Ruanda ante las elecciones: Las fisuras en el espejo, por Kris BERWOUTS Director EurAc

29/03/2010 | Documentos R+JPIC

Eurac-1

He visitado Ruanda durante la segunda semana de marzo de 2010. En los últimos años, desde 1997, pasé a menudo por este país como etapa de tránsito hacia Goma, Bukavu o Bujumbura. En cada ocasión, aprovechaba para tener contactos de tipo personal o profesional. Pero, desde 2007, yo no había permanecido en él más de 24 horas.

Claro está, yo había seguido de cerca cuanto sucedía en Ruanda y me había preocupado permanentemente con los colegas de EURAC para ofrecer una información con el leitmotiv de disponer los elementos necesarios para comprender mejor lo que estaba en juego y “objetivar” el debate. Este leitmotiv es siempre pertinente, pero tiene una importancia especial en Ruanda. Muy frecuentemente, el debate entre believers y no-believers no supera la estéril discusión entre sordomudos.

Las últimas semanas antes de mi llegada, sentíamos que comenzaba a reinar en el país un gran nerviosismo. Todos esperábamos en los meses anteriores a las elecciones un cierre del espacio político. La diabolización de Victoire Ingabire tras su retorno al país para llevar a cabo una campaña `presidencial como candidata del partido de oposición FDU-Inkingi, aceleraba la agresión contra los otros partidos opositores presenten sobre el terreno. El 19 de febrero, un viernes al atardecer, tres grandas en lugares muy frecuentados en la capital, en plena hora punta, causaban la muerte de dos personas y herían a varias otras. Los medios de comunicación ruandeses acusaban de ello en primer lugar a las FDLR y luego a Victoire Ingabire. El jueves 4 de marzo se producen dos nuevos ataques, casi simultáneos, con granadas en Kigali que hieren a 16 personas. A estos actos de violencia les seguían oleadas de acusaciones y detenciones.

Entre los dos ataques, el general Faustin Kayumba Nyamwasa había abandonado el país para recalar en Sudáfrica. Después de su marcha, este antiguo jefe de Estado-mayor del ejército ruandés, era acusado por el régimen de estar detrás de los ataques con granadas del 19 de febrero y de estar asociado con el antiguo jefe de los servicios secretos exteriores, el coronel Patrick Karegeya, que se encuentra en Sudáfrica desde 2007.

El sábado 6 de marzo, las autoridades ruandesas anunciaron la detención en Burundi de un opositor, Déo Mushayidi, acusado por Kigali de formar parte de los que estaban detrás del los ataques con granadas. Poco a poco, los arrojadores de granadas comenzaban a ser cada vez más numerosos que las mismas granadas.

Comprenderéis que yo no sabía muy bien qué me esperaba. Mientras pasaban los días, tenía dificultades para comprender por qué exactamente la situación me parecía diferente a la de otras ocasiones en que visité el país. Constataba un cierre del espacio político que ya se había vivido en numerosas ocasiones. No recordaba que4 hubiera habido granadas en el pasado reciente (después de mi regreso me entero que hubo en abril y diciembre de 2008 y en abril y julio de 2009), pero al mismo tiempo tenía la impresión de que las granadas eran más síntomas que la causa de los acontecimientos. Tenía ganas de y el deber de integrar todos estos trozos de información en un análisis sólido.

Finalmente, he comprendido lo que era realmente nuevo: observaba un régimen que no se bate en primer lugar contra sus adversarios. Se bate en primer lugar contra su propia desintegración. Durante diez años habíamos especulado sobre las divergencias en el seno del inner circle del poder. Siempre percibimos puntos de desacuerdo, pero nadie me pudo ayudar a definir con precisión las divisiones. Hoy, cuando el régimen se mira en el espejo, ve las fisuras que enturbian la imagen inmaculada y serena que quiere presentar ante la opinión pública, tanto ruandesa como internacional. El régimen se ve confrontado a su propia fragilidad, está nervioso y reacciona desproporcionadamente.

Leeréis mis constataciones, mis impresiones y mis análisis en las páginas siguientes. No se trata de la posición oficial de EurAc, sino el resultado de las reflexiones de una sola persona y que sólo compromete a ella. Una persona que, como habitualmente, regresa de misión con más preguntas que respuestas.

1) ¿Debate contradictorio en un espacio político bloqueado?

