Vacuna halal, por Ramón Echeverría

29/01/2021 | AfroIslam

Mientras escribo estas líneas escucho en Euronews que aumenta el descontento de la Unión Europea con las empresas farmacéuticas, acusadas de incumplir sus compromisos con la distribución de las vacunas anti covid-19. Y también que en la UE son los españoles los que más confianza afirman tener en la efectividad de las mismas (77 %). Gran Bretaña no ha participado en el plan de obtención de vacunas de la UE. Pero la cadena británica SkyNews anunció ayer que 6.853.327 personas ya habían sido vacunadas en el Reino Unido (población 68 millones), y apostó porque el gobierno británico cumplirá con su objetivo de tener vacunados a mediados de febrero a los 15 millones de habitantes incluidos en los cuatro grupos de mayor riesgo. Nadie lo habría imaginado a finales del año pasado, y no sólo por las posibles consecuencias prácticas del Brexit. Son musulmanes el 7 % de los británicos, practicantes y conservadores en su mayoría, y eran numerosos los que, junto a musulmanes de todo el mundo, se preguntaban si la vacuna contra la covid-19 no contendría gelatina de cerdo (presente en algunos medicamentos) o alcohol y, en consecuencia, no sería “halal” (permitido por la ley islámica). De hecho, según algunas encuestas, entre los británicos más reticentes a vacunarse se encontrarían los negros (72 % de los mismos) y los de origen pakistaní y bangladeshí (42 %).

En un artículo publicado por la agencia turca TRTWorld el 21 de diciembre, Mohammed Ghaly, especialista en ciencias biomédicas y en ética islámica en la universidad Hamad bin Khalifa de Qatar, mencionaba tres tipos de argumentos esgrimidos contra la vacuna. Los primeros, teológicos, defienden que es Dios quien envía la enfermedad y la cura, y las vacunas son pues inútiles. Según Ghaly ese argumento se oye mucho entre los musulmanes europeos, pero apenas en el resto de la comunidad musulmana. Los segundos son a menudo pseudocientíficos, como el que la vacuna alteraría el DNA del vacunado. O que la vacuna Pfizer contendría productos animales o restos de fetos. El tercer tipo es el conspiratorio: las farmacéuticas experimentan con las poblaciones más frágiles, y hasta insertan con la vacuna microchips para controlarlas.

covid_africania-9.jpgCurándose en salud, Sinovac (China) envió en julio de 2020 una nota a Biofarma, la compañía estatal de producción de vacunas de Indonesia (el país con más musulmanes, 230 millones, el 87’2 % de la población), asegurando que su vacuna no contenía material porcino. En espera de aclaraciones más detalladas sobre el contenido de la vacuna, la nota no calmó las principales dudas de los imanes indonesios. La primera tiene que ver con que gato escaldado del agua fría huye. En 2018 el gobierno indonesio organizó un ambicioso programa de vacunación contra el sarampión. Por desgracia, la única vacuna disponible en las enormes cantidades necesarias contenía productos porcinos. Tras analizarla, el Consejo de Ulemas declaró que aunque era “haram” (prohibida por la Ley Islámica), podía utilizarse por tratarse de una emergencia. A nivel local, muchos líderes musulmanes se opusieron a la vacunación y casi 10 millones de niños no la recibieron. La segunda duda se debe a la historia de errores de algunas compañías chinas en la producción de vacunas. Por ejemplo en 2018, una investigación del gobierno chino concluyó que Changchun Changsheng, una de las mayores productoras de medicamentos del país, había incumplido las normas de calidad en la producción de más de 250.000 dosis de vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina.

En la primera quincena de enero han llegado finalmente las aclaraciones detalladas de la vacuna china, coincidiendo con una cascada de aprobaciones de las vacunas anti covid-19 por parte de las autoridades civiles y religiosas de varios países musulmanes. La “Islamic Organization of Medical Sciences” de Kuwait ha argumentado a partir del concepto de “istihala” o transformación que algunos materiales prohibidos, se convierten en halal al ser transformados químicamente. Ese sería el caso si se hubiera utilizado material porcino o alcohol en la fabricación de alguna de las vacunas. El Islamic Religious Council de Singapur (14 % de musulmanes) ha animado a que todos los musulmanes se vacunen, porque “proteger la vida es una necesidad básica”. El 6 de enero, tras analizar los ingredientes y el proceso de producción de la vacuna china, el Consejo Indonesio de Ulemas la declaró halal. Dos días más tarde fue convalidada por la Agencia de Supervisión de Alimentos y Productos farmacéuticos. Malasia y los Emiratos Árabes declararon que se “permitía” las vacunas anti covid-19 aunque contuvieran gelatina de cerdo. Más explícito fue el presidente indonesio, Joko Widodo: “Estamos en una emergencia y no debiera preocuparnos si la vacuna es halal o no”.

Entre tanto, en Gran Bretaña, numerosos responsables musulmanes están haciendo campaña para animar a sus correligionarios a vacunarse, tal como explicó a France Press la semana pasada Qari Asim, imán de una mezquita de Leeds, en el norte de Inglaterra, y presidente del Consejo Consultativo de Mezquitas e Imanes. Nighar Arif, médica generalista en Chesham, cerca de Londres, y musulmana practicante que lleva el hijab, ha subido a las redes un vídeo en urdu (lengua nacional en Pakistán) de su propia vacunación. También en está en urdu el vídeo en Twitter de Samara Afzal (35.000 seguidores), médico en Dudley, Midlands, en el que desmonta mitos y confusiones sobre la vacuna anti covid-19. Y en Birmingham, segunda ciudad más poblada en el Reino unido, una comunidad musulmana ha cedido su mezquita al NHS (National Health Service) para que la utilice como centro de vacunaciones. Es una forma, según su imán, Nuru Mohammed, de ayudar a los fieles a combatir las “fake news”. Una pequeña pero simbólicamente importante contribución musulmana para que el Reino Unido, que ya ha vacunado a casi 7 millones de sus habitantes, consiga llegar a 15 millones a mediados del mes próximo.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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