El mijo, el maíz y el sorgo africanos han sido descuidados en favor del arroz asiático, del maíz americano y el trigo europeo, acentuando la dependencia del continente de las importaciones y exponiéndolo a las fluctuaciones de precios en los mercados mundiales. Un fenómeno agrabado aún más por la inflación y las consecuencias de la guerra en Ucrania.
La incertidumbre creada por la guerra en Europa ha provocado un aumento sin precedentes en los precios de los cereales, de los cuales Ucrania y Rusia se encuentran entre los principales exportadores al continente. El 7 de marzo, una tonelada de trigo blando en el mercado, alcanzó los 422,5 euros, más del doble de su precio un año antes. Para África, que consume cada vez más cereales importados, esto es un desastre, especialmente teniendo en cuenta la inflación actual.
En 2008 y 2009, el continente pagó un alto precio por el aumento vertiginoso de los precios de los cereales, siendo varios los países que fueron escenario de estos “disturbios por hambre”. En África occidental, que se vio particularmente afectada, los gobiernos reaccionaron lanzando vastos programas destinados a garantizar la autosuficiencia alimentaria y multiplicando iniciativas generales para desarrollar los sectores arroceros locales.
Mijo, sorgo, maíz local y fonio: la alternativa
Numerosos investigadores abogan por diversificar la producción de alimentos y no depender de la agroindustria del arroz, maíz y trigo importados. De hecho, África posee variedades de cereales –llamados “nativos”– como el mijo, el sorgo, el fonio o incluso el teff, cuyas cualidades nutricionales no tienen nada que envidiar a las semillas occidentales o asiáticas. Estos últimos se establecieron en los hábitos alimentarios durante el período colonial y luego se beneficiaron de políticas proactivas, por no decir agresivas, por parte de los países exportadores. Competencia desleal que, en el caso del trigo europeo, se vio alimentada por las masivas subvenciones concedidas a los grandes productores de cereales en el marco de la política agrícola común.
Desde que llegué a Uganda en 1969, he constatado como las familias agrícolas, como un 90 % de la población, vivían una buena y equilibrada calidad de vida gracias a los sabrosos y variados productos de alimentación (mijo, plátanos, sorgo, boniatos, pollo y frutas abundantes) y gracias también a los productos para el mercado, como: el café, algodón y te, que casi todas las familias cultivaban para conseguir el dinero necesario para la educación de los jóvenes, la salud y otros gastos familiares. Se me grabó su sabiduría de vida y de relaciones cuando veía las constantes visitas y alegre acogida y cuando observaba que en todas las familias encontrabas los tres ingredientes agrícolas básicos: alimentos variados, productos para el mercado y algunos animales domésticos.
El estilo de vida ha cambiado, con la gran migración del campo a la ciudad y con la tecnología, también en Uganda. Pero lo más perjudicial para la vida de los agricultores, y su migración hacia la ciudad o hacia otros países, ha sido el olvido y la marginación por parte de los gobernantes, que se han aliado con las grandes empresas, regionales e internacionales, asfixiando la vida y el comercio de los pequeños agricultores, aunque algunos se hayan salvado, gracias a la formación de sus propias cooperativas.
La Unión Africana también «lamenta» la política de los gobiernos y empresas poderosas que buscan ante todo aprovecharse de los abundantes recursos africanos sin apenas beneficiar a las poblaciones locales. La UA ha criticado la salida de Rusia del acuerdo internacional sobre cereales, así como las políticas agrícolas de los gobiernos occidentales, que no buscan el bien común de los países más necesitados.
Vivimos en un mundo globalizado, pero no suficientemente solidario.
CIDAF-UCM