Ruanda no está habituado a un debate político contradictorio. Con el transcurso de los años, el partido en el poder desde 1994, el FPR, ha establecido un control sobre la vida pública (incluyendo los órganos políticos y judiciales) según la lógica de partido único, a pesar de la existencia de una serie de otros partidos políticos satélites que interpretan un rol al margen del poder gracias a su lealtad fundamental a éste.

El ciclo electoral (2001-2003) que clausuró la transición fue organizado sin debate contradictorio: el único partido opositor, la Alianza por la Democracia, la Equidad y el Progreso (ADEP-Mizero) no tuvo nunca su acreditación y los candidatos independientes principales para las elecciones presidenciales fueron descalificados antes del escrutinio. El Presidente Kagame ganó las elecciones con un resultado estaliniano del 95% de los votos, tres una campaña repleta de desapariciones, detenciones e intimidación de los candidatos, del electorado y de los observadores. Tanto en las elecciones legislativas como en las presidenciales de 2003, la misión de observación de la UE constató irregularidades y fraudes importantes. Las mismas constataciones fueron hechas por la misión de observación de la UE en las legislativas de septiembre de 2008, aunque el lenguaje del informe y en las declaraciones cuando se publicaron fuera muy diplomático y buscara no enfrentarse al poder ruandés, varios participantes en esta misión expresaron irregularidades en el voto, en el tratamiento de las urnas y en el recuento.

Hoy, estamos a cuatro meses y medio de las elecciones presidenciales del 9 de agosto de 2010. El partido en el poder las toma muy en serio y se prepara poniendo en funcionamiento toda su maquinaria en el ámbito local y nacional y utilizando todos los medios disponibles, incluido su monopolio en los medios de comunicación.

Entre tanto, otras formaciones políticas también se preparan. Intentan obtener su registro como partidos políticos y reclaman el espacio para darse a conocer y hacerse oír por el electorado. Los principales partidos de oposición son:

• El Partido Social Imberakuri (PSI), presidido por Bernard Ntaganda y creado por ex-miembros del Partido Social Demócrata (PSD) que lo habían abandonado por frustración, ya que el PSD seguía en el regazo del FPR.

• El Green Democratic Party (GDP) con un liderazgo que provienen principalmente del medio anglófono. El partido es considerado por muchos como una emanación del descontento en el seno del FPR. El presidente se llama Frank Habineza y el secretario general Charles Kabanda, cofundador del FPR en los años 80 en Uganda.

• Las Fuerzas Democrática Unificadas (FDU-Inkingi), cuya presidenta Victoire Ingabire regresó a mediados de enero de 2010 para depositar su candidatura a la presidencia tras una ausencia de 17 años.
Estos partidos no son considerados por el régimen como un enriquecimiento de la vida política ruandesa, tal y como él lo desearía.

En 2009, El Partido Social Imberakuri intentó organizar cuatro congresos. Tres fueron impedidos por el régimen por razones de procedimiento, pero un se celebró en junio. El PS Imberakuri fue reconocido como partido en julio de 2009. Durante este periodo, su presidente Bernard Ntaganda se expresó en términos muy severos contra el régimen sobre una serie de temas sociales, políticos y judiciales que preocupan a la población. El hecho de que el régimen aparentemente dejara hablar a Ntaganda tan abiertamente era, para muchos ruandeses, la indicación de que podría haber realmente un cambio positivo y una apertura política.

Finalmente, la ofensiva contra Bernard Ntaganda ha sido lanzada desde el mismo interior de su partido. El secretario general, Noel Kakizimfura y otro miembro del partido fueron expulsados por haber aceptado dinero del FPR para desestabilizar el PSI. El martes 16 de marzo, miembros dirigentes del PSI fueron llevados a los Head Quarters del FPR donde recibieron la orden de organizar una convención del partido para el día siguiente, el 17 de marzo, a fin de destituir a Ntaganda de sus funciones. La convención se celebró y la vicepresidenta Christine Mukabunani ha declarado que Bernard Ntaganda ya no es presidente del partido. Desde ese día, el marco institucional del PSI es muy borroso.

