A muchas refugiadas somalíes no les queda más remedio que la prostitución

11/02/2010 | Crónicas y reportajes

La refugiada somalí Saada, odia lo que hace, pero no puede encontrar otra manera de alimentar a sus seis hijos, trabajando como prostituta en la ciudad del sur del Yemen, Adén. “Mi vida es una mierda, pero ¿qué puedo hacer yo? Tengo que trabajar y ganar algo de dinero”, dice la mujer de 30 años, sentada con otra somalí en el barrio bajo de Adén, de Basateen.

Como muchas otras, Saada huyó a Yemen para escapar del caos, la guerra de clanes y el hambre que ha plagado Somalia desde que los señores de la guerra derrocaron al presidente Siad Barre, en 1991, sólo para enfrentarse a otra lucha por la supervivencia en la empobrecida república de Yemen.

Lleva viviendo 10 meses en Yemen a base de las distribuciones de alimentos que hace la ONU y se metió en la prostitución hace seis semanas, para enviar dinero a sus familiares en casa, que están cuidando de sus hijos.

Saada no recibe dinero de su primer marido, que se divorció de ella y se fue a trabajar a Arabia Saudí. Su segundo marido resultó gravemente herido en un enfrentamiento en la anárquica capital de Somalia, Mogadiscio. “así que, ahora estoy sola”, dice.

Contrabandistas

Yemen acoge a 171.000 refugiados registrados, la mayoría somalíes, según las cifras recogidas por la oficina para los refugiados de la ONU, UNHCR, en diciembre del año pasado, 140.300 más que el año anterior. Se cree que muchos más somalíes sin registrar vagan por allí, la mayoría de ellos a la espera de marcharse a los países del golfo, más ricos.

La Agencia para los Refugiados de la ONU, ayuda a los somalíes a su llegada, pero muchos en Basateen dicen que les cuesta llegar a fin de mes.

Alysia, otra mujer somalí divorciada que ha terminado en la prostitución, dice que pagó a los contrabandistas para que la llevasen en un peligroso viaje para cruzar el golfo de Adén, hasta Yemen. “Tengo que cuidar de mi hijo. Tengo que comprarle leche”, cuenta.

La ciudad portuaria de Adén tiene una atmósfera más despreocupada que otros sitios en Yemen, con una sociedad mucho más conservadora musulmana.

Mientras que es difícil de encontrar alcohol en la capital, Sana’a, algunos restaurantes y clubs de la playa sirven bebida en Adén, atrayendo a algunos turistas de fin de semana de los austeros estados del golfo como Arabia Saudí.

En el distrito de Adén de Tawahi, cerca del mar, las prostitutas trabajan en hoteles baratos o clubs que tienen moteles adyacentes.

Pobreza

“La principal razón para ejercer la prostitución es la pobreza, el desempleo de los refugiados”, dice Alawiya Omar, de la organización de ayuda italiana Intersource, que trabaja en Basateen, donde residen alrededor de 40.000 somalíes y yemeníes con lazos somalíes.

Junto con la UNHCR, el grupo italiano ayuda a las víctimas de violencia doméstica y sexual e intenta educar a los refugiados sobre los peligros del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.

“La concienciación sobre los peligros de infección no es muy alta”, dice Halima, una somalí que ayuda a proporcionar servicios sanitarios a las prostitutas y las asesora sobre sexo seguro. “Hay cursos para las mujeres, pero muchas no se molestan en aparecer incluso cuando se les paga algo por asistir o se les da comida gratis”, afirma, sentada en una casa improvisada, en la que vive con su marido, otros miembros de la familia y algunos animales domésticos, todos hacinados juntos con moscas revoloteando alrededor.

“Mi vida es una mierda. Algunas veces los hombres no me pagan. Haría cualquier otra cosa, pero ¿qué?”, pregunta Najma, de 34 años, otra trabajadora sexual somalí.

(News24, 11-02-10)

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