Revisión del efecto del 11S en el continente africano veinte años después

13/09/2021 | Cultura

11s.jpgDe la influencia tan duradera de Al-Shabaab en Somalia, una de las filiales más populares y ricas de Al-Qaeda, destaca una lección clave después de dos décadas de la “guerra contra el terrorismo” liderada por Estados Unidos: los esfuerzos militares invertidos para contener la influencia del yihadismo apenas han frenado la amenaza del mismo. Es decir, no se ha conseguido parar el yihadismo en las zonas rurales y donde el gobierno está apenas presente. La amenaza del terrorismo sigue siendo la misma que hace veinte años en el país africano.

El intervencionismo militar estadounidense fue una consecuencia de los atentados del 11S en Nueva York. Este hecho sigue proyectando una sombra en muchas partes del continente donde Estado Islámico sigue reclamando el apoyo de filiales en África.

Cabe destacar que en algunas zonas como la cuenca del lago Chad, el Sahel y Somalia, los grupos terroristas no solo ocupan el terreno sino que también ofrecen servicios debido a la falta de presencia de la administración del Estado. No obstante, según opina el periodista Murithi Mutiga, la creciente red de yihadismo en el continente no se debe solamente a la “guerra contra el terror” de Washington sino que “las semillas de la militancia existían desde hace tiempo en muchas partes de África”. Como explica el analista, en la década de 1980 ya había jóvenes que volaban hacia las montañas de Afganistán para unirse a la resistencia antisoviética y que al volver al continente africano se instalaron en Somalia y Sudán principalmente para crear células locales. De hecho, hace ya 23 años Al-Qaeda realizó sus primeros atentados en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania).

Los mensajes que explotan los grupos terroristas para crear militancia no vienen solamente del discurso de cómo las autoridades intentan reprimir el islamismo, sino también de discursos que hacen referencia al acceso a la tierra, a los recursos, a la identidad y a la mala gobernanza en general. Así, la respuesta por parte de Occidente del 11S propició la creación de un nuevo discurso ideológico que explotaron los grupos terroristas para aludir a la rabia que ya tenían las comunidades descontentas africanas. De esta forma, Mutiga explica que los grupos terroristas “se apropiaron de la retórica del ‘nosotros contra ellos’ en su beneficio y encendieron un movimiento yihadista interconectado y unido por objetivos comunes”.

Los líderes africanos, en países como Somalia, Nigeria, Kenia o Malí, han reaccionado con mano dura a la amenaza yihadista y se han centrado en luchar contra los avances territoriales que logran las filiales terroristas. De esta manera el conflicto se ha cobrado miles de vidas.

Por otro lado, la política de Bush detrás de la afirmación “la supervivencia de la libertad en nuestra tierra depende cada vez más del éxito de la libertad en otras tierras” también tuvo consecuencias en el continente africano ya que muchos países estaban gobernados por autocracias. Así, la presión occidental a África por tener elecciones libres en muchos países como Etiopía, Sudán, Somalia o Chad, produjo la represión con un grado de violencia nunca visto de protestas locales. La represión gubernamental conllevó a que la simpatía por los grupos terroristas aumentara.

Detrás de todo esto, el autor se pregunta “veinte años después de los atentados del 11-S, ¿cómo puede África garantizar que las próximas dos décadas sean mejores que las anteriores?”. La ONG Crisis Group ha analizado durante estos años el ascenso del terrorismo, en general, y del yihadismo, en particular, y ha podido establecer recomendaciones para paliar el deseo de militar en dichos grupos:

  • Clasificar los distintos grupos armados que se han constituido en nombre del islam para enfocar las respuestas para reprimirlos más eficazmente. Según se piensa, “una mejor comprensión de estos movimientos podría abrir la puerta al diálogo con elementos que podrían ser susceptibles de ser amnistiados y, en ocasiones, incluidos en la política”.
  • Las operaciones de seguridad deben ir acompañados de un esfuerzo político para identificar a los grupos terroristas a nivel local, ya que la falta de compromiso es precisamente lo que refuerza los discursos más radicales.
  • Centrarse en Al-Shabaab, en Somalia, y en Boko Haram, en Nigeria.
  • Parte de la respuesta podría venir de la mano de la descentralización del poder en los países africanos para paliar el vacío de poder en muchas zonas de dichos países.
  • Fomentar la rendición de cuentas y el fortalecimiento de la distribución de servicios a la población más desatendida en estos países.

Fuente: The East African-Imagen: Wikimedia-Flickr Michael Foran.

[Traducción y edición, María Torondel Lara]

[Fundación Sur]


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