Por su parte, Victore Ingabire ha preparado largo tiempo su candidatura a la presidencia ruandesa desde Holanda, donde vivía desde hace 17 años. Ingabire llegó a Ruanda el sábado 16 de enero: “Estoy dispuesta a presentar mi candidatura a la magistratura suprema y la victoria es cierta”, declaró nada más bajar en el aeropuerto de Kigali. Su candidatura y su estilo directo suscitaron enseguida tensiones en el régimen, el cual respondió con una agresión verbal inmediata y también en los medios. La Sra. Ingabire se dirigió casi inmediatamente al Memorial de Gisozi para depositar unas flores. En su discurso dijo entre otras cosas: El camino de la reconciliación es todavía largo. Este Memorial sólo recuerda el genocidio perpetrado contra los tutsi, pero sigue mudo sobre otros crímenes contra la humanidad cuyo objetivo fueron miembros de la etnia hutu”. Lanzaba así una clara alusión a los crímenes cometidos en 1994 por los miembros de la ex-rebelión tutsi, el FPR, hoy en el poder. “Los hutu que han matado a los tutsi deben comprender que deben ser castigados. Lo mismo que los tutsi que han matado a los hutu”. Esta declaración desencadenó el furor de las víctimas del genocidio, de los medios de comunicación pro-gubernamentales y de las autoridades, que la acusaron de propagar el negacionismo.

Desde el 10 de febrero, la Sra. Ingabire ha sido convocada regularmente por la policía para interrogatorios que duran mucho tiempo, le impiden emprender otras actividades y la acusan de difusión de la ideología genocida, de divisionismo y de contactos con las FDLR. Hasta ahora no hay un procedimiento judicial formal, pero ha sido creado el marco legal ha sido creado para iniciarlo, por el simple traslado del dossier de la policía a la fiscalía.

Entre tanto, las FDU-Inkingi han intentado organizar su congreso constituyente. Nadie lo ha prohibido formalmente, pero el partido se encuentra ante un comportamiento kafkiano por parte de las autoridades: la autoridad municipal desea dar su autorización para que el congreso se celebre, a condición de que la policía confirme que estará presente para garantizar la seguridad. La policía afirma amablemente que está dispuesta a garantizar la seguridad del congreso a condición de que el Municipio dé su autorización por escrito.

El 12 de marzo, la Sra. Ingabire recibió una carta de las autoridades municipales para prohibirle organizar reuniones políticas, ya que ella estaba perseguida por instancias judiciales. Los interrogatorios policiales de febrero han sido utilizados, pues, para impedir ejercer sus derechos políticos. El mismo día, el Ministro de administración territorial confirma en entrevistas con los medios nacionales e internacionales que el congreso constituyente de las FDU-Ingingi nunca será autorizado en tanto la Sra. Ingabire sea perseguida por la policía y en tanto las investigaciones sobre los lazos de unión de su organización política y las FDLR sigan abiertas. La Sra. Ingabire quiso reaccionar ante estas acusaciones en una conferencia de prensa, pero todos los hoteles que contacto para alquilar una sala fueron amenazados y, en consecuencia, rehusaron alquilársela. Algunos anularon a última hora la reserva.

El más joven partido de oposición es Green Democratic Party, lanzado en agosto de 2009 en Kigali, con el objetivo de crear una oposición real y amplia entorno a una visión progresista y ecologista. También él ha sido bloqueado varias veces en sus esfuerzos por organizar reuniones. Frente a esta situación, los tres partidos mencionados han puesto en pie una estructura común (Consejo de Concertación Permanente de los Partidos de Oposición), con la esperanza de que esta concertación les permita ampliar el espacio democrático a través de posiciones comunes y un alegato conjunto nacional e internacional.

Pero, todas juntas o cada una por su lado, estas formaciones son muy frágiles ante un poder que no tiene ninguna gana de tener un debate contradictorio real en torno a las elecciones y que bloquea el espacio político por medio de:

• su monopolio de los medios, que diabolizan de manera permanente los partidos de oposición y sus líderes.

• Una intimidación verbal y física de los partidos de oposición, de sus líderes, cuadros y militantes.

• La creación de un marco legal que permite al régimen iniciar a corto plazo acciones jurídicas contra las que la oposición difícilmente puede defenderse (ya que las nociones de difusión de la ideología genocida, de divisionismo son muy amplias y mal definidas en la ley). Esos términos se aplican a todos los que hacen una lectura diferente de la oficial de la historia reciente de Ruanda. Este marco paraliza a los líderes de la oposición en sus actividades cotidianas y es utilizado para impedirles ejercer sus derechos políticos.

• Una política administrativa cuyo objetivo es impedir que la oposición se inscriba, se implante, organice reuniones o se dé a conocer al gran público. Así, dos de estos partidos mencionados arriba todavía no han sido registrados, mientras el tercero no tiene derecho a organizar actividades en la base.

