USA y África, una vez más, por José Ramón Echeverría

13/09/2023 | Bitácora africana

Ha terminado en Nueva Delhi la última reunión del G20. Ha servido en primer lugar para que el presidente Narenda Modi exhibiera ante el mundo su India, la “República de Bharat” como él la denomina, desde el pasado mes de abril el país más poblado, con un creciente poder económico y cada vez más influyente en la esfera global. Ha sido una cumbre descafeinada por las ausencias de Vladimir Putin y Xi Jinping y en buena parte inconsecuente por los asuntos importantes que se han tratado y que no han desembocado en propuestas concretas: la decisión estadounidense-indio-saudí de construir una red de comunicaciones entre el Sur de Asia y el Medio Oriente (que competiría con la Ruta de la Seda de Beijing), de la que nada se ha dicho de su financiación o de sus plazos; el acuerdo de triplicar para 2030 la capacidad de energía renovable a nivel mundial, y reducir gradualmente la energía del carbón, sin que a ese acuerdo le acompañe ningún objetivo climático concreto; y la declaración sobre la guerra en Ucrania, que, para conseguir la unanimidad, ha evitado cualquier crítica a Rusia. Para los países africanos lo más significativo ha sido la admisión en el G20 de la Unión Africana, con un estatus similar al de La Unión Europea. Esa admisión ha hecho del G20, del que Sudáfrica era ya miembro, un foro más equilibrado y representativo. Primera consecuencia práctica, la reunión del G20 de 2025 tendrá lugar en Sudáfrica. La de 2024 se hará en Brasil. A ese respecto, y a sabiendas de los problemas que el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa tuvo ante la posible participación de Vladimir Putin en la última reunión de los BRICS (Putin está en busca y captura por la Corte Penal Internacional, acusado de rapto y deportación de niños ucranianos), el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva aseguró el sábado 9 en la cadena de televisión india Firspost que Putin recibiría una invitación para acudir a la reunión y que en ningún caso sería detenido. Tuvo que corregirse dos días más tarde, y matizar que en realidad ese asunto le correspondía a la Justicia de su país y no a su presidente. ¡Ya veremos!

Dada la pugna entre los grandes países por posicionarse en África, no cabe duda de que, si hubieran estado presentes, también Putin y Xi Jinping habrían apoyado la presencia de la UA en el G20. Pero esta vez ha sido Joe Biden quien ha podido presentarse como cumplidor de su palabra. Durante la Cumbre de Líderes Estados Unidos-África 2022, celebrada en Washington del 13 al 15 de diciembre, Joe Biden anunció que su administración apoyaba la presencia de la Unión Africana en el G20 como miembro permanente. Anunció igualmente un compromiso de 55 mil millones de dólares para avanzar en las prioridades compartidas por África y Estados Unidos en el marco de la Agenda 2063 de la Unión Africana. “Ya es hora de que África tenga puestos permanentes en los organismos e iniciativas internacionales”, había declarado antes de la cumbre el director principal de asuntos africanos en el Consejo de Seguridad Nacional, Judd Devermont. “Necesitamos más voces africanas en las conversaciones internacionales sobre economía global, democracia y gobernanza, cambio climático, salud y seguridad”.

La de Joe Biden es la más reciente de una serie de iniciativas tomadas por la administración estadounidense, tras los años de desinterés que siguieron al final de la Guerra Fría (1947-1991). En 2000, durante la administración Clinton, el Congreso promulgó la Ley de Crecimiento y Oportunidad para África por la que se abrían los mercados estadounidenses a los países africanos elegibles. En 2003, el presidente George W. Bush lanzó una iniciativa de salud global: el Plan de Emergencia para el Alivio del SIDA. Conocida como PEPFAR (President’s Emergency Plan for AIDS Relief), se le atribuye haber salvado 21 millones de vidas, principalmente en África y el Caribe. Más recientemente, se han celebrado dos Cumbres de Líderes Estados Unidos-África. El presidente Barack Obama organizó la primera en 2014. La segunda es la ya citada de 2022. Y en 2023, la vicepresidenta Kamala Harris ha visitado Ghana, Tanzania y Zambia para discutir temas de seguridad y economía con los líderes de esos países.

Sin embargo, como escribe el etíope Asafa Jalata, profesor de Sociología y Estudios Africanos en la Universidad de Tennessee, en “Africa is getting renewed attention from Washington — and some African states are courting African Americans” (África está recibiendo una atención renovada de Washington, y algunos estados africanos están cortejando a los afroamericanos, The Conversation, 25 de mayo 2023), “las relaciones entre Estados Unidos y las naciones africanas son más profundas que las asociaciones o la ayuda entre los gobiernos”. Y cita a Biden durante la Cumbre de 2022: “Es nuestra gente la que se encuentra en el corazón de la profunda conexión que une para siempre a África y Estados Unidos. Recordamos a los hombres, mujeres y niños robados que fueron llevados a nuestras costas encadenados, sometidos a una crueldad inimaginable”. Y si los Estados Unidos corteja a África en general, algunos países africanos, como Sierra Leona, Liberia y otros, están cortejando a los afroamericanos, alentándolos a visitar, establecer hogares, negocios y lazos económicos en su patria ancestral. En 2000, el Parlamento de Ghana aprobó una Ley de Ciudadanía, que concede el derecho a la doble nacionalidad a las personas de ascendencia ghanesa. En 2019, Ghana celebró el “Year of Return”, coincidiendo con el 400 aniversario de la llegada a Jamestown, Virginia, de los primeros esclavos africanos. Desde entonces, al menos 1.500 afroamericanos han recibido derechos de ciudadanía en Ghana, y unos 5.000 afroamericanos han hecho de Ghana su hogar permanente. En 2020, el gobierno de Ghana lanzó otra campaña para profundizar los lazos sociales entre los ghaneses y los africanos de la “diáspora”, así como para aumentar su turismo y sus inversiones en el país. Al fin y al cabo, los afroamericanos, como los italoamericanos o los americanos de origen irlandés, son estadounidenses al cien por cien. Y el business es siempre el business.

Ramón Echeverría

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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