
Hoy llamamos genocidio a varios conflictos de exterminio y masacre que se están llevando a cabo en Palestina, República Democrática del Congo (RDC), Sudán y Sudán del sur. Estamos ante un exterminio público, televisado y difundido por las redes sociales ante una comunidad internacional culpable o inane y una ciudadanía global que grita, pero no puede.
La frecuencia e intensidad de estas masacres parecen ir aumentado hoy día, según sigue aumentando el gasto en un armamento cada día más mortífero. La espiral de violencia alcanza límites desconocidos porque el desarrollo tecnológico y digital se está orientando especialmente a los enfrentamientos armados.
El capitalismo no es simplemente un sistema de producción, es fundamentalmente un sistema de predación, generador de un orden social caníbal que devora las bases sociales y naturales de las que depende para transformarlas en beneficio económico. Para que unos pocos disfruten de la vida, muchos tienen que sucumbir. Vivimos devorando las oportunidades vitales de otros. El filósofo camerunés Achille Mbembe habló de necropolítica, una forma de gobierno sobre los seres humanos que prima la dimensión de quitar la vida sobre la de protegerla o garantizarla.
En todos los conflictos bélicos los que más sufren son siempre las personas más vulnerables: las mujeres y las niñas, pues pagan un alto precio durante todas las crisis humanitarias. La violencia sexual ha afectado a unos 370 millones de niñas y mujeres jóvenes, aproximadamente una de cada ocho. La cifra se eleva a 650 millones, una de cada cinco, si se tienen en cuenta las formas de violencia sexual «sin contacto», como el abuso verbal o en línea. Este crudo, injusto e inhumano abuso de poder, destruyendo la dignidad y la vida de millones de niñas y mujeres, está directamente unido a las guerras y a la violencia que las poderosas empresas, Estados fundamentalistas y corruptos gobernantes imponen sobre pueblos indefensos para saquear además sus tierras, recursos y medios de vida dignos. En vez de valorar y empoderar a las personas, solo buscan el poder, el control del capital y los recursos y la imposición de su ideología. Podríamos pensar que estamos perdiendo el respeto por el ser humano y por todos los valores humanos. Nos estamos deshumanizando y vamos cosificando todo, hasta la vida misma y los seres humanos.
El inmenso poderío militar y económico de los países líderes no oculta la grave crisis de democracia y la opresión de los derechos y libertades de los ciudadanos. Asistimos a una debacle de la convivencia social en libertad y a un empobrecimiento de la mayoría social. En estas condiciones, ha llegado la hora de que nosotros los pueblos demos la espalda al empoderamiento militar y al predador sistema económico capitalista para realizar un renovado compromiso por una educación integral y por un trabajo corporativo en favor de un desarrollo humano y ecológico.
Hace ya muchos años que Charles Lavigerie realizó un llamamiento “a todos sin distinción de nacionalidad, partido o confesión religiosa, pues me dirijo no solo a la fe, sino que me dirijo a la razón, a la justicia, al respeto, al amor, a la libertad, a este bien supremo de toda persona. Soy un hombre, y la injusticia hacia los demás seres humanos, me revuelve el corazón”. Es necesario continuar empeñados en el deber supremo que es seguir. Parémoslo todo hoy para parar el genocidio.
CIDAF-UCM


