Es fundamental empezar por reconocer y nombrar las estructuras de dominación y privilegio en las que desarrollamos nuestras vidas: patriarcado, colonialismo, capitalismo. Somos hijas e hijos de tales estructuras.
No podemos seguir culpando sólo al gobierno o a las instituciones de la parsimonia con que el mundo está respondiendo al cambio climático. Estos no pueden hacer o no harán nada hasta que nosotros queramos.
En estos momentos lo queremos todo: playas con palmeras, coches monstruosos, televisores con pantalla de plasma y una conciencia tranquila.
Debemos optar por los bienes públicos frente a los bienes privados. Fortalecer lo público y lo común: vivienda, vehículos, espacios, educación, seguridades, etc.
Tenemos que apostar por las buenas infraestructuras sociales, públicas y de acceso universal (escuelas, parques, plazas, bibliotecas, etc.). Necesitamos Influir colectivamente con perspectiva de cambio estructural.
El «capitalismo aceptable» es un engaño y una idolatría, como explicó en tantas ocasiones el recordado José Ignacio González Faus. Un culto idolátrico que impide ver la alteridad con los otros, sobre todo de las mayorías pobres de este mundo. Reconocer todo lo que nos sobra en lugar de vivir la angustia de lo que nos falta es la clave de la sobriedad feliz.
«La economía que mata, que excluye, que contamina, que produce guerra no es una economía», sentencia Francisco. Para él, «economizar significa cuidar la casa común, y esto no será posible si no tenemos ojos entrenados para ver el mundo desde las periferias: la mirada de los excluidos, de los últimos». Este punto destaca, como comentaba Imanol, la importancia de la mirada y desde donde miramos aquí en «el primer mundo». Francisco sigue señalando que “la economía integral es la que se hace con y para los pobres”.
El Papa asume que la visión del mundo que ha prevalecido siempre ha sido la de los «varones generalmente occidentales». Así, entona un mea culpa: «Durante siglos hemos dejado de lado –entre otras– la mirada de las mujeres: si hubieran estado presentes, nos habrían hecho ver menos bienes y más relaciones, menos dinero y más redistribución, más atención a quienes tienen y a quienes no, más realidad y menos abstracción». «Por eso, es una alegría especial para mí” –confiesa en su escrito– ver cuántas mujeres jóvenes son protagonistas de la Economía de Francisco.
Por otra parte, no se debe perder de vista los principios de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI): bien común, subsidiariedad y solidaridad, teniendo como centro a la persona humana frente a la visión capitalista de cosificación, de ver a la persona como objeto y no como sujeto, tal y como se ha desarrollado en la DSI. Una de las constantes en la DSI ha sido señalar el carácter humano de la economía, una economía humanizada al servicio de las personas.
La inequidad es cada vez mayor y, por experiencia en el ámbito de las finanzas, en momentos de mayor crisis económica, esta aumenta más, porque los que más patrimonio tienen han ganado más en los mercados financieros.
En este ámbito, el Papa Francisco nos anima a acciones concretas como la desinversión en combustibles fósiles que ya señaló en la Laudato si’, y a realizar inversiones coherentes y con impacto social positivo.
Podemos salir de una economía capitalista que deshumaniza y mata, para desarrollar una nueva economía humanista, que pone al ser humano y al bien común, en el centro de toda preocupación y compromiso.
CIDAF-UCM