La gente de mi edad recuerda “Parole, parole, soltanto parole”, la canción que lanzaron Mina y Alberto Lupo en 1972 y que Dalida, con su gracioso acento italiano y acompañada por Alain Delon, hizo famosa en Francia. Es lo primero que ha venido a mi mente leyendo el estudio “Prevenir los conflictos, transformar la justicia, garantizar la paz”, que “ONU Mujeres” publicó a finales del 2015, a los 15 años de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La resolución, iniciada por Netumbo Nandi-Ndaitwah, la entonces Ministro de Asuntos de la Mujer en Namibia y actual vice primer ministro de ese país africano, fue aprobada por unanimidad el 31 de octubre de 2000. En ella se pedía que en las guerras y conflictos se respetaran las necesidades y los derechos de las mujeres, y que se promoviera su participación en las negociaciones de paz y en la reconstrucción postconflicto. El estudio de “ONU Mujeres”, dirigido por la esrilanquesa Radhika Coomaraswamy, durante seis años Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la Cuestión de los Niños y los Conflictos Armados intenta analizar, tras consultar a 317 organizaciones de 71 países y a la luz de la resolución 1325, lo acaecido en estos últimos quince años.
En realidad, si aceptamos –y perdonamos– que todo texto producido en la ONU tenga que tener en cuenta, tanto en el fondo como en la forma, las sensibilidades de sus 193 miembros, el estudio dirigido por Radhika Coomaraswamy, un tocho de 420 páginas, está bastante bien hecho. Y aunque con muchos matices admite algo que quienes leemos la prensa o vemos la televisión ya sabíamos: que cuando se trata del progreso de la mujer, del dicho al hecho hay un trecho. ¿Trecho grande? ¿Pequeño?
Tal vez porque quisiera que el trecho fuera pequeño y porque provenían de Africa, ciertas noticias me hayan llamado la atención este mes de diciembre. El lunes 5, durante el 5º Foro de Cooperación África-China que tuvo lugar en Beijín, se anunció el envío a Sudán del Sur de un batallón de infantería chino para tareas de paz. Formarán parte de él 13 mujeres con la tarea específica de proteger los derechos de mujeres y niños. Una semana más tarde Francisco Madeira, Representante Especial de la Unión Africana en Somalia, puso de relieve la gran contribución de la 657 mujeres que forman parte de la AMISOM (Misión de la Unión Africana en Somalia) en favor de la paz y estabilidad del país. El miércoles 14 The Huffington Post publicaba un artículo sobre el capitán Grace Ajierh, del ejército de Kenia, que había servido en la AMISOM al frente de un pelotón compuesto de mujeres, y que en la actualidad es Encargada de Asuntos Legales en el ejército de Kenya. A comienzos de diciembre Grace Ajierh y otras cuarenta mujeres oficiales de 31 países participaron en la quinta edición del Curso para Mujeres Militares de Grado (FMOC), organizado conjuntamente por “UN Mujeres” y el IPSTC (International Peace Suipport Training Center). Y el 16 de diciembre The Ethiopian Herald de Adis Abeba citaba al general de brigada Zewdu Kiros Gebrekidan: “La resolución 1325 prevé que en 2020 sean mujeres el 20% del personal en misiones de paz. En Etiopía hemos llegado al 16%, con unas dos mil mujeres soldados de las que 120 eran oficiales. Son enormes los beneficios que ellas han aportado a esas misiones”.
Se ha avanzado pues desde la resolución 1325 del año 2000. En parte porque el mundo ha evolucionado. También porque las mujeres mismas han sido motores de cambio. Y ahí van otras dos noticias de este mes de diciembre: “Derechos de las mujeres: en sillín contra el machismo”, se titulaba un sugestivo artículo de Jeune Afrique del viernes 16. Acompañaba al artículo una foto de Marina Jaber en bicicleta por las calles de Bagdad desafiando las miradas reprobadoras de sus conciudadanos varones. De hecho, gracias a las redes sociales, ya no pedaleaba sola y entre sus acompañantes se veían también algunos hombres. Otro artículo, del lunes 19 en el periódico argelino L’Expression, relataba cómo durante tres días las mujeres de Béjaïa, que con sus casi 180.000 habitantes es la mayor ciudad de la Cabilia, se habían reunido en el teatro municipal para discutir de las condiciones sociales y jurídicas a las que la mujer argelina tiene que enfrentarse.
Por desgracia aún es pronto para echar las campanas al vuelo y si las mujeres continúan protestando y reuniéndose es porque queda todavía mucho camino que recorrer. Cuando en 2014 la “Majlis el-Shura”, la asamblea consultativa del reino saudita, recomendó al ministerio de la Educación que se permitiera a las niñas hacer deporte en la escuela ¡hubo quien lo consideró un “gran avance”! En diciembre de 2012 Jeune Afrique resumía así la situación en África y en los países árabes: “¿Se ha progresado en los derechos de la mujer? Sí, pero no lo suficiente”. Y en marzo de este año, refiriéndose más concretamente a Nigeria, la misma revista titulaba “Nigeria y los derechos de la mujer: un paso adelante y dos atrás”.
Precisamente de Nigeria viene la última noticia, nada positiva, que me ha llamado la atención este mes. Según la BBC, el pasado 28 de diciembre en una ceremonia de lectura del Corán en el estado de Zamzara, el Sultán de Sokoto, Mohamed Sa’ad Abubakar, la mayor autoridad musulmana del Islam en Nigeria, declaraba: “Nuestra religión es un modo de vida total. Por eso mismo nunca aceptaremos que se intente cambiar lo que Allah nos ha permitido hacer”. Con esas palabras ponía su veto a una proposición de ley que propugnaba la igualdad de género y que pudieran heredar por igual hombres y mujeres.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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