¡Cómo nos cuesta enfrentarnos a la realidad, arrastrados con frecuencia por ideologías rígidas, e intereses personales, institucionales y partidistas, que nos impiden ver y entender la realidad, escucharnos mutuamente, y por tanto trabajar juntos por el bien común!
Si el consumo de antidepresivos sigue aumentando, por causa del stress, el miedo, la soledad y el sufrimiento personal, familiar y social, nos debería despertar a ver la realidad que está a la raíz de esta situación y a tomar los medios para promover juntos una convivencia más humana y saludable.
Los líderes de las agencias de la ONU y de las ONG retratan a veces un mundo cada vez más duro, violento y sombrío. Las necesidades humanitarias están en “niveles récord, mientras que el sistema de ayuda de emergencia está insuficientemente financiado”, en parte para resaltar la necesidades de sus organismos de ayuda.
Si los gobiernos gestionaran los recursos existentes de forma profesional, responsable y ética no serían necesarias tantas las ONG y fundaciones para promover una justa distribución de tareas, alimentos, educación y servicios de salud.
Por más atroces que sean las crisis en Gaza, Ucrania o Sudán la narrativa de un mundo con mayores necesidades humanitarias que nunca es engañosa y contraproducente. Una mirada más cercana a los datos globales revela una realidad más matizada e incluso más esperanzadora.
La financiación humanitaria de los donantes ha aumentado significativamente. Los gobiernos y las comunidades han logrado avances en la reducción de las muertes causadas por desastres y en la prevención de hambrunas. Las crisis actuales son urgentes y la emergencia climática traerá desafíos nuevos y, según la mayoría de las predicciones, verdaderamente sin precedentes.
Las naciones ricas, aunque han aumentado la proporción de ingresos que gastan en ayuda, no cumplen con los compromisos de décadas de destinar el 0,7 % del producto nacional bruto a la ayuda, pero presenta una tendencia ascendente después de años de declive. También avanzamos lentamente en el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, firmado por 193 países en 2015, para intentar sanar la raíz misma de tantas injusticias y no solo poner “parches” puntuales de ayuda.
Los gobiernos competentes y responsables deben atender primero las necesidades y el desarrollo sostenible de sus propias ciudadanías, en continua escucha y cooperación con los ciudadanos, y siempre en solidaridad con los otros pueblos y países del planeta. El objetivo principal de todo gobierno y nación es garantizar una gestión profesional y ética de todos los recursos humanos y tecnológicos disponibles para garantizar un desarrollo integral y convivencia digna de toda la sociedad, sin depender de ayudas o limosnas de otros. Hoy somos más conscientes de que avanzamos juntos o retrocedemos juntos. Nadie puede lograr por su cuenta el auténtico bienestar.
CIDAF-UCM