En los mercados emergentes, las mujeres jóvenes desempeñan un papel impulsor de la dinámica económica como empresarias: crean empleos, generan ingresos y estimulan el crecimiento.
Sin embargo, a pesar de su iniciativa y contribuciones esenciales, aún se enfrentan a numerosos obstáculos, en particular en lo que respecta al acceso a financiación, recursos y el freno de algunas tradiciones patriarcales. Esta realidad es especialmente pronunciada en África, donde las mujeres jóvenes poseen un potencial extraordinario para transformar la gobernanza, las economías y la sociedad, pero a menudo se ven limitadas por el acceso limitado a financiación asequible, infraestructuras o redes profesionales.
El informe de la Fundación Mastercard «Mujeres jóvenes en África: Impulsores del crecimiento económico y la transformación hasta 2030«, elaborado en colaboración con la consultora McKinsey, destaca la magnitud de este potencial. En África, cada problema es inherentemente juvenil, ya que el 70 % de la población es joven, la mitad de la cual son mujeres. El informe estima que acelerar la productividad económica de las mujeres jóvenes podría generar hasta 287000 millones de dólares en valor económico para 2030, un aumento del 5 % en el PIB de África y la creación de 23 millones de empleos.
Según el informe, el acceso a financiamiento asequible es uno de los desafíos más apremiantes para las jóvenes emprendedoras. En África, el coste del capital sigue siendo significativamente más alto que en otras regiones del mundo, y esta realidad pesa aún más sobre las mujeres jóvenes que dirigen pequeñas y medianas empresas.
Muchas mujeres jóvenes que emprenden carecen de activos tradicionales, como terrenos o inmuebles, que suelen exigir las entidades financieras para conceder un préstamo. Sin estos avales, se enfrentan a la denegación de la financiación o la imposición de tipos de interés tan elevados que hacen casi imposible el reembolso. El resultado es un círculo vicioso de exclusión, donde incluso los proyectos viables liderados por mujeres jóvenes no pueden ver la luz por falta de recursos.
Las mujeres jóvenes que viven en zonas rurales enfrentan desafíos aún mayores debido a su lejanía de los centros financieros urbanos, lo que les impide acceder equitativamente a oportunidades económicas y a microcréditos.
El desarrollo de la banca digital y las tecnologías móviles abre nuevas vías para la inclusión financiera. Esto es particularmente relevante en África subsahariana, donde el 90 % de las empresas registradas son pymes, muchas de ellas dirigidas por mujeres, y donde la tecnología móvil está llenando gradualmente las lagunas dejadas por los sistemas financieros tradicionales.
Otra palanca clave para liberar el potencial de las jóvenes emprendedoras es el acceso a los mercados. Las empresas propiedad de mujeres o dirigidas por ellas suelen encontrar obstáculos para integrarse en las cadenas de suministro y los canales de distribución, lo que dificulta su expansión. Abrirles nuevas oportunidades de mercado promueve la expansión de sus negocios, la creación de empleo y el crecimiento económico sostenible.
En las zonas rurales, se necesita un cambio de mentalidad para derribar ciertas barreras y permitir que estas jóvenes aborden el emprendimiento con confianza, asesoramiento y ambición.
La economía del cuidado, en la que las mujeres asumen desproporcionadamente las responsabilidades domésticas y familiares no remuneradas, también supone un importante obstáculo para su participación económica. Las mujeres jóvenes, en particular, soportan la carga del cuidado infantil, lo que representa una barrera significativa para su participación en el mercado laboral, en comparación con los hombres.
En 2019, según el informe de la Fundación Mastercard, las mujeres africanas dedicaron un promedio de 2,6 horas al trabajo de cuidado no remunerado por cada hora realizada por un hombre. Se estima que reducir esta carga podría permitir que 11,4 millones de mujeres jóvenes accedan al empleo remunerado para 2030. Por lo tanto, abordar estos desafíos estructurales es una condición esencial para crear un entorno propicio para el surgimiento del emprendimiento femenino joven, inclusivo y transformador.
Esta dinámica requiere la movilización conjunta de las autoridades públicas, las instituciones financieras y los actores económicos para crear un ecosistema propicio para el crecimiento de las empresas lideradas por mujeres. Invertir en mujeres jóvenes no se trata simplemente de fomentar trayectorias profesionales individuales, sino de activar un motor clave para el crecimiento inclusivo que beneficie a comunidades enteras y al desarrollo nacional.
Brindar a las jóvenes emprendedoras, en particular a las de zonas rurales, acceso efectivo a financiación asequible, activos y oportunidades de mercado les permite construir negocios sostenibles que generen valor y empleo.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM


