“Más vale ser un ateo sincero que un musulmán hipócrita” es el llamativo título de un artículo de Malik Bezouh aparecido el 31 del pasado mes de marzo en Saphirnews, sitio en línea que trata de la actualidad de los musulmanes en Francia. Otro escritor, Ali A. Rizvi, canadiense de origen pakistaní que se interesa por los musulmanes que abandonan su fe, escribió en 2016 una especie de autobiografía, “El ateo musulmán: un viaje de la religión a la razón”. ¿Ateo musulmán? “¿Puedes ser musulmán siendo ateo?”, se preguntaba ya en 2018 Shuja Haider, estadounidense, también de origen pakistaní, escritor, músico y uno de los editores de Viewpoint Magazine, en un artículo publicado por el periódico británico The Guardian. Es un tema que siempre me ha interesado: ¿Puede un ateo ser musulmán, cristiano o judío? He vivido largo tiempo cerca de las ruinas del anfiteatro de Cartago, donde docenas de cristianos fueron masacrados acusados de no tener “religión” (la del Estado, naturalmente), de ser “ateos cristianos” habrían dicho hoy. También hace algunos años participé en un diálogo a distancia en el que se trataba de responder a una pregunta de Raimundo Panikkar, “¿Se puede ser musulmán o cristiano sin asumir en cierta medida las culturas semita y griega?” Y he dudado a menudo de que haya que adherirse a una religión (la “cristiana” en mi caso) para ser un buen discípulo de Jesucristo. ¿No es acaso la religión un fenómeno socio-cultural más que espiritual? Toda religión crea cultura. ¿En qué medida se identifican? Un gran amigo, palestino y cristiano convencido, suele definirse como “cristiano de cultura musulmana”. Uno de estos días voy a llamarle “musulmán-cristiano”, a ver cómo reacciona. Y ¿no podría yo mismo definirme como ateo-cristiano, puesto que no creo en el “dios” de los deístas, pero sí en el “Dios” absolutamente impensable e indecible que viene a mi encuentro en Jesús de Nazaret? ¿Por qué debiera extrañarme si algunos musulmanes se declaran “ateos musulmanes”?
Sobre el fenómeno de los musulmanes que abandonan el Islam se ha escrito muchísimo desde hace tiempo y desde múltiples ángulos. “Aumenta en América el número de exmusulmanes”, titulaba The Economist en 2018, “pero tampoco en la tierra de la libertad es fácil la apostasía”. “India ve la emergencia de un movimiento de exmusulmanes”, escribió Tufail Ahamad en Firstpost en 2000, apuntando al extremismo yihadista como una de sus causas. En mayo de 2003 se publicó “Abandonar el Islam”, libro editado por Ibn Warraq. En las redes sociales, se puede comenzar con, entre otros, la reacción en twitter de Tarek Fatah, el 14 de septiembre 2019, a la pregunta “Por qué jóvenes musulmanes abandonan el Islam”. En YouTube se puede ver “Rescuing ExMuslims: Leaving Islam”. La misma Wikipedia nos ofrece una “List of former Muslims”, que aunque no sea de fiar, coloca en listas diferentes, –y esto es muy apropiado–, a quienes abandonan el Islam para hacerse “ateos”, “agnósticos”, “deístas” y “sin religión”. Y es que “En Islam hay más de una manera de ser ateo”, escribía en 2014 en The Guardian la escritora sudanesa Nesrine Malik. En una sociedad musulmana, una cosa es no creer y seguir haciendo una vida normal, aun mordiéndose a menudo la lengua, y otra declararse como exmusulmán, lo que equivale a una declaración formal religiosa, cultural y política. “Para el gobierno saudí, no creer en Dios y luchar en su nombre, aun siendo posicionamientos opuestos, son una misma amenaza”. Malik se refería a la recién aprobada ley sobre el terrorismo que colocaba en el mismo saco a ateos y a yihadistas que habían ido a luchar en Siria. En 2019, un sondeo Gallup indicó que el 19 % de los saudíes se consideraban “no religiosos” y un 5 % “ateos”. Como Edward Said (palestino cristiano), explicaba en “The Other Arab Muslims”: “Islam es una religión pero también una cultura… Creyentes y no creyentes están profundamente influenciados, –tal vez sería mejor decir moldeados– por el Corán”.
Citando el Corán y al ilustre pensador Al-Ghazali (1058-1111), Malik Bezouh, en su “Más vale ser un ateo sincero que un musulmán hipócrita”, intenta justificar al musulmán “ateo sincero”. El ser humano es un animal mimético, preocupado por imitar el comportamiento de su entorno a fin de no sentirse rechazado. “En cada humano se esconde un cordero”. Por ello “el pensamiento crítico es ante todo un pensar contra sí mismo”. Según el Islam, el acto de fe tiene que ser un acto libre y surgir de un corazón libre. No lo es si se limita a seguir el pensar de la masa, haciéndose así “hipócrita”, algo que el ateo sincero no es.
Más concreta y ceñida a la realidad del “musulmán ateo” es la vivencia narrada por Shuja Haider (“¿Puedes ser musulmán siendo ateo?”) que me permito resumir. Según Haider, la escena ocurrió hace dos años, cuando Trump acababa de prohibir la entrada en USA de ciudadanos musulmanes de algunos países. Haider fue a una tienda regentada por musulmanes yemeníes, de los que era muy conocido. Pero esta vez, algo que nunca ocurría, el tendero le preguntó: ¿Eres musulmán? “Siendo no creyente, dudé ante su pregunta. Alguna vez, haciéndome el travieso, me he dado el gusto de decirles a algunos miembros, los más piadosos, de mi extensa familia, que soy ateo. Pero ese día sentí que lo que me preguntaba tenía poco que ver con la fe religiosa. Lo que me estaba preguntando era si tenía mi familia en uno de los países a los que se les había prohibido la entrada, y si yo, por ni nombre y pasaporte, no estaría en una de las listas secretas que hacen que te examinen en el aeropuerto. Me preguntaba si tenía miedo por mi familia, no a causa del terrorismo interno, sino porque podían ser chivo expiatorio si pedían venir a verme. ‘Sí, soy musulmán’, le respondí. Intercambiamos pues los saludos (salaams). Me preparó entonces mi bocadillo de bacón, huevo y queso, me lo dio, y me fui a tomar el tren”.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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