En una publicación de 1974, Erasmo Muñoz dice: “Sobre esta tierra dura / el hombre caminando va / en todo paso que da / se acerca a su sepultura”. Este es el inicio de una de sus décimas. Aquellas composiciones de diez versos octosílabos con las cuales los más conocedores competían unos con otros, acompañados de guitarra y cajón en el tambo los fines de semana. Iban con ropas nuevas, camisas blanquitas, el terno negro y el sombrero blanco. Así se vestían los negros de Aucallama, Chancay, Caqui, San José y otras haciendas en la primera mitad del siglo XX.
Hoy sólo tenemos para rememorar la historia de vida de don Erasmo, anciano de 69 años de edad, quien alguna vez fue entrevistado por José Matos Mar y Jorge Carvajal, como parte de una investigación universitaria. El resultado final fue un libro de 168 páginas, Erasmo. Yanacón del valle de Chancay, publicado por el IEP. Se encuentra agotado en las librerías y sin esperanza de ser reeditado. Sin embargo, se trata del testimonio más significativo de la cultura afroperuana, inclusive contiene once décimas y una oración.
Cabe señalar que John Beverley define el testimonio como “la narración contada […] en primera persona gramatical por un narrador que es a la vez el protagonista (o el testigo) de su propio relato. Su unidad narrativa suele ser una ‘vida’ o una vivencia particularmente significativa”. Mientras que Margaret Randall considera que éste posee ciertos elementos como la entrega de una historia, la inmediatez, el uso de fuentes directas, el uso del material secundario y una alta calidad estética.
Ahora bien, don Erasmo Muñoz Zambrano (1895-1966) fue un negro fornido de 1.70 m. de altura y 98 kilos. Estuvo casado con Delfina, con quien tuvo seis hijos. Trabajó como yanacón en la hacienda algodonera de Caqui. Como es sabido, el yanaconaje fue un sistema de explotación de la tierra que fue cancelado con la reforma agraria. Don Erasmo considera que ésta era la principal causa del empobrecimiento de los trabajadores del campo. Él opina sabiamente que “la única manera de progresar es yendo a la escuela. Nosotros queremos que nuestros hijos sean mejores que nosotros, y el pobre puede llegar alto, debido únicamente a su cabeza”.
El discurso de Muñoz tiene una variedad temática asombrosa. Por ejemplo, describe la fiesta tradicional de la Virgen del Carmen que se celebra cada 16 de julio, la danza de los moros y cristianos, la crianza y pelea de gallos, el “chichirimico” o la brujería en el valle, la culinaria local, etc. Tampoco se puede obviar la riqueza expresiva de su discurso popular, que bien puede ser definido como original, crítico y aleccionador. Fernando Romero rescata para su ya clásico diccionario varios afronegrismos.
Para la investigadora Milena Cáceres, la dramatización de las danzas de moros y cristianos en el Perú es la expresión de la sabiduría popular (andina) y la herencia hispana, en un intento de representar la reconciliación de dos pueblos. En el valle de Chancay, esta danza se realizó con el apoyo del hacendado Pedro Recavarren, en 1923 y en 1924. Al parecer Guillermo Solano, un negro de Cañete, viaja al lugar y trae consigo un cuaderno antiguo, en el que se conservaban varias canciones. Don Erasmo relata detalladamente lo que presenció entonces cuando aún era muy joven e incluso recita varios fragmentos.
Él demuestra también un gusto muy especial por los dulces, como el terranova y el changuito. Explica paso a paso su preparación y distingue dos tipos, un sango dulce y otro salado. Para este último, “el maíz tostado se muele y se mezcla con manteca de chancho, luego se le añade sal y un poco de chicharra, que es el residuo de los chicharrones. Con todo esto se hace una masa y se le da forma de papa rellena y está lista para comer”.
Así el testimonio de don Erasmo logra la representación del sujeto afroperuano y del campesino costeño así como describe la discriminación racial y el rechazo de los sectores populares de la costa. Es un texto fundamental que rescata y difunde la tradición oral de nuestras comunidades afroperuanas, como la de Aucallama.
Ya no existen las haciendas de algodón ni el yanaconaje en ese valle. Los negros viejos de Chancay fallecieron. Ellos cantaban, zapateaban y bailaban marinera. Actualmente, se organiza un concurso municipal de décimas en Aucallama cada año, sólo uno de los hijos de Erasmo vive y una de sus bisnietas declama versos.
El camino a Caqui atraviesa los sembríos, cruza un puente envejecido, se abre paso por un cerro pedregoso y luego como una aparición surge al fin su poblado. Se puede apreciar todavía las pinturas del s. XIX sobre los muros, en el patio central de la ex casa hacienda. En las noches el viento trae el rumor del cajón y la guitarra, aún se escucha una voz que repite ayer como hoy: ¡Oh dinero cuanto vales / quién te pudiera guardar! / porque al rico lo engrandeces / y al pobre lo abates más