Tratar el islam de forma científica y evitando dejarse llevar por estereotipos engañosos es una tarea compleja que la profesora y traductora de árabe de la Universidad Autónoma de Madrid Luz Gómez ha sabido hacer sabiamente y de una forma magistral en su reciente libro Entre la sharía y la yihad: una historia intelectual del islamismo.
Tras hacer una serie de necesarios matices lingüísticos acerca del islam y de distinguir entre las corrientes suníes y chiíes, realiza una distinción entre el islamismo y la reislamización, es decir, entre una práctica más política tendente a un cambio revolucionario de la estructura social y estatal (ello no significa que sea de forma violenta) para volver al modelo que establece la sharía (es decir, las normas que rigen el camino recto según el islam), y otra práctica que pretende lograr un resultado similar, si bien no a través del cambio revolucionario, sino mediante la prédica o proselitismo, el ejercicio para convencer a los demás de que el camino de uno es el mejor (dawa). Para uno el Estado islámico es un medio para alcanzar la hakimiya, es decir, la soberanía de Dios sobre la vida mundana, evitando así la yahiliyá(es decir, la soberanía del hombre sobre todas las cosas en sustitución de Dios); mientras que para la otra el fin es el Estado islámico en sí, por lo cual no tienen prisa por alcanzarlo (al contrario que el islamismo) y prefieren preparar a la población a través de la predicación para que, una vez se alcance el Estado islámico, éste perdure.
También analiza como el islamismo ha ido cambiando desde un reformismo de reminiscencias europeas en el siglo XIX hacia modelos más radicales y que rechazan la influencia occidental, como el islamismo de los Hermanos Musulmanes (movimiento fundado en Egipto en 1928), que durante décadas rechazó el partidismo hasta que fundó el suyo propio en Egipto durante las así llamadas primaveras árabes de 2011, el Partido de la Libertad y la Justicia. Otro ejemplo sería el salafismo, muy relacionado con el wahabismo (corriente religiosa asociada desde el siglo XVIII a los jefes, y posteriormente reyes, de la dinastía saudí), que promueve una lectura estricta del Corán y los hadices (dichos y hechos del Profeta), prescindiendo de toda interpretación intermedia o ichtihad.
Asimismo, el radicalismo también se manifestaría en el takfirismo, que aplicaría la dinámica de al-walá’ wa-l-bará’(alianza/ruptura), por la cual se garantiza la amistad con aquellos que sigan la senda recta del musulmán, pero si estos aliados cometen un acto que es contrario a esos mismos principios de rectitud del islam, entonces debe romperse toda alianza con ellos e iniciar hostilidades para devolverlos a la senda del buen musulmán (siempre teniendo en consideración lo que el takfirismo considera que es lo correcto). Este movimiento, además, se arroga la potestad de poder designar quién es infiel o no a Dios.
A su vez, Gómez recalca cómo se ha ido evolucionando de una interpretación del Corán y los hadices en la que los ulemas o sacerdotes juristas (en este sentido tiene gran importancia la Universidad de al-Azhar, en El Cairo, considerada la principal institución del islam suní y su doctrina, y en la que se han formado algunos de los ulemas más importantes) han establecido una interpretación de los textos sagrados y una doctrina a partir de ellos (fiqh) que se debe seguir sin posibilidad de alteración en virtud del principio del taqlid, a un momento en el que religiosos sin formación coránica académica han realizado su propia exégesis o escrito interpretativo de los textos sagrados (tafsir), mucho más accesible al público general, democratizando así el estudio e interpretación de los textos sagrados. De hecho, se ha llegado a un momento en el que se ha desvirtuado esta interpretación, convirtiéndose en un fenómeno de masas con religiosos que utilizan un árabe muy coloquial y que cuentan con un elevado número de seguidores gracias a grabaciones, programas de radio o programas de televisión de cadenas como la muy conocida al-Jazeera, creada en Qatar en 1996.
Reflexiona sobre una serie de conceptos relacionados con el islam, como la hisba, que es el deber de evitar comportamientos considerados reprobables, y que para ciertas escuelas justificaría el derrocamiento de un gobernante injusto; maslaha, que justifica determinadas medidas en el ámbito político para servir al interés general de la comunidad musulmana (la umma sería la comunidad de todos los musulmanes del mundo); y sobre todo el concepto de yihad. Según Gómez, la yihad ciertamente consiste en un esfuerzo individual o colectivo que puede ser de carácter bélico, violento, pero no necesariamente es para extender la fe, y originalmente estaba destinado a la lucha contra el politeísmo, no contra otras religiones monoteístas como el cristianismo, si bien ha ido degenerando su significado original como consecuencia de las distintas interpretaciones que de él han hecho diferentes movimientos.
Asimismo, la yihad como la entendemos habría tenido sus inicios en las yamaat o agrupaciones islámicas universitarias creadas en Egipto en tiempos del presidente Sadat, que propugnaban replegarse y formar una comunidad aislada en un territorio concreto, que sería su base (qaeda), desde la cual irían extendiendo su modelo al resto del Estado cuya estructura quisieran modificar para dar más peso a la sharía. Se distinguirían a su vez cuatro etapas del yihadismo: el yihadismo guevarista, más relacionado con las yamaat; el yihadismo internacionalista, fomentado indirectamente por Arabia Saudí y partiendo de la experiencia de los muyahidines que habían luchado contra los soviéticos en Afganistán entre 1979 y 1988; el yihadismo global, cuyo surgimiento lo observamos en los atentados del 11 de septiembre de 2001; y el yihadismo glocalizado, ejemplificado por el caso del DAESH en Siria e Iraq.
En términos sencillos, las diferencias entre estos tipos de yihadismo vendrían marcadas por la evolución del primero al último, pasando progresivamente de un movimiento monopolizado por un grupo reducido de personas, una élite, que trataría de extenderse desde una base bien determinada geográficamente hacia el resto del Estado que quieren cambiar, respetando sus fronteras, a otro movimiento más amplio, que trata de atraer al mayor número de personas posible, de todas las partes del mundo, y que no se limita a las fronteras de un Estado concreto, sino que pretende extenderse a todo el mundo, que rechaza las fronteras como impuestas por potencias extranjeras, y que defiende una vinculación a la base que no tiene que ser necesariamente presencial, sino que también puede ser virtual. A este último caso podrían adscribirse, en África, los grupos yihadistas de Boko Haram, que se ha extendido a más países aparte de Nigeria (norte del país), como Chad (y que se hicieron famosos por el secuestro de 200 niñas en Nigeria, si bien ahora su influencia se ha reducido considerablemente), y de al-Shabbaab en Somalia, que también ha amenazado la integridad de Estados como Kenya o Uganda.
Así pues, leer este libro de poco más de 300 páginas proporciona una mayor amplitud de miras a la hora de juzgar el islam, así como de los movimientos islámicos que se han sucedido a lo largo de la Historia, sin juzgarlos únicamente como extremistas o yihadistas, desconociendo los mil matices que se hallan dentro de estos conceptos.
Félix Núñez Ruiz
Entre la sharía y la yihad: una historia intelectual del islamismo(2018), de Luz Gómez, Editorial Catarata.
[CIDAF – UCM]
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