• Por la infiltración de los partidos de la oposición para desestabilizarlos desde el interior.

Estas estrategias no implican que el régimen quiera prohibir absolutamente la oposición. Habría podido hacerlo. Quizás busca en primer lugar ralentizar el trabajo de la oposición, impedirle que llegue a la base con un mensaje diferente del suyo, evitar que gane en credibilidad. Los líderes de la oposición con los que me he visto temen que el gobierno les impida finalizar en marzo la inscripción/registro de su partido. Efectivamente, queda excluido que el dossier avance en abril, a la vista del pesado ambiente emocional del conjunto del país durante ese mes, con sus ceremonias y sus actividades conmemorativas del genocidio. Ello quiere decir que la administración recomenzará a trabajar sobre los dossier en mayo. Si las autoridades utilizan los mismos mecanismos de freno, no puede excluirse que la oposición sea reconocida unas semanas antes de las elecciones. En este caso, no podrá cumplir las condiciones legales para participar en las elecciones o participará sin ninguna preparación normal en la campaña y en el escrutinio y sin ninguna posibilidad de llegar al electorado.

2) Halcones en fuga

El miércoles 3 de mayo, el Presidente Kagame acusó a dos altos oficiales ruandeses de intentar desestabilizar Ruanda. Se trata del ex-patrón de los servicios de inteligencia exterior, el coronel Patrick Karegeya, refugiado en Sudáfrica desde 2007, y el general Faustin Kayumba Nyamwasa, antiguo jefe de Estad-mayor del ejército ruandés y antiguo embajador de Ruanda en la India, que también ha huido a Sudáfrica a finales de febrero, según la justicia ruandesa. “Nadie, ni una sola persona, ni siquiera Kayumba, puede dar un golpe de Estado aquí. Reflexionad y concluiréis que nadie puede dar un golpe de Estado”, aseguró el presidente Kagame. Esos mismos días, el fiscal general Martin Ngoga, acusaba al general Kayumba Nyamwasa de estar detrás de los ataques con grandas del 19 de febrero. Durante largo tiempo, estos dos militares, nacidos de la diáspora anglófona ugandesa han sido personalidades clave del régimen.

Patrick Karegeya no es solamente el exjefe de los ser4vicios secretos, ha sido también el hombre central en el funcionamiento del “Congo Desk”, servicio del Departamento de seguridad exterior, creado para gestionar la explotación de las riquezas del este de la RDC, cuyos ingresos no aparecían en las cuentas oficiales del Estado. Este sistema ha permitido al ejército y a los dirigentes políticos ocultar enormes sumas de dinero. En todos los dossier y en las discusiones desde la retirada oficial del ejército ruandés del Congo en septiembre de 2002, ha sido muy difícil hacer una distinción precisa entre el rol del Estado ruandés y el de los lobbies políticos y militares ruandeses en la explotación ilícita de los recursos congoleños y en el apoyo a los grupos militares como el CNDP. En la zona de sombra entre Estrado y lobbies, Patrick Karegeya y Congo Desk han ocupado un lugar central.

Faustin Kayumba Nyamwasa creció en el sur de Uganda y se convirtió en una de las personas más importantes en el ejército ruandés. Jefe de informaciones militares durante toda la guerra, es percibido como el hombre fuerte después de Kagame en el momento de la victoria militar de la antigua rebelión. Llevó a cabo campañas militares en el noreste del país en los años pos-genocidio. En 2001 fue sustituido a la cabeza del ejército por el general Emmanuel Habyarimana, éste mismo sustituido más tarde por James Kabarebe. Kayumba fue enviado para recibir formación al Reino Unido. En 2004 fue nombrado embajador en la India. Insiders de la política ruandesa han creído siempre que este nombramiento (e incluso su marcha anterior a Inglaterra) era una medida del Presidente Kagame para separar a Kayumba del centro de las actividades político-militares, porque comenzaba a tener bases propias en el núcleo del poder.

En noviembre de 2006, el juez francés Jean-Louis Bruguière emitió un mandato de arresto internacional contra Kayumba y otros ocho altos mandos militares cercanos a Kagame, en el marco de una investigación sobre el atentado contra el avión del Presidente Juvénal Habyarimana, el 6 de abril de 1994 – que desencadenó el genocidio. En febrero de 2008, el juez de instrucción español Fernando Andreu Merelles emitió 40 mandatos de arresto contra oficiales superiores del ejército ruandés (entre ellos Kayumba) por actos de genocidio, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y de terrorismo cometidos en Ruanda y en la RDC entre 1990 y 2002. La justicia española había sido interesada el año 2.000 por familiares de víctimas españolas asesinadas en Ruanda – religiosos y humanitarios – y por organizaciones ruandeses en exilio.

En una entrevista realizada tras su llegada a Suráfrica, el general Kayumba se ha expresado sobre la transformación del régimen de Kagame en una dictadura y sobre su propio compromiso a favor de un Ruanda democrático. Pero si hubiera que hacer una distinción entre halcones y palomas en el interior del núcleo de poder de Kigali, ciertamente éste no es una paloma…

3) Déo Mushayidi

El sábado 6 de marzo, las autoridades ruandesas anunciaron la detención del opositor Déo Mushayidi. Mushayidi, que vivía los últimos meses en Tanzania, había sido detenido por policías tanzanos en la ciudad de Bukova. El 4 de marzo, fue conducido a la frontera burundesa y trasladado por la policía burundesa a Bujumbura. El viernes 5 de marzo, fue extraditado a Ruanda, a pesar de la ausencia de de un mandato de arresto internacional o incluso de cualquier procedimiento judicial contra él, y trasferido a la Oficina de la policía de Kicukiro, en Kigali.

Nacido en 1961 en el sureste de Ruanda, Mushayidi era un superviviente del genocidio. Dejó su puesto de asistente del secretario general del FPR, el mayor Théogène Rudasingwa, en 1995. Se lanzó como periodista en varios periódicos (L’Ere de la Liberté, Imboni…) en los que se dedicó a denunciar las violaciones de los derechos humanos y la corrupción. En 1996, fue elegido presidente de la Asociación de Periodistas de Ruanda (AJIR). Fue también secretario ejecutivo del Centro de promoción de la libertad de expresión y de la tolerancia en la región de los Grandes Lagos. En el año 2.000, perseguido y difamado por los medios gubernamentales, pidió y obtuvo asilo en Bélgica.

En Bélgica se comprometió en una serie de movimientos políticos, entre ellos la corriente monárquica, Alianza por la Democracia y la Reconciliación (ADRN Igihango) y el Partenariat Intwari, para crear en 2008 le Pacto de Defensa del Pueblo (PDP) que preside hasta hoy. Se marchó de Bélgica para proseguir sus actividades políticas en países más próximos al territorio ruandés.

Después de su detención, Déo Mushayidi es acusado de estar implicado en los ataques con grandas y de trabajar para Kayumba y Karegeya. Amnistía Internacional ha organizado una acción de urgencia en su favor.

4) Las fisuras en el espejo

Hoy, la primera preocupación del régimen no es la oposición clásica. Cuando se tiene un control casi total de las instituciones legislativas, ejecutivas y judiciales, cuando la prensa independiente ha desaparecido casi totalmente, cuando la parte de la sociedad que no ha sido recuperada explícitamente ha alcanzado un refinamiento extraordinario en el noble arte de la autocensura, cuando se encarna cara a una parte importante de la opinión pública nacional e internacional el fin del genocidio y el retorno a la estabilidad, no se pierden las elecciones. Desde luego no contra Victoire Ingabire que nunca ha tenido una vida pública en Ruanda y que en consecuencia no es conocida por el electorado ruandés. Desde luego no contra Bernard Ntaganda tampoco, que tiene un entorno institucional inestable y fácil de manipular. No se puede ser derrotado por Frank Habineza, aunque trabaje con gentes que provienen del mismo medio del poder, como el primer presidente y uno de los primeros disidentes. Tienen un partido que todavía no existía hace un año y que no se sabe si será reconocido a tiempo para participar en las elecciones.

El Democratic Green Party no va a batir en las urnas al FPR, pero pone nervioso al régimen, porque, entre otros numerosos signos, muestra la pérdida de la cohesión en el seno de la elite ruandesa, el inner circle del poder. Esto no es nuevo, pero la marcha de Kayumba, la detención de Mushayidi y la emergencia del Democratic Green Party son la prueba de que las fisuras que el gobierno ve cuando se mira en el espejo no son visibles solamente para él sino para todo el mundo.

