En Abiyán no me he divertido tanto como hubiera querido pero he aprendido, ha sido un punto de inflexión en mi modo de pensar en África occidental y me ha inspirado y animado a querer conocer Bamako, donde estoy desde el 31 de agosto, a través de sus circuitos en Sotrama, como se llaman aquí los primos-hermanos de los Gbaka marfileños.

@MariaRgez

Original en : Cuentos para Julia

Autor

  • Rodríguez González, María

    "María Rodríguez nació en 1989 en Baza (Granada). Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Málaga y realizó el Master en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos en la Universidad Autónoma de Madrid. En noviembre de 2014 se marchó a Burkina Faso para comenzar a hacer periodismo freelance y desde entonces recorre los países de África occidental para intentar comprender y acercar esta parte del continente. Autora del blog Cuentos para Julia, donde escribe sobre África, sus experiencias y reflexiones, colabora con varios medios de comunicación como El Mundo, Mundo Negro y El Comercio (Perú), entre otros"

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