“…ha sido muy profesional…”; “…muy bien coordinado…”; “…No, absolutamente no [respuesta a la pregunta de si Kenia retirará sus tropas de Somalia]…”; “…esto no es Al-shabaab, esto es Al-qaeda
A resultas del atentado perpetrado en el Westgate mall, las declaraciones de Amina Mohamed, ministra de exteriores de Kenia, vienen a demostrar el firme compromiso en la lucha contra el terror y el posicionamiento por el que Nairobi ha optado junto a británicos, norteamericanos e israelíes. En contraste con aquellos que afirman que la matanza lleva la firma de Al-Qaeda (AQ), están las rotundas palabras de la ministra. Manifestaciones que ensalzan y señalan a ambas organizaciones como una sola y con ello, un enemigo común ante el cual su gobierno aunará esfuerzos. El acto terrorista viene a reafirmar las advertencias de aquellos que vienen definiéndola [a Al – Shabaab] como un poder latente en la zona y con una capacidad real de desestabilizar la región.
Las palabras de Amina Mohamed se vuelven orgullosamente valientes y posicionadas cuando es preguntada por las relaciones de Kenia con Israel y las posibles repercusiones que ello podría significar para su país; pues el estado judío es enemigo natural de las organizaciones terroristas.
“…hemos trabajado con Israel durante muchos años; nos apoyan y no tenemos que disculparnos con nadie por ello; al igual que lo hacemos con americanos, británicos, los estados árabes de oriente medio y muchos otros con los que compartimos proyectos; somos una sociedad abierta […] “
En lo referente a la lucha global contra el terrorismo y el mensaje de Kenia al mundo, es meridiana.
“…Al-Shabaab sigue las directrices de Al-qaeda; definitivamente e independientemente del nombre que se le quiera dar en Nigeria, Mali o Somalia, es Al qaeda…”; “…seremos parte de la primera línea de defensa contra el terrorismo; trabajaremos y lucharemos por establecer mecanismos contra el terrorismo…”; “…pediremos respaldo porque no podemos dejar a esta gente ganar…”
¿Pero qué factores y objetivos se esconden detrás de Al-Shabaab? Popularmente bautizada como la firma de AQ en el África oriental, sus orígenes hay que buscarlos en la descomposición del régimen de Siad Barre en la Somalia de los años noventa. Caos que a la par precipitó la diáspora somalí como la aparición de facciones descontroladas y autoproclamadas.
La compleja y particular concepción de patria con la que los somalíes entienden el estado; vertebrada en torno a la tradición oral del código civil conocido como Xeer y la intrínseca noción de pertenencia a clanes y subclanes, facilitaron la fragmentación del país en un taifarato gobernado por señores de la guerra, que progresivamente se fueron afianzando a la par que las operaciones de la ONU fracasaban y se generaban bolsas de desplazados. Aspectos que, y sumados a la histórica tolerancia religiosa que tradicionalmente ha habido en Somalia, están lejos de casar con la estricta ley islámica o Sharia que las organizaciones de corte radical han pretendido instaurar en el país como medio de atemorizar y someter a la población.
Respecto a la tolerancia [religiosa] y la radical interpretación del islam que promulga Al-Shabaab, responde de la siguiente manera.
“…no pertenecemos a la misma religión; son gente vil; yo no pertenezco a la religión que ellos profesan; soy musulmana […]; el islam es paz; en Kenia se ha practicado el islam desde tiempos inmemorables; esto nos va a unir más que nunca; no aceptaremos el terror; somos una sociedad muy tolerante, nuestra moral no se ha visto cuestionada y tenemos un concepto ético tan alto, que no permitiremos a esta gente malvada estar entre nosotros, musulmanes y cristianos…”
Preguntada por una cuestión tan delicada, como es la respuesta que la población de su país pueda tener hacia los muchos refugiados somalíes que residen en Kenia, Amina Mohamed responde:
“…somos una gente resilente; llevamos protegiendo a los refugiados somalíes en nuestro país durante más de veinte años; hemos vivido juntos y sin diferencias…”
La presencia de AQ se remonta a los años noventa con la estancia de Bin Laden en Sudán; en aquel entonces, discreto santuario del islamismo. De igual manera, hay evidencias de que [este] financio el traslado [desde Afganistán] de veteranos de la Yihad para que se incorporaran a la milicia de Farah Aideed. Es curioso como con la desbandada del contingente occidental [1995] y pese al apoyo a grupos del estilo de Al -Itihaad Al-Islaami, de marcado carácter wahabita y semilla de Al Shabaab, la presencia de AQ se desdibuja. A grandes rasgos, Al Shabaab aparece en Somalia gracias a las facilidades que esta ofrece como estado fallido y sin ningún tipo de control gubernamental para frenar la proliferación de bandas armadas. Posiblemente relacionada con el narcotráfico, los secuestros de cooperantes en la frontera keniata y algún acto de piratería, evolucionó desde una milicia relativamente moderada, hacia una organización integrista que se enfrentó a la invasión etíope en el 2006.
