Victoire Ingabire, líder ruandesa del partido de la oposición FDU está en la cárcel desde la semana pasada. Fue detenida el 14 de octubre por la tarde en su casa de Kigali –donde estaba prácticamente bajo arresto domiciliario desde hacía varios meses- después de haber concedido una entrevista a la revista italiana Nigrizia. Su situación es crítica, sobre todo porque todo este tiempo no ha comido ni bebido nada, algo que no es de extrañar en un país en el que numerosos opositores políticos han muerto en prisión, presumiblemente envenenados. Las autoridades carcelarias no permiten a sus familiares entregarle ningún tipo de alimentos. Me consta que la Plataforma Basta de Impunidad en Ruanda, formada en España por varios grupos de sociedad civil, ha escrito a Moratinos para pedirle que utilice las vías diplomáticas a su alcance para presionar a Kigali, aunque teniendo en cuenta que en el Ministerio de Asuntos Exteriores se negaron a recibir a Ingabire el año pasado dudo que se tomen muchas molestias.
Victoire Ingabire vivió 16 años en Holanda hasta que en enero de este año decidió regresar a Ruanda para poder presentarse a las elecciones presidenciales de agosto de este año. Su primer gesto, el 16 de ese mes, fue visitar el memorial del genocidio en Gisozi (Kigali), donde dijo: “Este memorial no recuerda más que el genocidio perpetrado contra los tutsi, cuando también ha habido masacres de hutu”. Tocó un punto muy sensible que es tabú para el partido en el poder, el Frente Patriótico Ruandés (RPF), que siempre ha negado la evidencia de horribles masacres contra los hutu desde que comenzara su invasión de Ruanda desde Uganda en 1990, y que ha sido un punto de fricción entre las autoridades de Kigali y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda. En Ruanda hay muchos miles de hutus cuyos familiares han sido asesinados por el FPR y que no tienen más remedio que tragarse su frustración de ver que no tienen derecho a que se les haga justicia, porque cualquiera que ose hablar de este tema se verá acusado de “negacionista”, “revisionista”, “defensor de la teoría del doble genocidio” o incluso de “genocida”. Victoire Ingabire nunca ha reivindicado este tema para agitar nada parecido a sentimientos de venganza, sino para reclamar que una verdadera reconciliación tiene que basarse en sacar a flote toda la verdad.
Desde entonces, esta mujer ha sufrido un largo calvario en su país. El 3 de febrero fue agredida por unos jóvenes en una oficina donde había acudido para registrar su partido, ante la pasividad de la policía allí presente. Ella consiguió escapar, pero su asistente Joseph Ntawangundi fue herido y luego detenido y condenado a 19 años de cárcel por haber participado supuestamente en el genocidio en abril de 1994, fecha en la que Ntawangundi ni siquiera estaba en el país. El 5 de marzo se impidió al FDU celebrar su congreso en Kigali. El 23 del mismo mes se impidió a Ingabire tomar un avión para visitar a su familia en los Países Bajos y desde entonces empezó a recibir cientos de correos electrónicos amenazadores y a ser víctima de “hackers” que manipularon su email para hacerla aparecer como colaboradora de grupos rebeldes. En abril fue detenida, sometida a interminables interrogatorios y colocada en residencia vigilada. Desde entonces pesan sobre ella cargos de “asociación con grupos terroristas”, algo absurdo para una mujer que nunca ha defendido la violencia como camino para el cambio político en Ruanda. Las únicas pruebas que han aducido contra ella es haber asistido a reuniones del “diálogo inter-ruandés” en las Islas Baleares (auspiciadas por la asociación española S’Olivar), a las que acudieron ruandeses de todos los colores políticos.
Otro golpe bajo que el régimen del FPR asestó a Victoire fue la detención de su abogado norteamericano Peter Erlinder cuando éste vino a Ruanda para defenderla. Con todo este rosario de obstáculos, ella no pudo registrar su partido, ni participar en la campaña electoral ni ser candidata presidencial a las elecciones, que como todo el mundo preveía fueron ganadas por Paul Kagame por un 93% de los votos. Los únicos dos partidos distintos al FPR que pudieron presentarse fueron formaciones políticas de poca monta encabezadas por antiguos ministros, cuyo verdadero papel fue ofrecer una apariencia de un pluralismo que en Ruanda no existe. Hay que recordar que un mes antes de las elecciones el vice-presidente de otro partido de la oposición, el Green Party, fue encontrado degollado en su coche, el director de un periódico crítico con Kagame (sólo disponible en versión digital después de que el régimen cerrara su edición en papel) fue tiroteado en plena calle, y actualmente el presidente del Green Party está en prisión.
Tal y como está el panorama, sólo una acción internacional de suficiente peso podría poner una presión adecuada sobre Kigali para lograr la liberación de Victoire Ingabire, quien se encuentra en verdadero peligro de muerte. La comunidad internacional, sin embargo, parece mirar para otro lado. Hace apenas tres semanas Naciones Unidas publicó un extenso informe en el que se acusa al ejército ruandés de haber cometido actos de genocidio contra los refugiados hutu en la vecina R D Congo durante la década pasada, y a los pocos días una delegación de la Unión Europea con su antiguo comisario para ayuda humanitaria Louis Michel a la cabeza visitó Ruanda y propuso la creación de una coalición de “Amigos de Ruanda” en la Unión Europea, en la que estarían presentes embajadores de Ruanda en diversos países europeos. Es lo de siempre: los intereses económicos priman sobre los derechos humanos. Europa recibe de Ruanda la mayor parte de los minerales indispensables para el funcionamiento de la industria electrónica de última generación, como la casiterita, la bauxita y el coltán, minerales que por cierto Ruanda no tiene en su territorio y que provienen de las dos provincias del Kivu en la R D Congo, donde Kigali ejerce desde la década pasada un verdadero colonialismo que expolia sus recursos naturales, algo que a las compañías transnacionales que sacan beneficio de esta situación les trae sin cuidado.
Victoire Ingabire sigue en prisión mientras la diplomacia europea y las asociaciones de derechos humanos que tan rápidamente se movilizan para otras personas encarceladas injustamente no se interesan por esta mujer que lucha por la democracia y la reconciliación en su país.