Hay un hecho indiscutible a la hora de acercarse a lo que representa el Cristianismo en África: su crecimiento espectacular en los últimos 150 años. Lo dicen las estadísticas más fiables. Otra cosa es su interpretación, algo, evidentemente, controvertible. El informe de Africana no entra en ese debate. Nos quedamos con la realidad. África es un continente con una mayoría cristiana que alcanza el 50 % de una población estimada en 1.460 millones de habitantes. El Islam, que le sigue de cerca, representa el 44 % y el restante 6 % corresponde a las religiones tradicionales africanas en declive evidente. Pero, nuestra mirada a la realidad no está destinada a la autocomplacencia.
Ante todo, se impone una primera observación. Hay diversidad. Los cristianos son mayoría en 28 países, el islam en 20. Las religiones tradicionales, sin embargo, a pesar de su enorme disminución estadísticamente hablando, representan el sustrato indeleble del alma africana, tanto de cristianos como de musulmanes. La misma diversidad ocurre cuando hablamos de la Iglesia en África. Su nota característica comprende a católicos, ortodoxos, presbiterianos, metodistas, anglicanos, luteranos y un sinfín de iglesias independientes nacidas en suelo africano.
El informe, preparado por el padre Bartolomé Burgos, destina sus reflexiones en referencia a la Iglesia católica, que es la que mejor conoce. Interesantes sus reflexione en torno a las interacciones que han existido entre el Cristianismo y las culturas tradicionales africanas y las consecuencias políticas, culturales y sociales de las mismas. Lo que es África hoy es fruto de todo ello. En su sabiduría ancestral se mezclan, en simbiosis más o menos perfecta y dolorosa, pero en progresión constante, lo viejo y lo nuevo.
El deseo de la Iglesia africana es construir un espacio de relación, basado en la concepción tradicional de la familia que pone el acento en la hospitalidad, la solidaridad, la convivialidad y la tolerancia, algo que contradicen, desgraciadamente muchas realidades conflictivas y violentas, del continente. La superación de ésta y otras contradicciones están entre las preocupaciones de la Iglesia africana, empeñada en las reflexiones y orientaciones del Sínodo en curso. Ese es el reto de todo cristiano, que quiere ser fiel al ideal evangélico. La Iglesia africana es una Iglesia adulta. A ella le toca vivirlo de la mejor manera.
Agustín Arteche Gorostegui