Kenneth Kaunda, el rey filósofo que cayó con dignidad

El primer presidente de Zambia fue un líder con defectos, pero su legado de inclusión y unidad africana sobrevive en las estructuras políticas hasta el día de hoy.

Edgar Lungu tenía solo 35 años cuando los 27 años de Kenneth Kaunda en el cargo terminaron en 1991, pero, como todos los presidentes desde entonces, lleva las marcas de la formación política zambiana establecida por Kaunda.

De hecho, Lungu es el primer jefe de Estado, desde que Frederick Chiluba asumiera el poder en 1991, que no ha sido miembro de uno de los gobiernos de Kaunda. La homogeneidad e inclusión de la política de Zambia significa que los partidos cambian de nombre, pero todos tienen una genealogía similar. La política de Zambia con frecuencia se convierte en una elección entre personalidades en lugar de políticas.

En cualquier caso, esas políticas no han cambiado en sus fundamentos desde la independencia en 1964. El país depende de las exportaciones de cobre. Asegurar que la monoeconomía funcione lo suficientemente bien como para proporcionar estabilidad y algo de prosperidad ha sido el objetivo de todos los presidentes.

Pero una clase política en la que todo el mundo conoce a los demás es un subproducto del humanismo de Kaunda, una filosofía social de inclusión casera pero muy elaborada. Lo que Kaunda quiso decir con Humanismo llena varios libros que él escribió, pero consiste en gran parte en una socialdemocracia cristiana que se articula en torno a un principio central de igualdad humana dentro de una unidad nacional constantemente propagada.

Esa unidad fue importante porque Zambia ingresó a la independencia como un compuesto de 72 grupos étnicos indígenas, con 72 idiomas distintos, no dialectos, además de las comunidades blanca e india. Se hizo urgente un año después de la independencia, cuando Rhodesia del Sur, gobernada por una minoría blanca, declaró unilateralmente la independencia, ayudada e instigada por el apartheid de Sudáfrica.

De repente, el sur blanco tomó a la nueva Zambia como rehén. Todas las rutas de transporte de la región, desarrolladas en primera instancia por Cecil Rhodes, iban desde Zambia hacia el sur hasta el mar. La salida del cobre a los mercados mundiales y las importaciones se convirtió en objeto de restricciones económicas administradas por razones racistas.

Para Kaunda, esto planteó un gran problema, ya que la inclusión también se extendió a otros africanos que luchaban por la liberación. El presidente tuvo que correr por la cuerda floja de negociar el acceso al mar sin dejar de estar decidido a albergar a los grupos de liberación que establecieron su sede en el exilio en Lusaka. Debido a esto, la capital de Zambia se convirtió en el objetivo frecuente de incursiones de comandos blancos y ataques aéreos, ya que tanto la Rhodesia blanca como la Sudáfrica blanca buscaron combatientes enemigos y aprovecharon la oportunidad para darle una lección a Kaunda.

Pero él Se mostró reacio a aprender esa lección. Los comentaristas lo llamaron el alto precio de los principios, ya que significaba que la economía nunca pudo desarrollarse. Pero el pueblo de Zambia soportó estoicamente el costo de la lucha contra los estados blancos. Desde 1965 hasta la década de 1980, ya que, aunque Zimbabue llegó al gobierno de la mayoría en 1980, Sudáfrica todavía estaba sujeta al apartheid hasta 1994, casi todos los productos de consumo escaseaban. Se aceptó que la gente no trabajaría, aunque el empleo en sí mismo era escaso, porque tenían que buscar aceite o azúcar para cocinar. Como resultado, la productividad siempre estuvo en un nivel bajo. La electricidad y el agua no eran fiables. El transporte público era, en el mejor de los casos, excéntrico.

De alguna manera, el país se mantuvo unido. Los observadores internacionales vieron en esto los frutos de la sabiduría de Kaunda, sin importar la instalación de un estado de partido único en 1972 y la supresión de los disturbios universitarios en 1971 y 1976, conduciendo el último de ellos al cierre temporal de la universidad, al encarcelamiento de líderes estudiantiles y a la deportación de los conferenciantes blancos que los habían apoyado.

China ya había estado construyendo el ferrocarril Tazara para darle a Zambia una ruta de transporte hacia el mar que no dependía del sur blanco, sino que llegaba al Océano Índico en Dar es Salaam. Nunca funcionó a su capacidad prevista, pero China mantuvo un gran respeto por Kaunda. El presidente Mao retrasó el anuncio de la gran teoría china de los tres mundos, básicamente una combinación de no alineamiento y liderazgo chino, hasta 1974 para coincidir con una visita a Beijing de Kaunda. Querían asociar la teoría con el «rey filósofo» africano. Cuando Kaunda murió el 17 de junio de 2021, no se lamentó tanto fuera de Zambia como en China, donde los homenajes oficiales y los editoriales de los periódicos fueron exagerados.

