¿Qué queda de la izquierda feminista nigeriana? (parte 3/3)

4/07/2025 | Entrevistas

SH: Camarada, soy consciente de que la hemos retenido durante bastante tiempo. Teníamos preparadas algunas preguntas más, pero quizás le hagamos una última antes de dejarla ir; sé que es el final de su día. Esta pregunta se basa en lo que acaba de decir. Se trata del futuro del movimiento feminista en Nigeria. No quiero forzarte a una postura optimista, pero estoy curioso por saber si ves que empieza a surgir coherencia, quizás como resultado del escándalo del Senado de Natasha, o quizás a la luz de la intensificación de la crisis económica y los más amplios cambios sociales ¿Ves señales de que las mujeres estén empezando a organizarse de forma más unificada? Y en relación con eso, me encantaría escuchar tus reflexiones sobre las mujeres en el movimiento laboral. ¿Están surgiendo nuevas tendencias o nuevas estrategias de  organizar dentro de los sindicatos? ¿Qué lecciones podemos extraer de ello? ¿O, por desgracia, nos vemos obligados a seguir el ejemplo de los bancos nigerianos, que cada vez más, presumen de tener más  directoras ejecutivas, solo para provocarte un poco con ese último comentario? Pero, en realidad, tengo mucha curiosidad por  saber qué ves emerger, si hay algún indicios nuevos  de posibilidad.

HM: Bueno, permíteme empezar diciendo que no tengo ningún problema con las cifras. Mi preocupación siempre es: ¿Qué están haciendo esas cifras? ¿Cómo están transformando algo? No me importa si todos los bancos nigerianos están dirigidos por mujeres. Eso está bien. Pero la pregunta es: ¿Cómo conduce a la transformación? ¿Qué significa para la gran mayoría de las mujeres en este país?

Ahora bien, en cuanto a las perspectivas y las lecciones de lo que sucede a nuestro alrededor– incluido el caso de Natasha– veo algunas señales alentadoras. Veo un poco más de valentía. La gente está empezando a entrar en espacios que antes evitaba. Por ejemplo, el acoso sexual  ha sido tratado durante mucho tiempo como un tema tabú. No se discutía seriamente y, como resultado, no se comprendía en profundidad. La mujer que denunciaba era siempre castigada, insultada o avergonzada. Pero ahora, creo, poco a poco estamos abriendo un espacio para una conversación más honesta. Y con eso viene una comprensión más profunda.

Desde el incidente de Natasha, he asistido a reuniones donde la gente está empezando a comprender cómo funciona realmente el acoso sexual: no solo como una violación del cuerpo, sino como una herramienta para degradar todo lo que una mujer ha logrado. Erosiona la dignidad. Desmoraliza. Empaña los años de trabajo y  éxito que una mujer ha acumulado. Así que esta conversación se está volviendo más compleja. También se está empezando a hablar sobre cómo el acoso sexual en sí mismo puede convertirse en un arma, cómo puede usarse estratégicamente y qué salvaguardas se necesitan. Estas son conversaciones importantes y creo que influirán en cómo las mujeres se organizan políticamente avanzando hacia adelante.

Lo que también veo que está sucediendo es un cambio en el debate sobre la representación. Ya no se trata solo de tener más mujeres en la política, sino del tipo de mujeres y la calidad de esa representación. De cuatro mujeres en la Asamblea Nacional, una fue atacada y las otras tres guardaron silencio. Eso nos dice algo. Y ahora, la gente se pregunta: ¿Es este el tipo de representación que queremos? ¿Queremos solo llenar escaños con mujeres o queremos defensoras feministas en esos escaños?

También estamos viendo esfuerzos para construir vínculos más fuertes entre el movimiento de mujeres en la sociedad civil y las mujeres en cargos políticos. Históricamente, esos vínculos eran débiles. Esperarías    hasta que hubiera una crisis, antes de movilizar apoyo. Pero ahora, se habla de cómo apoyar a las mujeres no solo para que accedan a esos puestos, sino para que permanezcan allí y prosperen. Ese cambio de mentalidad, esa visión a largo plazo, es muy prometedor. Está generando más educación, más concienciación y esfuerzos para incorporar a los hombres en la conversación, no solo como aliados, sino como aprendices. La esperanza es crear espacios donde las mujeres puedan hablar y actuar sin temor a la contradicción, la vergüenza o represalias.

Ahora bien, en cuanto a los sindicatos, la situación es más grave. El movimiento obrero en Nigeria se encuentra en uno de sus puntos más débiles políticamente. Se ha visto gravemente debilitado por la agenda neoliberal. Anteriormente, mencioné cómo los sindicatos estudiantiles, el movimiento de mujeres e incluso asociaciones profesionales como el Colegio de Abogados y el Colegio de Médicos fueron cuestionados. Los sindicatos fueron los más difíciles de desmantelar, pero con el tiempo, fueron también afectados. Y ese debilitamiento no fue repentino. Fue una erosión gradual.

Hoy en día, los sindicatos carecen de la preparación en política necesaria para abordar la cuestión nacional. Se han desvinculado de su mandato fundacional. Muchos líderes sindicales ya no comprenden la relación entre su misión principal —la negociación colectiva y la lucha por un salario digno— y la economía política en general. No comprenden que su capacidad para lograr esas reivindicaciones depende del carácter del liderazgo en gobierno y de cómo se gestiona  la economía. Si la economía se gestiona mal, no hay fábricas, ni empleos, ni afiliados que paguen cuotas. Cuando esto sucede, los sindicatos se ven financieramente debilitados. Y una vez debilitados, se vuelven vulnerables a ser comprados, a recibir recursos simbólicos solo para guardar silencio.

