Érase una vez, en un barrio de una cuidad del África Central, vivía una curiosa pareja. Él era un guardia colonial, llamado Zangalewa. Sus constantes desplazamientos, por motivos de trabajo, le impedían estar junto a su bella esposa Obono todo el tiempo que querían. El apodo de “Waka-Waka”, de Johnnie Walker, le surgió a raíz de tanto ajetreo.
Zangalewa era temido en el barrio: Aparte de ser muy severo y bestia, había tenido muchos problemas con la gente, por ser demasiado celoso. Saludar a su bella Obono, podía ser motivo de una bronca segura.
Aquella tarde, Zangalewa regresó de su trabajo antes de lo acostumbrado. Al llegar a su casa, comprobó que su esposa Obono estaba ausente. Después de rodear la casa varias veces, se puso a gritar.–¡Obono, Obono!, ¿Dónde estás, cariño? ¿Dónde te has metido?
Uno de los vecinos al oír los gritos abrió la puerta. Al ser sorprendido por Zangalewa, éste le preguntó si había visto a su esposa. El vecino, asustado, le respondió que no.
En poco tiempo, todo el barrio se había enterado de que Zangalewa estaba furioso buscando a su esposa. Alguien, asustado, pensó en voz alta y dijo:
– Dzá amin miná, akiehh!, émina waka-waka, éehh, eeh! Dzá amin éminá Zangalewa, ana wom akiéeehh! (¿Quién se ha tragado a la mujer de Zangalewa? ¡Madre mía! ¿Quién habrá sido?)
Zangalewa, disgustado, fue abriendo sin ningún éxito, puerta a puerta, las casas de sus vecinos en busca de su esposa. Una vez cansado, regresó a su casa, donde al final de encontró cara a cara con Obono, la cual la preguntó:
– ¿Me estabas llamando?
A partir de ahí, cada uno deberíamos imaginar el final de la historia.
Baron ya Búk-Lu
[Edición y revisión, Rafael Sánchez]
[Fundación Sur]