Hace mucho tiempo que no hemos hablado de Zambia, la ex colonia inglesa de Rodesia del Norte, país enclavado entre Malawi, Mozambique, Congo RD y Zimbabwe. En sus altiplanos se producen bastantes cereales, sobre todo maíz.
En su capital, Lusaka, los jesuitas fundaron a mediados del siglo pasado una escuela agrícola, que forma personal en agronomía, ingenieros y técnicos, en su granja experimental estudia e investiga cuales son las mejores simientes que se adaptan a las tierras zambianas.
Entre los directores del “Kasisi Agricultural Training Centre” destaca el Roland Lesseps, que ahora ya jubilado pertenece a la categoría de los “seniors scientist”, una referencia entre los agrónomos del África del Sureste y Austral. Lo cito porque acaba de publicar un estudio sobre las repercusiones, que puede tener sobre la agricultura y en definitiva sobre la humanidad, la revolución que supone la reconversión de los cultivos de cereales, destinados hasta ahora prioritariamente para la alimentación humana y animal, para producir agrocarburantes menos contaminantes, por eso llamados ecológicos.
He aquí los motivos, que señala este estudio, deben llevarnos a ser prudentes a la hora de convertir “las tierras de pan llevar” –como decían los antiguos castellanos,- en campos de producción de agrocarburantes.
1 – Si la producción total de los cereales producidos en los cinco continentes fuera transformada en etanol, apenas sería suficiente para cubrir las necesidades de combustible para los transportes, aún faltaría combustible para las centrales generadoras de energía eléctrica, muchas de las cuales necesitan gasóleo o diesel para los motores de sus grupos electrógenos.
2 – Si la producción de cereales se destinase prioritariamente para producir carburante en detrimento de la cadena alimentaria, los precios de los alimentos subirían, porque se agotarían los excedentes actuales, que se utilizan para equilibrar los precios. Como consecuencia los precios al consumo de muchos alimentos subirían dada la escasez de cereales, provocada por el cambio climático, que al “secar” las tierras, hará que los rendimientos sean menores.
Sufrirían en particular las poblaciones más desfavorecidas, que viven en regiones desérticas o semidesérticas, como el Sahel y aquellas empobrecidas por las catástrofes naturales, que no alcanzarían ayudas a bajo precio.
3 – En los países flagelados por el hambre y la desnutrición, la producción de agrocarburantes hará disminuir las áreas consagradas al cultivo de cereales en consecuencia aumentará la inseguridad alimentaria de los más desfavorecidos.
4 – Ciertos métodos producción de agrocarburantes (por ejemplo: el etanol producido a partir del maíz) consumen más energía al producir el carburante, que puede producir el carburante resultante al final del proceso.
5 – El movimiento hacia la producción de agrocarburantes favorece la deforestación en muchos países, produciendo el recalentamiento climático por la emisión de dióxido de carbono.
6 – La capacidad de las organizaciones de solidaridad para ayudar en casos de catástrofes naturales va a disminuir, pues si los agricultores pueden vender a un precio más elevado los cereales para producir etanol, los excedentes serán muy escasos y su precio será elevado. Por tanto, menos ayuda alimentaria.
7 – El uso generalizado del etanol en los vehículos provocará un grave impacto sobre la salud humana, por causa del aumento de la concentración de ozono y de las enfermedades respiratorias que dependen de ello.
En definitiva, lo que este agrónomo previene desde Zambia, tiene aplicación, no sólo en toda África, sino en todo el mundo, en particular en los países conde la contaminación es ya enorme.
La producción de etanol debe considerarse como un complemento auxiliar del petróleo y gasolina, para producir carburantes híbridos, cuya mezcla resulta menos contaminante a la combustión. Por eso los llamamos biocombustibles, como el biodiesel o la gasolina etanolizada, llamada “alcoholina”.
En el Brasil llevan más de medio siglo de experiencia mezclando el alcohol de la caña de azúcar con la gasolina. Hay coches con motor a gasolina y motor a alcohol (etanol). Ya la gasolina normal lleva un 22% de mezcla de alcohol. Pero Brasil produce en sus propios yacimientos un millón de barriles de crudo. Pienso que la solución está en la diversidad. Dentro de pocos años habrá automóviles con motores de diversos tipos: eléctricos, gasolina, a gasóleo o diesel, a etanol o mezcla, sin olvidar los de gas natural y los de hidrógeno, en espera de que los motores de energía solar sean menos voluminosos y ofrezcan más prestaciones.