
El presidente de la República democrática del Congo (RDC), Félix Antoine Tshilombo Tshisekedi, acusó a Paul Kagame, jefe de Estado de Ruanda, de intentar anexarse el este de la RDC usando a la milicia M23. Señaló que el objetivo sería controlar los recursos naturales de la región. La tensión entre ambos países sigue aumentando.
El presidente congoleño declaró que el objetivo de Kigali «es dividir nuestro país y ocupar, o incluso anexar, la parte oriental, que es muy rica en recursos minerales y agrícolas«. Este objetivo se está cumpliendo, con la complicidad de Uganda y de los poderes del hemisferio norte.
El jefe de Estado congoleño sabe que los acuerdos de paz firmados con Kagame, como el de Luanda en diciembre de 2024, se van a quedar en papel mojado.
A pesar de las excusas que presenta Kigali para invadir y anexionarse todo el Kivu, como la de proteger a los tutsis congoleños, es evidente que las ricas tierras de la región del Kivu Norte y Sur, y el saqueo de sus abundantes yacimientos minerales, están y van a seguir en manos de Kigali, con el apoyo de los poderes exteriores.
Estamos en una situación de injusticia global, cuando observamos que países con fuertes ejércitos militares invaden y se anexionan impunemente regiones ricas en recursos, como lo hace Rusia en Ucrania, Ruanda en la RDC-Kivu, Israel en Palestina, EE.UU., Rusia, Emiratos Árabes Unidos, la UE y otros en África, etc.
La justicia social no parece existir, ni a nivel nacional, ni tampoco a nivel internacional, porque nos hemos apartado del respeto a la vida, a los derechos humanos y los valores universales. Muchos gobernantes solo creen en el poder militar y económico para controlar y acaparar los recursos existentes, que están destinados para el bien común.
Este principio fundamental de toda justicia social, sobre el destino universal de todos los bienes disponibles, que es siempre prioritario sobre el derecho a la propiedad privada, ha perdido ya su relevancia y no supone ninguna referencia válida en las políticas de los gobernantes actuales.
Nuestros gobernantes con frecuencia siguen la ley del más fuerte o “la ley de la jungla”, la cual nunca construye un desarrollo sostenible para todos, sino una mayor desigualdad, empobrecimiento de la mayoría social y destruye la buena convivencia, pisoteando la dignidad humana y los derechos de millones de personas, sobre todo en el hemisferio sur.
Cada día podemos construir puentes más largos, aviones de combate más sofisticados, viajes a diferentes planetas para la conquista del espacio, robots que nos pueden remplazar en complejas tareas, rascacielos más elevados, pero todavía no hemos encontrado la sabiduría de acoger a los hermanos-as migrantes que llegan a nuestras puertas.
Podemos y debemos detener y superar este proceso de deshumanización, para caminar juntos hacia una mayor integración y equidad social.
CIDAF-UCM


