Tres días antes de la celebración del referéndum no se han publicado las listas electorales, ni se han repartido los carnets de electores. No habrá apoderados en las mesas, ni se admitirán observadores internacionales.
La Junta Electoral Nacional, JEN, de Guinea Ecuatorial anunció el día 9 de noviembre que en el referéndum del próximo domingo, día 13, se suprime la figura del «apoderado» y, teóricamente, se mantiene la de los «interventores».
Los «apoderados» en Guinea Ecuatorial, como sucede también en España, por ejemplo, son representantes de los partidos que tienen a su cargo la vigilancia de la normalidad de las elecciones en las mesas electorales de una zona. Los «interventores» tienen esta misma función en una sola mesa. En las todas las elecciones celebradas en Guinea, la primera mitad de la mañana está dedicada a expulsar de las mesas, por motivos diversos, a los interventores de los partidos de la oposición. Los procedimientos son varios: se empieza mintiendo en la cartografía electoral (se anuncian las mesas electorales en lugares ficticios o se dividen las mesas en varias secciones la mayoría de las cuales están en sitios que no figuran en documento alguno) y cuando el interventor consigue localizar «su» mesa, hace rato que se «ha constituido» oficialmente y él no figura en el «acta de constitución»; resultado: discusión con el presidente (siempre del PDGE, partido de Teodoro Obiang en el gobierno) para ser admitido; otro método consiste en negar validez (porque sí) a la credencial del interventor; es habitual que si el interventor protesta por algo que considera una irregularidad, se le expulse de la mesa. Todo esto sucede en unas mesas presididas siempre por militantes del PDGE y en torno a la que hay una presencia abundante de elementos militares, armados hasta los dientes, dispuestos a hacer lo que ordene el presidente del PDGE. En torno del medio día, son una minoría las mesas en las que sobreviven los interventores de la oposición. En las votaciones del día 13, CPDS, la única formación que defiende el NO, lo tiene todavía más complicado. Hasta ahora ha utilizado una parte importante del dinero recibido de la Administración para las elecciones en el pago de los interventores (el puesto de interventor es, como se ve, un «puesto de alto riesgo»), en esta oportunidad, al haber sido reducida al extremo la aportación oficial a los partidos, le será más difícil contar con «interventores» en la mayoría de las mesas.
Los apoderados han cumplido en anteriores votaciones labores de coordinación, de unificación de criterios para los interventores y de «refuerzo moral». Por razones difíciles de entender, en realidad solo para obstaculizar la vigilancia de los militantes de la oposición, esta vez no habrá apoderados. Ni que decir tiene que esta decisión no ha sido adoptada en ninguna reunión de la JEN y que daría igual que se hubiera hecho así, porque el gobierno cuenta en esta institución con una mayoría de 25 a 1.
También por decisión adoptada al margen de cualquier reunión de la JEN, no habrá observación internacional. El presidente de la Junta invitó a los diplomáticos acreditados en Malabo a que actuasen como tales pero, naturalmente, no pasa de ser una invitación ficticia.
Se ha distribuido una supuesta cartografía electoral. Lo hacen siempre, carece (siempre también) de validez.
Cuando faltan tres días para la celebración de las votaciones, no se han publicado las listas electorales (ya no habría tiempo para ningún periodo de corrección), ni se han distribuido carnets de electores. Es imposible hacer elecciones regulares (correctas), sin estos dos elementos. No ha habido nunca dudas de que el gobierno prepara un pucherazo, estas dos carencias lo hacen ya evidente.
Un ejemplo de coacción: Esteban Ndongo Membia, delegado del gobierno en Mbini, recorre su zona amenazando a los jefes de poblado con que encarcelará a todos aquellos que «se presenten con una urna en la que haya un sólo voto NO».
Todo el aparato del Estado guineoecuatoriano trabaja en un único sentido: violentar la voluntad popular y organizar un pucherazo.
(Asodegue, 10-11-11)