Esta es la situación general del movimiento sindical en Nigeria. Y refleja la situación de las mujeres dentro de esos sindicatos. Si el sindicato en su conjunto es políticamente débil, sus segmentos —incluidos los comités de mujeres— son aún más vulnerables. Y debido a que el patriarcado sigue profundamente arraigado tanto en la sociedad como en la cultura sindical, el espacio para el liderazgo de las mujeres dentro de los sindicatos sigue siendo limitado y controvertido.

Se supone que los sindicatos deben ser feroces. Se supone que deben ser ruidosos, fuertes e implacables. Ese espíritu de lucha es su papel histórico– y las mujeres dentro de los sindicatos también deberían encarnarlo. Pero la realidad es que las mujeres en los sindicatos son también débiles–, tanto en su agenda como en su acción– como las propias estructuras sindicales. No se debe a que estas mujeres sean incapaces o no estén dispuestas, sino a que el sistema general del que forman parte está muy debilitado. La sociedad patriarcal en general ha tenido un alto costo, y el liderazgo de estos sindicatos se han desconectado de la sociedad. No organizan. No hacen campañas de protesta.

Todavía tenemos organizaciones sindicales hoy, sí. Pero el movimiento sindical ha desaparecido. Ya no existe en un sentido significativo. Las organizaciones son débiles, y el movimiento —algo que una vez las unió con un propósito y una dirección— es aún más débil. Y, por lo tanto, cualquier componente dentro de estas organizaciones, incluyendo los grupos de mujeres, refleja esa misma debilidad. No se debe a que las trabajadoras sean ignorantes o apáticas. Se debe a que la estructura en la que operan es cerrada, jerárquica y profundamente patriarcal. Ha perdido contacto con la realidad social y la conciencia política radical necesaria para reconstruir el poder.

En este momento, incluso con el caso de Natasha dominando la conversación pública, las mujeres en el movimiento sindical —ya sea en el NLC o en el TUC— guardan silencio. Tan silenciosas como las tres mujeres de la Asamblea Nacional que aún no han alzado la voz. ¿Por qué? Porque dentro de estos sindicatos, la mayoría de las mujeres líderes no ganan elecciones; son elegidas por hombres. Los hombres deciden la agenda. Los hombres marcan la pauta. Y a menos que se te permita hablar, no hablas. Así es como funciona. La cultura interna del patriarcado está profundamente arraigada y ha silenciado a las mujeres incluso dentro de lo que deberían ser espacios progresistas.

Así que lo diré claramente: en este momento, las mujeres dentro de los sindicatos no tienen la capacidad de participar significativamente. Pero ese no es el final de la historia. Lo que podemos hacer —y lo que algunas de nosotras ya estamos haciendo— es identificar a  trabajadoras con conciencia política, que están indignadas y que están organizando, pero lo hacen fuera de la estructura sindical. Las encontrarán en la Liga de Trabajadores Socialistas. Las encontrarán organizando bajo diferentes plataformas: algunas dentro de movimientos feministas más amplios, otras en asociaciones de trabajadores independientes. Están  organizando a pesar de la burocracia sindical, no a través de ella. Porque la debilidad de la estructura les impide expresarse dentro de los canales sindicales oficiales.

SH: Camarada, estoy muy agradecida por esas reflexiones. Has ofrecido una perspectiva tan crítica y profundamente fundamentada, basada en la historia, pero también hablando con urgencia sobre el presente y el futuro. Lo que has dicho no es fácil de escuchar, pero creo que tienes razón en que tenemos que hacer, para empezar, una evaluación honesta de nuestra situación si queremos reconstruir cualquier tipo de movimiento significativo, ya sea feminista, laboral o pro-pueblo en general.

Muchas gracias por tomarte el tiempo de compartir este análisis con nosotras y por hablar con tanta claridad y generosidad. Espero de verdad que podamos contar contigo de nuevo, porque estas preguntas —sobre los sindicatos, el movimiento de mujeres y el legado del feminismo nigeriano— se volverán cada vez más apremiantes a medida que la situación se desarrolle. Así que, una vez más: Gracias.

HM: Muchas gracias por invitarme. Y no te preocupes, puedes editar algunas de mis largas charlas.

SH: ¡Para nada! Mucho de lo que has dicho es oro puro. Sinceramente, será difícil saber qué no incluir; probablemente usaremos la mayor parte.

HM: Muchas gracias por invitarme.

Sa’eed Husaini – Emeka Ugwu

– Sobre la entrevistada:

  • Hauwa Mustapha es una nigeriana feminista, sindicalista y economista de desarrollo.

– Sobre las entrevistadoras:

  • Sa’eed Husaini es investigadora del Centro para la Democracia y el Desarrollo en Abuya, Nigeria, y editora regional de África es un País.
  • Emeka Ugwu es analista de datos y reside en Lagos, donde reseña libros en Wawa Book Review.

Fuente: Africa is a Country

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[CIDAF-UCM]

Más artículos de webmaster
Africanía(radio-podcast), 1-12-25

Africanía(radio-podcast), 1-12-25

Africanía (radio-podcast), 1-12-25.- Hablamos sobre las contribuciones afrodescendientes al arte cubano junto a Alejandro de la Fuente, director del...