«Obra suspendida por impago de facturas”. Paseando por las avenidas de Libreville no es raro encontrarse con carteles que rezan así a la entrada de grandes .solares cercados por vallas donde se elevan grúas y grandes hormigoneras que hace meses que duermen el sueño de los justos sólo interrumpido por los ladridos de algún perro guardián. En una de ellas, un enorme cartel descolorido anuncia un gran centro comercial que seguramente nunca llegue a existir.
A orillas del mar de la capital gabonesa, murales pretenciosos que se extienden durante cientos de metros a lo largo de un tramo de la avenida marítima muestran elegantes señoras dando la bienvenida a un gran completo de hoteles de lujo, restaurantes y un puerto deportivo en “Port Mole”. Pero detrás sólo se ven grandes montañas de arena en un recinto fantasma donde de vez en cuando entran capataces chinos sin trabajadores a los que mandar. Así son las cosas desde que se precipitaron los precios del petróleo, poniendo fin a la fiesta del despilfarro.
Por poner una fecha, todo empezó a declinar a mediados de 2014, cuando los precios del petróleo en el mercado mundial empezaron a caer en picado. Si en julio el precio del barril estaba a 111 dólares, el 20 de enero pasado cotizaba a 48 dólares, y las previsiones apuntan a que llegará a los 38 dólares en marzo. No conozco las causas, pero sí veo a diario bastante de sus consecuencias en Gabón, el país donde vivo, productor de petróleo desde los años 60 donde los ingresos por este producto representan la mitad de su Producto Interior Bruto. Y peor lo tienen en otros países africanos miembros del club de los nuevos ricos, como Angola, Congo-Brazzaville y Guinea Ecuatorial, donde este porcentaje llega hasta el 75 por ciento. El haber dependido en exceso del oro negro, sin diversificar sus economías, está trayendo consecuencias nefastas para países africanos a los que el descenso vertiginoso de los precios petroleros ha pillado desprevenidos.
Para poner las cosas en su contexto, hay que decir varias cosas sobre los países africanos que son productores de petróleo: lo primero, que en todos ellos llama la atención el enorme contraste entre sus tasas de crecimiento económico y el nivel de vida real de sus poblaciones. No quiero cansarles con cifras, pero vean éstas tasas de crecimiento anual: Chad (3,4%), Congo- Brazzaville (6,1%), Angola (5,1%) and Camerún (4,9%). Pues bien, estos cuatro países (junto con Guinea Ecuatorial) tienen índices de desarrollo humano muy bajos, lo que les sitúa en la lista de países con desarrollo humano bajo. Si a esto añadimos que todos ellos puntúan muy bajo en las listas anuales de índice de corrupción que publica Transparencia Internacional, hay una primera conclusión que aparece de forma bastante clara: que tener una abundancia de producción de petróleo en un país no es ninguna garantía de que sus poblaciones tengan un nivel de vida digno.
Por desgracia, esta riqueza ha servido más bien para que muchos dirigentes corruptos se aferren al poder y gestionen los ingresos del Estado como si se tratara de sus negocios personales. No es ninguna casualidad que una buena parte de los países africanos productores de petróleo sean también los que tienen a presidentes con más años de permanencia en el poder: Teodoro Obiang, en Guinea Ecuatorial desde 1979, José Eduardo dos Santos, en Angola, también desde 1979, Paul Biya –en Camerún, desde 1982, Idriss Déby, en Chad, desde 1991, Denis Sassou Nguesso, en Congo- Brazzaville, primero de 1979 a 1992, y más recientemente de 1997 hasta hoy. En otros dos países africanos, el petróleo ha servido para alimentar a conflictos que no cesan: este es el caso de Sur Sudán, y de la región del Delta del Níger, en Nigeria, el primer productor africano de petróleo cuyos beneficios se pierden en una complicada red de corrupción, conflictos, piratería y degradación medio-ambiental.
Hablando de la caída de los precious del barril, no es la primera vez que algo así ocurre en África. Durante 1998-1999 tuvo lugar un period similar de recesión económica, y Nigeria se vio obligada a devaluar su moneda, en naira, en un 80% . Diez años más tarde, durante 2008-2009, volvió a pasar lo mismo y esa vez fue Angola el país africano que sufrió más. En lo que llevamos de año, ya son diez los países africanos que han devaluado sus monedas y que han tenido que reajustar sus presupuestos nacionales. Gabón lo acaba de hacer hace muy pocos días: el presupuesto para 2015 estaba basado en la suposición de que el precio del barril se cotizaría a 97 dólares el barril, muy por encima de los 48 actuales. Las consecuencias las notarán los gaboneses cuando vean que no hay dinero para sanidad ni educación pública, ni para reparar carreteras… ni para terminar las obras faraónicas empezadas hace un año con una planificación de cuento de la lechera.
En la vecina Guinea Ecuatorial ocurre lo mismo. Desde el año pasado un gran número de obras públicas están paradas y los funcionarios no reciben sus salarios a fin de mes. De momento, el gobierno parece que ha conseguido que la fiesta de la Copa Africana de Naciones –y que dejará muchos más gastos que ingresos- que tiene lugar en su territorio haga que la gente se olvide de lo que se le viene encima, pero cuando se cierren los estadios y la gente vea que la crisis económica golpea la vida cotidiana, ocurrirá lo mismo que en el resto de los países afectados por esta situación: crecerán el desempleo y el descontento social, y esto en un contexto político en el que se avecinan elecciones presidenciales y legislativas puede resultar una mezcla explosiva. Los próximos meses lo sabremos.
Original en : En Clave de África