En su tiempo, Kaunda fue aclamado como un rey filósofo no solo por China sino también por muchos otros, incluido el ala fabiana del Partido Laborista británico. Kaunda había sido influenciado por las ideas de economía moral desarrolladas por el historiador económico R.H. Tawney y las ideas del estado de bienestar desarrolladas por el teórico Harold Laski. También le conmovió la doctrina de la resistencia pacífica propuesta por Gandhi. El despliegue de Kaunda de este enfoque fue presentado como un principio frente a la agresión blanca del sur pero, en realidad, Zambia no tenía fuerzas armadas que pudieran haber ofrecido una batalla igual a las de Rhodesia y especialmente a Sudáfrica. Al igual que muchos de los principios de Kaunda, finalmente se redujo al pragmatismo.

A medida que avanzaba la década de 1980, este pragmatismo y el creciente autoritarismo unipartidista se estaban volviendo molestos. La queja era que Zambia, que había sacrificado tanto para ayudar a Zimbabue a convertirse en independiente, ahora iba muy por detrás del dinamismo económico de Zimbabue.

Pero la gota que colmó el vaso fue la caída del Muro de Berlín en 1989. Inspirados por el dramático colapso de un gigantesco régimen monolítico del Estado y del partido, los estudiantes universitarios se levantaron nuevamente en 1990. Esta vez, la población estalló y siguió el ejemplo de los estudiantes. En todas partes la gente exigía elecciones libres multipartidistas, aunque a diferencia de Berlín y Gdansk, los equipos de televisión nunca llegaron a filmar ciudades enteras como Kabwe en las calles gritando que Kaunda dimitiera.

Kaunda jugó con el tiempo, admitiendo que deberían celebrarse elecciones multipartidistas, pero no hasta 1991, sugiriendo que el resto de 1990 y 1991 debería dedicarse a la formación de nuevos partidos. Esperaba que la oposición se fragmentara manteniendo la unidad de su propio partido. Pero la oposición se unió a una fuerza insuperable dirigida por Frederick Chiluba, el líder del Congreso de Sindicatos de Zambia.

Dos semanas antes de las elecciones, Kaunda asistió a la cumbre de la Commonwealth de 1991 en el vecino Zimbabue. Él, pero también todos los demás líderes estatales, fueron eclipsados por la aparición de Nelson Mandela. Vi a Kaunda allí. Estaba notablemente pálido. Parecía que sabía que regresaría a Zambia para enfrentar la derrota electoral. Lo seguí y observé las elecciones del 31 de octubre.

Después de 27 años en el cargo, Kaunda cayó. Pero su comportamiento y dignidad al caer transformaron repentinamente la forma en que los zambianos lo veían. Las cámaras de televisión lo filmaron escoltando gentilmente al presidente entrante Chiluba y a su esposa por la Casa de Estado, señalando las obras de arte y las salas de reuniones, y haciendo todo esto con un aplomo que no parecía en absoluto amargo.

Luego lo observamos mientras salía y se dirigía a su coche. Recuerdo que quitó el banderín presidencial que había ondeado en el costado del capó, lo miró brevemente y luego se lo guardó en el bolsillo. Luego le pidió al conductor que lo llevara a su humilde hogar no presidencial.

Era como si nada le convenciera más que dejar el cargo con toda la dignidad. Y desde ese momento hasta su muerte, se convirtió en el estadista moral y anciano del país.

Lo volví a encontrar en 2005 en Cambridge. Había venido a presenciar el debate entre Lord Carrington, el secretario de Relaciones Exteriores de Margaret Thatcher, que había presidido las conversaciones finales sobre la independencia de Zimbabue, haciéndolo sin piedad y ganándose el disgusto de Kaunda y de muchos líderes africanos, y yo. Reuní a los dos hombres y se reconciliaron 25 años después de las conversaciones de Lancaster House que, con gran dificultad, habían acordado la independencia y el fin del gobierno blanco en el vecino de Zambia. Si el perdón fue parte del espíritu humanista, ese día se mostró.

Kaunda unificó la nación, resistió al sur blanco, fue honesto y abierto sobre el SIDA, que se cobró vidas en su propia familia, y finalmente aceptó un resultado democrático dramático que condujo a su propio derrocamiento con una elegancia rara en África. Presentó una filosofía de inclusión igualitaria que sobrevive en las estructuras políticas hasta el día de hoy. Murió a los 97 años. Incluso a los 96 años, con la ayuda de un bastón, llegaba bailando a las reuniones como si tuviera todo el vigor y todo el tiempo del mundo.

Stephen Chan

Fuente: African Arguments

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[Fundación Sur]

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