Víctor M. Fernández es catedrático de Prehistoria en la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito más de media docena de libros sobre arqueología y prehistoria. Ahora en “Los años del Nilo” recoge parte de sus memorias como profesional de la arqueología en sus excavaciones en África. Comenzó en Nubia en 1978 para más tarde centrarse en Etiopia.
Víctor M. Fernández nació hace 62 años en Gijón, lleva 40 años en Madrid. Buen conocedor de la tradición inglesa y ávido lector de autores anglosajones, Víctor me comentaba que en lengua castellana no hay tradición, como entre los británicos, de la publicación de memorias de los arqueólogos. Ha querido dejar constancia de sus andanzas africanas en “Los años del Nilo. Un apasionante viaje por la arqueología y memoria de Sudan y Etiopia”.
Entre 1978 a 1981 trabajo en Nubia, entre 1989 y 2000 en el Sudan central y del 2001 al 2005 en la frontera entre Etiopia y Sudan. Desde el 2006 hasta ahora en las misiones jesuitas del lago Tana. Lugar de nacimiento del Nilo Azul descubierto para los occidentales por el jesuita Pedro Páez en 1618.
En Enero de 1978 pisa por primera vez África. Fue a Nubia en una misión del Museo Arqueológico Nacional. Por aquel entonces, trabajaba mientras terminaba la especialidad de Prehistoria. Fue elegido por el profesor Martín Almagro Bash – director Prehistoria de la Complétense y director del equipo español en la Campaña de Salvamento de Nubia en la década de 1960 – para ir a trabajar a Nubia. Gracias a los consejos de su tutor, Almagro, pudo completar en pocos años una investigación de campo y escribir una tesis doctoral sobre la cultura meroítica antigua del norte de Nubia.
A partir de esa fecha y hasta hoy, salvo una interrupción entre 1981 y 1989 por falta de fondos, casi todos los inviernos ha viajado a las orillas del Nilo, primero para excavar una gran necrópolis meroítica (de Meroes) de la época grecoromana y otra más pequeña Kerma (2000 antes de Cristo) en Nubia entre 1978 y 1981, luego prospectando la cuenca del Nilo Azul cerca de Jartum y excavando varios yacimientos mesolíticos y neolíticos entre 1989 y 2000, más tarde prospectando y excavando abrigos rocosos prehistóricos en la región frontera entre Sudán y Etiopía, en el estado etíope de Nenishangul-Gumuz, donde instalaron un pequeño museo arqueológico-etnográfico, entre 2001 y 2006, y desde esta última fecha investigaron los restos de la misiones jesuitas portuguesas del lago Tana en el centro de la Etiopia histórica.
Víctor M. Fernández asegura que la arqueología es un oficio apasionante. “El no saber nunca lo que vas a encontrar, la continua sorpresa que supone ir trabajando en la tierra de un yacimiento, hace que el aburrimiento se algo más bien raro en cualquier excavación arqueológica. Pero si a esto le unimos entrar en regiones casi inexploradas, como cuando fuimos a Benishangul, un estado cuya extensión es algo mayor que la de Aragón y donde nunca antes había puesto sus pies un arqueólogo, la experiencia es aun más estimulante”.
Nubia fue su primer amor en África. Una tierra aislada, un verde oasis a lo largo de cientos de kilómetros de diserto, “una serpiente verde sobre la tierra ocre y seca del Sahara”. En aquellas primeras expediciones estaban aislados casi completamente del mundo exterior, en las aldeas nubias las cartas de España llegaban con veinte o treinta días de retraso y el teléfono no funcionaba. Víctor escribe: “Vivir durante meses en Nubia, casi sin ningún tipo de comunicación exterior, era suspender del todo la rutina de la vida, entrar en una bola de cristal, encerrarte con una única maravilla”.
Víctor responde a la pregunta de ¿por qué fueron a Nubia?. “Porque Almagro, que había dirigido la gran misión española que participo en la Campaña de Salvamento de Nubia por la UNESCO en la década de 1960 y conservaba un gran prestigio en las administraciones egipcia y sudanesa, había obtenido un permiso de los sudaneses para excavar una necrópolis meroítica y financiación privada para hacerlo”.
Era la necrópolis de Amir Absdallah. El cementerio tenia 377 tumbas. Estaban intactas y escondían grandes vasijas cerámicas enteras y objetos de bronce.
Luego estuvo en el Sudan central entre 1989 y 2000. En medio del desierto a la sombra de las pirámides nubias de la época Meroítica (500 antes de Cristo a 500 de nuestra era). Llevaba 20 años rodeado de arena en sus excavaciones hasta que en 1998 visito Kenia. Descubrió el África que siempre había soñado. Finalizaron el proyecto del Nilo y quiso remontar hacia el Nilo Azul para observar paisajes más verdes. Las siguiente campañas trabajo entre el 2001 al 2005 en la frontera de Etiopia con Sudan. Un lugar que considera espectacular, verde y boscoso al mismo tiempo que cálido, una zona remota con pocas influencias de la modernidad.
Con “Los años en el Nilo” el autor pretende reflejar el amor hacia los africanos y la nostalgia casi continua que siente por volver a verlos. Lo que más le ha reconfortado ha sido su gente y la riqueza humana que poseen.
Entreviste a Víctor M. Fernández en el programa de Radio Euskadi La Casa de la Palabra el martes 7 de junio de 2011.
“Los años en el Nilo” publica “Alianza editorial”. www.alianzaeditorial.es
Original en El Blog de Roge