Viaje a Podor, José Naranjo

23/11/2011 | Bitácora africana

Acabo de llegar de un corto pero intenso viaje que me ha llevado desde Dakar hasta Podor, en el norte de Senegal. Dos días de carretera, uno para ir y otro para volver, y dos de estancia me han servido para «desintoxicarme» de la inmisericorde crudeza de la capital senegalesa, de sus ruidos, sus humos, su extenuante tráfico y sus agobios, y para sumergirme en un mundo más rural, más tranquilo, más humano.

Para llegar hasta allí utilicé un medio de transporte muy común en Senegal: la guagua. Abarrotada de gente, «asaltada» cada pocos kilómetros por decenas de vendedores que te ofrecen de todo, desde agua helada hasta galletas, pasando por fruta, teléfonos móviles, cremas para la piel o menta, dando saltos por carreteras donde lo difícil es encontrar el asfalto, con la baca llena de muebles, sacos y hasta una motocicleta, esquivando a las manadas de vacas que se cruzaban en su camino, la guagua es un excelente medio para conocer mejor este continente y a su gente.

En Podor, puerta de entrada a la orgullosa región de mayoría peul de Fouta Toro, nos esperaba Ibrahima Diallo, un viejo amigo de mi último viaje a Kolda que hoy es profesor de español en el instituto de secundaria de la ciudad. Ibou vive con otros once colegas, todos profesores, en una vivienda tranquila y acogedora que se convirtió por dos días en nuestra casa, un hogar donde compartimos charlas, comidas y risas y donde nos refugiamos del intenso calor del mediodía.

Por las calles llenas de arena de esta pequeña ciudad me tropecé con otro Senegal, con un Senegal humilde y muy religioso, con gente que vive de la tierra y de los animales, con maestros que luchan con sueldos escasos para salir adelante, con el viejo Oumar Ly, uno de los pioneros de la fotografía en este país, ante cuya cámara han pasado decenas de miles de personas y medio siglo de historia. Y, sobre todo, en Podor y los pueblos de alrededor, me encontré con gente que está dispuesta a darlo todo por defender su tierra, la tierra de sus padres y la de sus hijos, frente a quienes pretenden negociar con ella, venderla, traspasarla. En próximos posts y reportajes les contaré esa historia.

Una de las calles principales de Podor se llama El Hadji Oumar Tall, en recuerdo del histórico guerrero y líder religioso que fundó el Imperio Toukouleur, nacido no muy lejos de esta ciudad. El Hadji Oumar peregrinó a La Meca con 23 años y se convirtió en un respetado y combativo califa que hizo frente a los franceses, primero, y luego a los «infieles» bambaras y los peuls de Macina en la segunda mitad del siglo XIX. Murió en una explosión en 1864 en las cuevas de Bandiagara, en la actual Malí. Su carácter orgulloso y profundamente religioso anima aún el espíritu de las gentes de Podor y la región de Fouta Toro.

Y como no podía ser de otra manera, mi vuelta a Dakar coincidió con los prolegómenos de la Tabaski, la Fiesta del Cordero musulmana. Y lo que en la ida eran muebles y cachivaches se convirtió, en el regreso, en no menos de cuarenta corderos que viajaban atados dentro de sacos en la baca de la guagua, expuestos al tremendo calor y al largo viaje de 17 horas. Cuando ví la maniobra pensé que alguno de ellos no llegaría vivo. Me equivoqué. Salvo uno de los animales que se partió una pata, los corderos entraron en Dakar exhaustos, pero sanos y salvos.

El lunes 7 de noviembre se celebra la Tabaski. Y así como muchos senegaleses salen de Dakar para encontrarse con sus familiares, otros, que trabajan fuera, regresan a Dakar trayendo consigo un cordero que les cuesta más barato que en la capital. En ese post anterior, yo escribía que eran malos tiempos para estos animales, pues a todos les espera el cuchillo y el sacrificio. Sin embargo, Abdou Kane, con quien voy a pasar esta Tabaski junto a su familia, me aclaró algo durante el viaje de vuelta: los corderos que van a morir están muy contentos porque saben que les espera el Paraíso y los que, en realidad, están tristes son aquellos que no van a ser sacrificados en nombre de Alá Todopoderoso. Es otra manera de verlo.

Original en GuinGuinBali

Autor

  • José Naranjo Noble nació en Telde (Gran Canaria) el 23 de noviembre de 1971. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid en 1994, ha seguido profesionalmente el fenómeno de la inmigración africana hacia Canarias, tanto desde la óptica de las Islas como desde los países de origen y tránsito de los irregulares. Así, para elaborar sus reportajes, publicados en diversos medios de comunicación, ha viajado por el sur de Marruecos, el Sahara, Argelia, Malí, Senegal, Gambia, Cabo Verde y Mauritania, donde ha recogido los testimonios de centenares de personas. Por este trabajo le fueron concedidos los premios Antonio Mompeón Motos de Periodismo 2006 y el Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española 2007, en este caso junto al también periodista Nicolás Castellano.

    Buena parte de su trabajo está recogido en los libros Cayucos (Editorial Debate, 2006), con el que fue finalista del Premio Debate, y en Los invisibles de Kolda (Editorial Península, 2009). Además, es coautor de los libros Inmigración en Canarias. Procesos y estrategias (Fundación Pedro García Cabrera, 2008) y Las migraciones en el mundo. Desafíos y esperanzas (Icaria, 2009).

    Es redacror de la revista digital de información sobre África Guinguinbali donde tiene su blog Los Invisibles , que reproduciremos en Bitácora Africana

Más artículos de Naranjo, José