El golpe de Estado protagonizado el miércoles 13 de septiembre por un grupo de militares en Gabón refleja nuevamente el aumento de la inestabilidad política en África, cuya región central y occidental ha presenciado una decena de asonadas exitosas desde 2017.
Los resultados de las elecciones del sábado anterior (9.9.2023), en las que el presidente, Ali Bongo, habría obtenido un tercer mandato tras recabar más del 64 % de los votos, por el 30,77 % conseguido por Albert Ondo Ossa, el principal candidato opositor, fueron considerados falsos y nulos.
El encargado de leer el comunicado declaró que su objetivo es «defender la paz poniendo fin al régimen vigente» y ha argumentado que los resultados son «falsos«, antes de incidir en que las recientes elecciones «no cumplieron con las condiciones de transparencia, credibilidad e inclusividad esperadas”.
Posteriormente se confirmó que Bongo había sido puesto bajo arresto domiciliario, en medio de manifestaciones espontáneas de decenas de personas en la capital, Libreville, en apoyo a los golpistas y después de que Brice Oligui Nguema, jefe de la Guardia Republicana -la ‘guardia pretoriana’ del presidente- fuera sacado a hombros por militares entre gritos de «presidente, presidente«.
La región de África occidental y central, que durante décadas fue considerada como ‘el cinturón del golpe‘, había logrado durante las últimas décadas avanzar en cuanto a la estabilidad política, si bien desde 2020 ha sido escenario de varios golpes de Estado.
La mayoría de los golpes registrados en el continente desde 2012 han tenido su epicentro en la región del Sahel, con un total de tres en Malí -incluidos dos en 2020 y 2021 que han consolidado la junta actualmente liderada por Assimi Goita- y otros dos en Burkina Faso -ambos en 2022, tras dos intentonas en 2015 y 2016-.
A ellos se suman el reciente golpe perpetrado a finales de julio en Níger, que supuso el derrocamiento del hasta entonces presidente, Mohamed Bazoum, y el establecimiento de una Junta liderada por Abdourahmane Tchiani, si bien sobre el país pesa una amenaza de intervención militar por parte de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) -que por ahora prioriza la negociación sobre la intervención militar.
Asimismo, Chad se encuentra dirigido por un gobierno de transición liderado por el jefe de la junta militar establecida en 2021 tras la muerte en combate del entonces presidente, Idriss Déby, durante una ofensiva del grupo rebelde Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT). Tras su fallecimiento, su hijo, Mahamat Idriss Déby, fue puesto al frente del país por el Ejército y se disolvieron las instituciones hasta entonces en vigor para abrir una transición sangrienta.
En este cinturón que recorre el continente de este a oeste están incluidos Guinea, que sufrió en septiembre de 2021 un golpe que derribó a Alpha Condé tras las denuncias opositoras sobre su victoria para un controvertido tercer mandato al frente del país, y Sudán, escenario de un golpe en 2019 que derrocó a Omar Hasán al Bashir y que no consigue estabilizarse todavía. Actualmente continúa la guerra civil entre los paramilitares y el ejército nacional, a pesar de las valientes manifestaciones de civiles pidiendo un gobierno civil.
El continente ha vivido 10 levantamientos castrenses en cuatro años, ya sea para derrocar a un dictador o un presidente corrupto, reconducir las políticas antiterroristas o por mera ambición. Los militares llegan, y casi siempre se quedan, y esta es como una nueva epidemia en buena parte del continente africano.
En todos los continentes observamos cómo gran parte de los gobernantes buscan, por todos los medios, perpetuarse en el poder y en el control de los recursos nacionales.
La profunda crisis de una gobernanza responsable y profesional nos afecta a casi todos los países del mundo, incluido España.
CIDAF-UCM