Analistas de las relaciones internacionales, como Denis Owiny, dicen que EE. UU. puede realinear sus políticas exteriores invirtiendo en la democracia, la infraestructura y la seguridad de África. Agrega que China y EE. UU. no son amigos de África, pero los países africanos pueden beneficiarse de la competencia entre las grandes potencias.
Durante varias décadas, Washington ha tratado a África como un problema que debe resolver, pero no como un socio estratégico con el que puede comerciar. Las inversiones de Washington en África se centraron en responder a los desafíos humanitarios, climáticos y de inseguridad, dejando de lado los sectores críticos de desarrollo de energía e infraestructura. A medida que la competencia de grandes potencias entre China y EE. UU. se arraiga en África, Washington se dio cuenta de que Beijing lo había superado.
La influencia de Estados Unidos en África ha disminuido significativamente a medida que los países africanos envalentonados se vuelven bruscamente hacia Beijing. Los errores de cálculo de Washington fueron asumir que podía intimidar infinitamente a los países africanos para que preservaran sus intereses de seguridad global sin priorizar sus necesidades. Washington vigiló a los líderes africanos para que vivieran los ideales estadounidenses.
Al mismo tiempo, China se posicionó como amigo de África, invirtiendo en una gran cantidad de programas en todo el continente a través de la Iniciativa “Belt and Road”. Las políticas de EE. UU. en África se han centrado en la lucha contra el terrorismo, principalmente realizando entrenamiento militar y proporcionando venta de armas para promover la seguridad nacional de EE. UU., prestando menos atención a las necesidades de infraestructura y gobernanza de África. Esta desalineación de las políticas ha provocado que Washington se quede atrás de Beijing, ya que las dos economías más grandes compiten por el dominio en África.
Se necesitará algo más que visitas de funcionarios gubernamentales estadounidenses de alto perfil a África para librarla de las garras de China. Washington envió a la vicepresidenta Kamala Harris a una visita de una semana a África en abril para advertir a los líderes africanos que “China no es su amiga; somos nostros«. De pie en el Castillo de Cape Coast, en Ghana, reiteró el importante papel que los africanos esclavizados desempeñaron en el movimiento de derechos civiles en los EE. UU.
EE. UU y China, como Rusia y la UE, no son amigos de África porque no han llegado todavía a firmar e implementar acuerdos de cooperación real en el comercio financiero, tecnológico, agrícola, sanitario y digital que sean beneficiosos para ambas partes. Por ahora, las grandes potencias explotan y saquean los abundantes recursos humanos, naturales y minerales de África, incluso por medio de la venta de armas a grupos radicales. Los gobiernos africanos lo saben muy bien, y algunos ya han comenzado y exigir sus derechos y la participación justa en la elaboración de los productos locales y en el reparto de los beneficios.
El papa Francisco dijo al Consejo de Seguridad de la ONU:
“En el mundo globalizado de hoy, todos estamos más cerca, pero no por eso somos más hermanos. Es más, sufrimos una falta de fraternidad que se hace visible en las abundantes situaciones de injusticia, pobreza y desigualdad, y por la falta de una cultura de la solidaridad. «Las nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del “descarte”, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de cuantos son considerados “inútiles”. Pero el peor efecto de esta carestía de fraternidad son los conflictos armados y las guerras, que no sólo enemistan a las personas, sino también a pueblos enteros, cuyas consecuencias negativas repercuten por generaciones.
Ha llegado el tiempo para decir seriamente “no” a la guerra, para afirmar que las guerras no son justas, sólo la paz es justa; una paz estable y duradera, no construida sobre el equilibrio tambaleante de la disuasión, sino sobre la fraternidad que nos une.
Todavía estamos a tiempo para escribir un capítulo de paz en la historia. Podemos lograrlo haciendo que la guerra pertenezca al pasado y no al futuro. Los debates en el seno de este Consejo de Seguridad están ordenados y sirven a este propósito. Quisiera insistir una vez más en una palabra que me gusta repetir porque la considero decisiva: fraternidad. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera». (14-6-2023)
Trabajar por el desarrollo sostenible de nuestros pueblos y por la paz mundial debería ser el objetivo prioritario de toda política económica de nuestros gobiernos.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]