El papa Francisco, en su duro discurso, ha citado que «el veneno de la avaricia ha ensangrentado los diamantes«, en referencia a las minas de esta piedra preciosa, donde se esclaviza y mueren muchos de sus trabajadores, muchos de ellos niños.
Francisco ha reclamado:
«Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca. Sin embargo, este país y este continente merecen ser respetados y escuchados, merecen espacio y atención».
«Quitad las manos de la República Democrática del Congo. Quitad las manos de África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear».
«Que África sea protagonista de su propio destino. Que el mundo recuerde los desastres cometidos a lo largo de los siglos en detrimento de las poblaciones locales y no se olvide de este país y de este continente».
Tras haberse reunido con el presidente del país, Félix Tshisekedi y haber escuchado su discurso, el pontífice ha lamentado la historia de décadas de guerra en este país que ha causado millones de muertos, «un genocidio«, según lo ha definido, y ha alentado a que se mantengan «con hechos» los procesos de paz que están en marcha:
«La República Democrática del Congo, atormentada por la guerra, sigue sufriendo, dentro de sus fronteras, conflictos y migraciones forzosas y continúa padeciendo terribles formas de explotación, indignas del hombre y de la creación. Este inmenso país lleno de vida, este diafragma de África, golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago, pareciera desde hace tiempo que está sin aliento«.
Y, ante el recrudecimiento de la violencia en los últimos meses en el país, sobre todo en el este, en la frontera con Ruanda, con los enfrentamientos con grupos armados como el rebelde Movimiento 23 de marzo (M23), el papa ha pedido a los congoleños «que la violencia y el odio no tengan ya cabida en el corazón ni en los labios de nadie, porque son sentimientos antihumanos y anticristianos que paralizan el desarrollo y hacen retroceder hacia un pasado oscuro«.
El papa también ha pedido evitar caer «en el tribalismo y la contraposición. Tomar partido obstinadamente por la propia etnia o por intereses particulares, alimentando espirales de odio y violencia«.
Además, tras recordar el mal de la corrupción, ha invitado a la clase política «a actuar con transparencia, ejerciendo el cargo recibido como un medio para servir a la sociedad» y «favorecer la celebración de elecciones libres, transparentes y creíbles; ampliar aún más la participación en los procesos de paz a las mujeres, los jóvenes y los grupos marginados«.
El Papa, ante casi dos millones de fieles, aboga por ser misioneros de paz y de fraternidad:
«El camino es compartir con los pobres. Este es el mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y ser violentos«.
El segundo día del Papa Francisco en Congo arrancó con un nuevo baño de multitudes. Porque nadie discute la figura de este Papa que, en su primera homilía en este difícil viaje a África vinculó la fe con la unidad, la paz con el Evangelio: «No hay cristianismo sin comunidad, no hay paz sin fraternidad«.
El rito zaireño, marcado por las danzas y la música (incluidas las guitarras eléctricas, fusionadas con los tambores tradicionales), y tan alejado de los rigores estéticos de Occidente, hizo de una ceremonia larga algo emocionante. Casi se hizo corta. En primera fila, el presidente, bautizado católico, pero converso al protestantismo, junto a su mujer, aplaudía, cantaba y celebraba como uno más. Ese ecumenismo real que puede más que los ritos.
Esto mismo ocurre, también hoy, también en Congo. «El Señor nos asombra, nos tiende la mano cuando estamos a punto de hundirnos, nos levanta cuando tocamos fondo«, explicó, llamando a los cristianos a la responsabilidad.
Finalmente, «la misión». «Hermanos, hermanas, estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz. Es una decisión; es hacer sitio en nuestros corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo«. «Decidamos ser testigos de perdón, protagonistas en la comunidad, personas en misión de paz en el mundo«.
Lázaro Bustince
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