Bajo un baobab, nada crece

Una parte de la problemática de las tensiones en el interior del régimen nada tiene que ver con el contexto específico de Ruanda. Después de la muerte de Fred Rwigema, el segundo día de la lucha armada del FPR en octubre de 1990, Paul Kagame tomó el mando de la rebelión y lo ha mantenido hasta hoy. Era el hombre fuerte durante la guerra y después d la victoria, aunque se contentara los primeros años (1994-2000) de la función de Ministro de Defensa, dejando la cabeza de las instituciones del Estado a Pasteur Bizimungu. Esto no impedía que todo el mundo, en el interior como en el exterior, se percatara que era él el verdadero dirigente del país. Era grandemente apreciado por muchos actores en la comunidad internacional. Tras la caída de la generación de Mobutu, Kagame encarnaba para algunos un nuevo liderazgo africano, con una visión inspiradora, un proyecto movilizador y suficientemente eficaz como para ofrecer resultados palpables y en algunos terrenos hasta espectaculares.

Pero hoy está siguiendo el mismo camino que otros jefes de Estado africanos (Museveni, Mugabe…). Su confianza en sí mismo se traduce en arrogancia y cuando se mira de cerca la impresionante lista de personas clave del FPR (altos mandos militares, ministros, embajadores…) que han abandonado el país, se comprende que su reino ha desarrollado una tendencia autodestructiva, serrando la rama en la que se aposenta. Como Museveni, Mugabe y tantos otros, Kagame se transforma en Rey Sol sin delfín, en baoba bajo el cual nada pueda brotar.

Parte del descontento en el seno del FPR esta basada en un fondo de frustración de gentes que están alrededor del poder sin tener acceso a él. Gentes que pensaban que el FPR podría ser la locomotora que les ayudaría a salir de la pobreza. Aunque vean que otros, con los que han crecido en los campos de refugiados de Uganda, ahora son millonarios, comprueban también que su círculo sigue cerrado para ellos.

La problemática de la exclusión en el seno del poder está desarrollando por otra parte una dimensión generacional. La generación que cogió las armas y ganó la guerra ha tomado en sus manos la gestión del país. Han invertido mucho en la educación de sus hijos e hijas y éstos están regresando al país con un bagaje intelectual y técnico que supera el de la generación de sus padres. Ellos quieren también participar en la gestión del país en primera fila.

La justicia internacional: la espada de Damocles

Los procesos judiciales iniciados por los jueces Jean-Louis Bruguière en Francia y Fernando Andreu Merelles en España han sacudido fuertemente el núcleo del poder ruandés. El gobierno ruandés puede contar con la lealtad de algunos países e instituciones internacionales y esta lealtad se basa al menos parcialmente en un sentimiento de culpabilidad de la comunidad internacional por no haber podido evitar el genocidio (y, francamente, por no haber intentado demasiado evitarlo).

Para mantener esta lealtad, es muy importante que el régimen ruandés tenga en cuenta la lectura que el mundo hace de la historia reciente del país. Desde 1994, el país está gestionado en un clima psicológico en una lógica de vencedores contra perdedores, víctimas contra verdugos, en el que, por ejemplo, se ha puesto en funcionamiento todo un sistema por medio de las jurisdicciones gacaca para tratar los crímenes genocidas contra los tutsi, mientras existe un enorme tabú sobre los cometidos por el FPR desde el inicio de la guerra. Este tabú reduce el efecto positivo que los gacaca habrían podido tener: en lugar de ser un mecanismo que ayude al país a asumir su pasado traumático, los gacaca se han convertido en una estrategia para consolidar el esquema vencedores-víctimas frente a perdedores-culpables.

Evidentemente, las decisiones de Bruguière y de Andreu son muy fastidiosas. Perturban el esquema, enturbian la imagen. Crean múltiples inquietudes entre las gentes concernidas. Aunque sea improbable hoy que los dirigentes actuales de Ruanda sean juzgados en Francia o en España, quizás el esquema no es tan sostenible a medio plazo. No se puede excluir, aunque no sea para mañana, que la cuestión se convierta: “¿Qué es lo que vamos a admitir?”, “¿Qué vamos a sacrificar?”. Y esta cuestión no contribuye mucho a la cohesión. El futuro inmediato de Kayumba es una preocupación fundamental del régimen. ¿Qué va a decir y en qué foro? ¿Qué sucederá si es extraditado a España? De ahí la presión sobre el gobierno surafricano para que sea expulsado a Ruanda.

La implicación de Ruanda en el Congo

Desde 1996, el Congo ocupa un gran lugar en la política exterior de Ruanda. En varios momentos, lo que sucedía en el Congo ha pesado en la cohesión del régimen ruandés como manzana de discordia. Por ejemplo, con ocasión de los enfrentamientos con el ejército ugandés (en 2000 y 2002), Kayumba se oponía a esta confrontación.

