Los pueblos de Ucrania sufren los ataques mortales, impuestos por crueles dictadores rusos. Somos también conscientes de que los líderes criminales de Moscú no son los únicos responsables, y recordamos que semejantes crímenes contra la Humanidad, continúan en otros países del globo, como Etiopía, Sudán, Somalia, Siria, Hong Kong…
El superior general de los Carmelitas Descalzos, el español Miguel Márquez Calle, escribía a toda la Orden para expresar la cercanía al pueblo ucraniano y a las comunidades carmelitas en el país: “Hoy todos nosotros somos Ucrania”, decía.
Ciertamente acompañamos a toda la sociedad ucraniana con nuestra acogida de sus desplazados, nuestra solidaridad de servicios y nuestra cercanía para exigir el fin de este crimen contra su pueblo.
Todos nos identificamos con las personas que sufren esta invasión cruel y criminal, pero también tenemos todos cierta responsabilidad, y somos cómplices de tales injusticias, cada vez que aceptamos cualquier abuso del poder y de los recursos nacionales en nuestra propia sociedad, instituciones, incluso religiosas, y en el mundo.
Así que podríamos decir: “Todos somos Ucrania y todos somos también responsables de esta cruel invasión”, como lo somos de todo abuso de la dignidad y de los derechos humanos que sufren tantas víctimas por todo el mundo.
Tan relevante como nuestra solidaridad con los pueblos y personas que están sufriendo semejantes crueles ataques es nuestro compromiso conjunto para afrontar cualquier abuso de poder, de recursos y de derechos humanos, ante todo de menores, porque ahí reside la raíz de tanta crueldad, como estamos encontrando en algunos dictadores, líderes y grupos radicales cada día que pasa.
Amnistía Internacional ha denunciado este pasado viernes que la invasión rusa de Ucrania se «ha caracterizado por los ataques indiscriminados contra zonas civiles y los ataques contra bienes protegidos, como los hospitales«.
Todos los jefes de gobiernos occidentales y de todos los continentes han pronunciado condenas enérgicas de esta bárbara invasión sobre el pueblo de Ucrania y su libertad democrática. Pero estas declaraciones son insuficientes para promover un cambio real.
Estas declaraciones sobre la cruel invasión de un país soberano son normales, pero no cuestionan las raíces de semejante abuso de poder dictatorial y militar.
¿De dónde proviene semejante actitud intransigente y de radical confrontación con otras culturas, formas de gobierno, razas y religión? ¿Por qué nuestra sociedad acepta tan fácilmente los abusos de la dignidad humana y de los derechos humanos en nuestros propios países? ¿Cómo seguimos aceptando los abusos de poder y el acaparamiento de recursos y bienes, como las vacunas, la patria, la democracia, por los poderosos y crueles jefes militares?
Retos tan importantes y globales como el hambre, la pandemia o los abusos de poder y recursos de tantos gobiernos dictatoriales nos deberían despertar de nuestra pasividad o indiferencia para llevarnos a un compromiso serio y conjunto, buscando gobernanzas y gestión de bienes más justas y participativas para promover el bien común.
La mayoría de los líderes de la UE y de EE.UU. han delatado su gran fragilidad ante los graves retos sociales: muchos discursos y reuniones pero muy escaso compromiso serio, conjunto y contundente. Y los dictadores poderosos lo saben y se aprovechan.
Las manifestaciones pacíficas pero valientes en Rusia de tantos ciudadanos-as en contra de la violenta invasión de Ucrania deberían inspirarnos a otros países para seguir su ejemplo y luchar por gobiernos más responsables, comprometidos y éticos, que deseamos para nuestra convivencia social.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]