Khayelitsha es un arrabal en las afueras de Ciudad del Cabo donde se apiñan casi medio millón de sudafricanos negros y un blanco que allí decidió vivir un par de años compartiendo hepatitis para después escribir un libro reflejo de que nada cambió. De manera iconográfica, la historia reciente de Sudáfrica se puede sintetizar con la
excarcelación de Nelson Mandela cambiando la celda de Robben Island por el Union Building de Pretoria; la victoria de los Springboks en la copa del mundo de rugby de 1995 con un negro vistiendo el polo verde, fetiche del blanco, y el levantamiento de las sanciones internacionales por el fin del Apartheid.
Arrimando el hombro, la nueva televisión se embarcó en un ambicioso programa de series en la órbita del telefilm norteamericano La hora de Bill Cosby. La estrategia buscaba mostrar negros exitosos que laboralmente se codeaban con los blancos. Una burguesía que triunfaba en el sueño americano donde el hombre blanco [no] era menos baas que en la embrutecida y polvorienta Sudáfrica del paternalismo afrikáner. Los sucedáneos de las series norteamericanas exhibían abogados y médicos negros que
conducían un Mercedes Benz y vestían camisas Oxford de cien dólares; o azafatas blancas que atendían a pasajeros negros en un vuelo con destino a Atlanta. Todo muy posh… Cuando te caminas Long Street o Victoria & Alfred te das cuenta que poco ha cambiado y que la vieja Sudáfrica aún goza de una salud inmejorablemente segregacionista.
Quien conoce el aeropuerto internacional de Johannesburgo Oliver Tambo, antiguo Jan Smuts, sabe que la fila de embarque del vuelo de South African Airways SA 204 con destino a Nueva York viene a sintetizar el espíritu de la falsamente
promocionada transición sudafricana pos apartheid. Una cola de negros vestidos de marca, con relojes dorados y maletines, esperan a ser llamados para el último control de acceso en el que deben quitarse los zapatos y, todos con calcetines blancos… Después
está el sudafricano white desaliñado con una trenca caqui y pelo ensortijado que no para de recriminar al sobrecargo que nada funciona; frente a ellos embarca el vuelo de Swiss con destino a Zúrich donde mil rubiales miran con hilaridad lo desenfadado que es todo
en Africa…
Centro de estudios africanos de la ULL