En un principio y pese a la ya citada tolerancia e interpretación moderada del sufismo que caracterizó a los somalíes, el vacio gubernamental y el anhelo social de que reinase un orden, propicio que se “aceptara” un sistema de cortes islámicas y que estas aprovecharan para intentar instaurar una teocracia. Régimen que funcionó al modo somalí: centros [de poder] locales que regidos por milicianos y un líder, ejercían una interpretación más o menos radical de la Sharia. En el 2004, las Cortes Islámicas se unifican bajo la voz de Sheikh Ahmed y se enfrentan a los señores de la guerra. La derrota del sindicato del crimen y la vuelta del “orden” a la capital, otorgaría una “autoridad” gubernamental a las cortes de cara a una población castigada y acostumbrada a años de anarquía. Precisamente, una de las facciones más radicales de las triunfantes Cortes Islámicas se haría llamar como Al Shabaab: la juventud. La organización acabó alejándose de la Unión de Cortes y con el objetivo de implantar un estado islámico, viene oponiéndose, con una campaña de atentados y ataques esporádicos, al actual Gobierno de Transición Federal.
Al Shabaab parece tener una presencia fluctuante en el territorio somalí. Con una política de ley islámica y bajo el falso discurso de la misericordia religiosa hacia el estado de pobreza generalizado del país, ha querido mostrar una cara amable a la sociedad. Hasta su expulsión de Mogadiscio [2011] por las fuerzas de la Unión africana, y la retirada del estratégico puerto de Kisimayo, gracias a la acción de tropas keniatas, su modo de operaciones ha sido el de atentar de manera indiscriminada, disparar y correr. A día de hoy, sus esperanzas de sobrevivir pasan por la [aún latente] carencia de un estado viable en la zona central – sur de Somalia. Área donde su presencia es una realidad; siendo de destacar, como su expulsión de la ciudad portuaria de Kisimayo le ha privado de una vital fuente de ingresos en forma de “tasas” e impuestos revolucionarios con los que se extorsionan a los pocos comerciantes, armadores del azúcar, e incluso a la ayuda internacional que allí llega por vía marítima. Tributos exigidos a pie de muelle y en los numerosos check points que la milicia tiene. Y es aquí donde aparecen las posibles, y nunca descartables, relaciones de la organización con la piratería y el entramado logístico que [en la ciudad] la sustenta y hace viable los actos de pillaje en la mar. Relaciones, que nos aclara el experto en el tema, Fernando Ibáñez Gómez:
“…En nuestra opinión la ausencia de lazos en el pasado entre los grupos piratas somalíes y Al Shabab no es una garantía de que no se estén produciendo en el presente, a través de los ya citados acuerdos en ciertas localidades costeras controladas por insurgentes, así como por la cooperación que han demostrado en los casos de secuestros de personas en tierra…”
“…La descentralizada red de Al Shabab también puede propiciar que algunos grupos decidan olvidarse de sus posiciones previas opuestas a la piratería y se sirvan de ella para obtener financiación. Así, podrían comprar armas y voluntades y mantener su lucha contra el Gobierno Federal de Transición somalí. Algunos grupos piratas han demostrado estar dispuestos a pagar el impuesto correspondiente y, en este sentido, no parece importarles demasiado si el destinatario del pago o soborno es una autoridad regional o Al Shabab…”
“…En Somalia, una vez más, parecen ser más fuertes los lazos que unen a cada clan que las consideraciones ideológicas o políticas. Por ello, parece constatarse que allí donde un líder local rebelde provenga del mismo clan o subclan que el grupo pirata predominante, las posibilidades de un acuerdo aumentarán notablemente. Los vínculos clánicos parecen unir a piratas e insurgentes más que los intereses políticos que puedan compartir…”
En la última década, su política de “caridad islámica” ha buscado ganarse a la población y engrosar sus filas con milicianos. Desde el 2008 comparte ideología con AQ. Proceder que la ha alejado de su estrategia inicial de convertirse en una alternativa al Gobierno de Transición Federal; aspirando a protagonizar episodios de guerra global contra los intereses occidentales en África del este y ataques suicidas dentro de la propia Somalia.
Respecto a esta ultima consideración, de que Al-Shabaab pudiera ser representativo de los intereses somalíes, la respuesta de Amina Mohamed es rotunda.
“…Somalia tiene un gobierno elegido como tal; estamos en Somalia legalmente y lo haremos hasta que sea estable y segura; la zona fronteriza en la que operamos es mucho más segura hoy en día de lo que lo ha sido en los últimos veinte años; la parte de Somalia en la que estamos, está pacificada y hay una autoridad local…”
En este link se accede a la entrevista completa: http://www.youtube.com/watch?v=1MmsS_XPoIM