La SAME 2017 tiene un lema que debemos procurar retener a lo largo del año para nuestro comportamiento cotidiano: “Pido la palabra por la educación”.
Es cierto que únicamente seres educados, es decir “libres y responsables”, como magistralmente los define el artículo 1º de la Constitución de la UNESCO, serán capaces -en estos momentos históricos en que si no rectificamos las tendencias actuales podrían alcanzarse punto de no retorno- de adoptar las medidas adecuadas y oportunas para que nuestro legado a las generaciones venideras no sea el de una Tierra deteriorada, de una habitabilidad reducida.
Educación para actuar a tiempo, para ser y no para tener. Educación para ejercer plenamente las facultades distintivas de la especie humana (pensar, imaginar anticiparse, ¡crear!) que son nuestra esperanza. Cada ser humano único capaz de inventar el mañana y demostrar que muchos imposibles hoy pueden convertirse en realidad.
¿Educación por quién? Por los progenitores, por los maestros, por los medios de comunicación… teniendo siempre muy claro que, en todos estos casos, “más vale un ejemplo que cien sermones”, porque lo que no puede pretenderse es que lo que se explica en las aulas como pautas a seguir no se corresponda con la conducta de quienes, próximos o distantes, aparecen como referentes.
Educación para todos a lo largo de toda la vida: Educación para la mediación y el diálogo. Educación para la conciliación, porque gracias a la tecnología digital ya podemos expresarnos, ya sabemos lo que acontece en todos los rincones de la tierra y, sobre todo, la mujer, marginada desde el origen de los tiempos, tiene progresivamente el papel que le corresponde en la toma de decisiones. No me canso de repetirlo: la transición de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón, de la imposición a la palabra, sólo tendrá lugar cuando la mujer –“que sólo excepcionalmente utiliza la fuerza cuando el hombre sólo excepcionalmente no la utiliza”, en palabras del Presidente Nelson Mandela- ocupe el lugar que le corresponde en el diseño de la sociedad futura.
Pido la palabra por la Educación: que todos tengan acceso, en cualquier momento de su vida, porque si hay algún tren que nunca nadie debe perder es el del pleno desarrollo de las inverosímiles capacidades intelectuales humanas.
Todos los seres humanos iguales en dignidad.
Será una educación inclusiva, durante toda la vida, equitativa, de calidad, la que nos permitirá aprender a vivir juntos, a conocer y hacer para que, como lo recuerda el artículo 1º de la Declaración Universal, vivamos “fraternalmente”.
¡Pido la palabra por la Educación!
Federico Mayor Zaragoza