Un ejemplo muy reciente ha sido la detención de Laurent Nkunba cuando se inició la operación conjunta Umoja Wetu. La operación estaba dirigida por John Numbi (por parte del Congo) y por James Karebere (por parte de Ruanda) y una de las primeras operaciones de la operación fue la detención de Nkunda, como parte de una estrategia de su sustitución por Bosco Ntaganda a la cabeza del CNDP. Esta detención causó gran animosidad en Ruanda, no solamente en los medios y en los campos de refugiados congoleños ruandófonos en Ruanda, sino también en el ejército. Después de todo, Nkunda había servido en las filas del FPR y elementos del FPR han servido en el ejército de Nkunda. Estas colaboraciones crearon afinidades y lazos de unión muy fuertes.

Gran parte de la importancia del Congo para Ruanda se encuentra, claro está, en el tráfico ilegal de los recursos del Congo por Ruanda. Este tráfico se realizaba fuera del control del Estado congoleño (evidentemente), pero también en buena parte fuera del control del Estado ruandés, aunque sirviera los intereses de personas-clave en el paisaje político-militar de Ruanda. Estos intereses mercantiles pueden ser divergentes y tampoco contribuyen necesariamente a la cohesión del poder. En parte es en función de este factor como hay que comprender el nerviosismo entorno a la obligación actual de los dirigentes ruandeses de presentar de manera transparente sus posesiones e ingresos.

Ligada directamente a la implicación ruandesa en el Congo está la problemática de los militares desmovilizados. Ahora, cuando una presencia directa en el Congo ya no es una opción, Ruanda se ve confrontado a un ejército excesivamente voluminoso. Una parte de de este excedente de soldados puede ser desplegada en el marco de la UA, pero evidentemente hay límites para ello. El resto debe ser desmovilizado y muchos de estos ex-soldados se sienten fundamentalmente abandonados por el régimen que han defendido a menudo en circunstancias muy duras
.

La fisura lingüística

Ya conocemos la tensión lingüística: el FPR ha introducido en Ruanda el inglés, ya que las rebelión estaba dirigida por personas que habían crecido en Uganda. El hecho de que alcanzaran el poder dio al inglés un lugar mucho más importante en la vida pública del país de lo que podría pensarse sobre la base del número de personas que lo hablaban. Con el transcurso de los años hemos visto que la balance se inclinaba gradualmente a favor del inglés, lo que iba en paralelo con un sentimiento de discriminación en algunos medios francófonos.

El momento decisivo ha sido el reconocimiento del inglés a finales de 2008 como lengua oficial de la enseñanza. Para algunos se trataba de una decisión visionaria que desenclava el país para ligarlo a realidades regionales, continentales y mundiales. Para otros, era una decisión que encerraba la ambición de un régimen minoritario para monopolizar la comunicación y la vida intelectual del país, controlar la juventud, reescribir la historia y, finalmente, tomar posesión de la memoria colectiva.

Pero, independientemente de ángulo del que se mire esta problemática, es evidente que esta decisión ha reforzado a unos y ha marginado a otros. Contribuye a la división que ya existía entre el medio surgido de Uganda, que suministra miembros al núcleo del régimen, y el resto o los supervivientes del genocidio se encuentran en una situación que es todavía más inconfortable que las quienes han regresado de Burundi o del Congo en 1994.

La estructura clánica del poder

Muchos ven en la estructura clánica en torno a la familia real ruandesa, aunque ésta no reine desde hace más de medio siglo, que el movimiento monárquico en torno al Rey Kigali V (actualmente en los EEUU) sigue desempeñando un rol político y tiene la ambición de participar en la gestión del país. Algunos analistas ruandeses subrayan que los clanes dinásticos forman parte importante de la identidad de varias personas de la escena política actual. Así, la tensión ancestral entre los banyiginya y los bega constituiría una de las fisuras que nos permiten comprender mejor lo que sucede en el interior del poder: Kagame es mwega, mientras Kayumba, Karegeya, Nyetera, Kazura, Sebarenzi y otros pertenecen a los banyiginya.

No domino suficientemente esta materia para comprender en qué medida le esquema clánico desempeña un rol real en la situación actual, pero, al menos, deseaba mencionarlo.

