La reapropiación de un sustantivo es cargar de valentía la disciplina historiográfica, es quedarse huérfano de voz y aceptar una nueva concepción de uno mismo. La palabra slum (del inglés, barrio marginal o pobre) marca las lindes de un vocabulario tatuado a fuego que se instauró durante el periodo colonial en el África británica y que perdura todavía hoy. Sin embargo, la resistencia y perseverancia de distintas organizaciones en la capital de Kenia, como la Hot Sun Foundation, Slum-TV o The Invisible Cities, siguen formando a decenas de jóvenes en los slums de Kibera, Mathare y Korogocho proporcionándoles la oportunidad de desarrollar su potencial y, a través de sus imágenes, desafiar la mirada descafeinada y aceptada de cómo es la vida en estos barrios pobres; es decir, contar la historia a contrapelo, como inisistía Walter Benjamin.
A pesar del panorama gris que acostumbramos percibir de estos barrios, “el cine africano nunca morirá, eso es seguro”, como ha puntualizado en ocasiones el director de cine mauritano Abderrahmane Sissako. Prueba de ello es que en Nairobi, el crecimiento del cine digital, como en otros tantos países africanos, está originando una nueva ola de iniciativas culturales enfocadas a promover las creaciones artísticas en zonas marginadas -léase abandonadas-. El acontecimiento de colocar cámaras de vídeo al servicio de los vecinos de estos slums ayuda a construir un nuevo sentido de identidad y a desmitificar la imagen encorsetada por parte de los medios de comunicación y del propio Gobierno. En definitiva, reinventar. Reimaginar.
Clase de edición de cortometrajes.
Uno de estos slums es Kibera, que alberga casi a un millón de personas que forman parte de uno de las mayores suburbios de África y uno de los más grandes del mundo. Allí se encuentra la Kibera Film School (Escuela de Cine de Kibera) fundada por el estadounidense Nathan Collett, un cineasta inquieto que llegó a Nairobi en el 2006 para investigar sobre la narración africana. De esta experiencia y en colaboración con la población local, hizo un cortometraje titulado Kid Kibera (Chico de Kibera) el cual fue reconocido por varios premios internacionales. Posteriormente Collett puso en marcha junto a su hermana Pamela una organización no lucrativa, la Hot Sun Foundation, que iniciaría este proyecto en el 2009. El objetivo era meridianamente claro: proporcionar a las personas locales la oportunidad de contar sus historias a través del cine y adquirir las habilidades necesarias para trabajar en las industrias locales de cine y televisión. Contra todo pronóstico, este sábado 2 de febrero, la cantera de cineastas de Kibera celebrará la fiesta de graduación de la que será su cuarta promoción de alumnos.
Como reflejo del auge de esta producción digital, surgió en 2011 un festival dedicado a las imágenes producidas en estas zonas marginadas de la capital, el Slum Film Festival (SFF), una idea original de Federico Olivieri [2], quien hasta hace poco ocupaba el cargo de agregado cultural en la Embajada de España en Kenia. El agosto pasado se cumplía la segunda edición de este festival en el que las plataformas Hot Sun Films y TV-Slum se unían para reforzar la iniciativa. Durante una semana, las áreas de Kibera y Mathare se convirtieron en grandes cines al aire libre en los que más de una treintena de cortometrajes, procedentes de los asentamientos de chabolas de Nairobi, así como de Uganda y Tanzania, fueron proyectados para el beneficio de estas comunidades. El cine digital se abre camino con fuerza y con nuevas narrativas adaptadas a los contextos sociales; en este caso a los slums.
Sesenta años después de la emancipación de Kenia de la metrópolis británica, queda lejos el impulso tímido, pero confiado, que el Estado brindó a la industria cinematográfica organizando, en el seno del Ministerio de Información, la Film Production Unit y, al mismo tiempo, creando la Voice of Kenia que dependía de la radio televisión pública. Estos dos organismos trataron de fortalecer las estructuras heredadas de la colonización pero la falta de interés político y la escasez de financiación acabaron por reducir prácticamente al mínimo el cine keniata hasta la década de los 2000. Directoras como Hawa Essuman [1], que alcanzó el reconocimiento por su película Soul Boy en el Festival Internacional de Cine de Róterdam (2009), o el joven ex asistente de dirección David Tosh Gitonga, con su Nairobi Half Life, son un claro exponente de la nueva corriente de cineastas jóvenes en Kenia.
[1] Esta cineasta keniana, nacida en Ghana, recibía, el octubre pasado, en el marco del Festival de Cine Africano de Córdoba un fondo de 25.000 euros por su proyecto Djin (El viento del destino). Hawa fue premiada también en el 2012, en el Festival Internacional de Cine de Durban, por su guión Logs of War (Bosques de Guerra), trabajo que fue también seleccionado en el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam.
[2] Sobre el cine digital en Kenia, y en concreto, sobre el festival Slum Film Festival, Federico Olivieri tiene un interesante y recomendadísimo artículo titulado: “Digital cinema and urban identities in Nairobi: the Slum Film Festival“.
Original en : Wiriko – Artes y Culturas Africanas