Mirando a la situación de las cárceles, tanto en África como en gran parte del mundo, es difícil dar buenas noticias debido a los graves y crueles abusos de la dignidad y derechos humanos que tienen lugar constantemente. Al mismo tiempo, conviene aclarar que no se debe generalizar estos abusos de derechos humanos y de torturas, a todas las cárceles, ya sean africanas o de otros continentes.
En relación con África, según se desprende de los datos del último informe del Índice Ibrahim de Gobernanza Africana, que realiza la Fundación Mo Ibrahim, si bien la gobernanza africana ha mejorado en la última década (2010-2019), principalmente debido a avances en materia de oportunidades económicas y desarrollo humano, el progreso se ha visto ralentizado durante los últimos cinco años, empeorando por primera vez, en casi una década.
El deterioro se debe a la caída de los indicadores en las áreas de DD.HH. y participación e inclusión, así como en los relativos a seguridad y Estado de derecho. De forma específica, el informe señala que, si bien el continente ha ido avanzando en materia de buena gobernanza, la amenaza que representa el deterioro de la situación de seguridad cada vez más precaria, así como la erosión de los DD.HH. y del espacio de participación cívico y democrático, pueden poner en riesgo los avances conseguidos.
Otro factor que ha contribuido al aumento de la inseguridad, desempleo y abuso de derechos humanos, ha sido la pandemia de la covid 19, que ha ralentizado el progreso que estaba experimentado el continente africano.
Algunos países africanos, gobernados por dictadores, como Uganda, Ruanda, Sudán, Etiopía, RDC, etc., presentan un cuadro de serios abusos de derechos humanos hacia todos los grupos y movimientos sociales que critican los abusos de poder y el saqueo de recursos.
Mkpeanebari fue arrestado en 2018 en Nigeria, justo tres días antes de que naciera su hijo. Después de tres años en la cárcel, y si ningún juicio, falleció en su celda. Alrededor del 75 % de los encarcelados en Nigeria, siguen esperando un juicio.
Ishaq Khalid, de la BBC, informa como algunos prisioneros en las cárceles de Nigeria, denuncian experiencias horríficas, como: masificación, torturas y tratamiento violento en las mismas celdas.
El alto índice de encarcelamiento en Ruanda se intenta explicar por la situación del país tras el genocidio de 1994, aunque no se puede justificar las torturas de Victoire Ingabire, líder de la oposición, e incluso muertes de presos en sus celdas, como la del músico Kizito Mihigo. Existe ahora una situación de emergencia para Paul Rusesabagina, actor en “Hotel Ruanda”, a quien, según su familia, se le niega comida y agua en la cárcel de Ruanda.
En África del Sur se intenta culpar de los malos tratos en las cárceles y abusos de derechos humanos a la herencia del apartheid, como si fuera una justificación.
En Uganda, donde los arrestos y persecución de los líderes de la oposición política, como Kizza Besigye, Boby Wine y otros, que pasan más tiempo arrestados que en libertad, es ya crónica durante la dictadura de Museveni, tanto que algunos se ven obligados a salir de su país, mientras que la mayoría de movimientos sociales, particularmente de jóvenes, estudiantes y de mujeres, siguen exigiendo con valentía una gobernanza más ética y para el bien común.
La destrucción más horrible: los genocidios
La opresión más brutal y cruel de toda dignidad y derechos humanos, sin embargo, son los genocidios que estamos observando ahora, en pleno siglo XXI, en Etiopía y en Ucrania, donde se cometen cada día horrendos crímenes contra la humanidad.
El llegar a tales niveles de crueldad humana y de barbarie social nos debe sacudir a todos y obligarnos a analizar las razones de cómo hemos podido llegar a tales terribles comportamientos, que ni siquiera los animales pueden cometer, para luego tomar las actitudes correctas y los compromisos conjuntos necesarios.
De nuevo, no podemos dejar tan relevante y urgente tarea en manos de los gobernantes políticos y de las multinacionales. Si seguimos no tomando la iniciativa y el poder, los grupos de académicos, profesionales, movimientos sociales de trabajadores, mujeres y jóvenes, para promover una gobernanza y gestión de recursos más participativa y ética, para el Bien común, no lo hará nadie. Es necesario tomar de nuevo en nuestras manos el poder del pueblo, guiados por principios éticos y valores humanos para salvar la Humanidad y el Planeta.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]