Conclusión: más preguntas que respuestas

¿Se vive una crisis del régimen ruandés? Es muy posible. A la vista de las exageradas reacciones de las autoridades ante situaciones nuevas, tenemos la impresión de que el mismo régimen se lo cree, aunque las autoridades repitan incesantemente en declaraciones que tienen todo bajo control. ¿Nos encaminamos hacia un fin del reinado del FPR? He encontrado a muchos que lo esperan, pero eso está por ver. Aunque creo que el gobierno ruandés no está resolviendo los problemas del país hacia una solución duradera, me parece evidente que el sistema de control que ha establecido, basado en una cultura del silencio y en una tradición de obediencia a la autoridad sigue siendo sólido. ¿Estamos ante una nueva implosión del país? Recemos para que no sea así. Es difícil imaginar lo que Ruanda y los ruandeses fueran a ganar con ello y esta implosión tendría consecuencias graves para toda la región; para el proceso de paz de Burundi, precioso pero frágil, por ejemplo; o para la población del este de Congo que ha asistido a muchos cambios desde la operación Umoja Wetu, sin que ello haya creado perspectivas de una paz duradera.

Lo que es seguro es que la cosas no van bien. Las gentes no hacen referencias al clima preelectoral de 2003; comparan la situación actual a la de 1993. Las granadas han causado miedo. La pregunta: « ¿quién las ha arrojado? » sigue sin respuesta. Victoire Ingabire y los presidentes de los otros partidos de oposición desean un proceso electoral realmente libre y transparente. Para ellos, el clima actual es contraproducente. ¿Kayumba? Hay muchos precedentes en la historia de África postcolonial en que generales han intentado tomar el poder, pero no recuerdo ningún caso en que hubieran comenzado su conquista lanzando granadas en una parada de autobús. ¿Las FDLR? He regresado hace poco de la RDCongo. Tengo la impresión de que las FDLR tenían otras preocupaciones. ¿Déo Mushayidi? ¿Desmovilizados frustrados? ¿Gentes enfadadas con Sarkozy que consideraban que no debía haber viajado para recibir la absolución, como algunos me lo han sugerido? No me parece probable. Pero no hay explicaciones probables. Entre las explicaciones menos improbables está la convicción de muchos de que el mismo régimen ha organizado los atentados para crear un clima que le permita detener e intimidar los ciudadanos. Me he encontrado con muchas personas que tenían miedo, otras que tenían tanto miedo que yo no he podido verlas porque no se atrevían a encontrase conmigo.

La situación electoral sigue siendo volátil. Es difícil prever lo que Ruanda será durante y después de las elecciones si la oposición permanece amordazada, hostigada o aniquilada. Es importante que el régimen ruandés reciba señales de la comunidad internacional en el sentido de que debe detener esta intimidación. En la hora actual, esta comunidad internacional da la impresión de no preocuparse en absoluto. Parece creer que las tensiones preelectorales eran previsibles, que la situación está bajo control, que el nerviosismo aumentará quizá todavía un poco más de aquí a las elecciones, pero que finalmente Kagame las ganará con una mayoría confortable e incluso aplastante. Después, esta misma comunidad proseguirá su business as usual. Es un poco pobre como análisis, es una subestimación del potencial desestabilizador de la situación actual y se hace un muy mal servicio a la democratización de Ruanda a medio y largo plazo.

En lo que a nosotros concierne, debemos recomendar a la comunidad internacional que presione al régimen para que adopte medidas a favor de la estabilidad política en Ruanda y a favor de la celebración de unas elecciones libres y transparentes. Esas presiones consisten concretamente en:

• empujar el régimen a que no boicotee la inscripción/registro de los partidos de la oposición, a que no les impida trabajar en la base, a que no los desmantele.

• detener los hostigamientos políticos y policiales contra los líderes y miembros de la oposición.

• pedir al gobierno que no utilice los medios de comunicación públicos para la diabolización de sus opositores

• exigir la publicación de la nueva ley electoral así como la constitución de una comisión electoral independiente.

• desplegar sin tardar una comisión internacional de observadores electorales.

Más allá del inmediato proceso electoral, es muy importante que el FPR de un vuelco a su dinámica de encerramiento y exclusión y trabaje hacia una solución duradera de los diferentes antagonismos, pero esto cae fuera del tema de mi misión en Ruanda de marzo. EurAc volverá sobre esta cuestión en un documento próximo.

Kris BERWOUTS
Director EurAc
21 de marzo de 2010

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Kris Berwouts, Director EurAc Informe, Marzo 2010

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