Una festividad de la mendicidad: los dirigentes mendicantes de África

28/05/2013 | Opinión

En el momento en que estamos redactando este documento, miércoles 15 de mayo de 2013, tiene lugar en Bruselas una conferencia de donantes para el desarrollo de Malí. Organizada por Francia y la Unión Europea, esta ceremonia de petición de limosna reúne a jefes de Estado y Gobierno entre los cuales el presidente normal François Hollande y nuestro muy querido y clemente presidente portador de bufanda blanca, Dioncounda Traoré. Este último, visiblemente a gusto en su papel de dirigente mendicante, ha expresado por voz de su ministro de finanzas, Tiénan Coulibaly, que las necesidades de ayuda a Malí (revisadas al alza) equivaldrían a unos 1.286 millones de francos. Esta suma en donaciones es la parte que falta en un Plan de necesidad global, agárrense bien, que se elevaría a cerca de 2.800 millones, según el mejor en matemáticas de sus ministros malienses.

Que estén en un periodo normal o de crisis, los dirigentes africanos parecen sentirse cómodos con la práctica de la mendicidad con sus homólogos occidentales. Desde la accesión de los países africanos a “la independencia”, hasta este festival de la mendicidad para Malí, ¿alguna vez hubo un dirigente africano que pudiese alimentar y cuidar de su pueblo sin recibir la ayuda de países extranjeros?

Nuestros jefes africanos dejan que su crisis se agrave y hacen de ello su comercio para enriquecerse en nombre de los pueblos cuyas condiciones de vida no paran de deteriorarse. Estos mendigos oficiales que se pueden contemplar en traje y corbata o en bubús bien bordados, sin embargo tienen todos en sus países tierras fértiles (como la cuenca del río Níger en Malí) para cultivar con el fin de asegurar la autosuficiencia alimentaria a sus valientes poblaciones. Hay alrededor de cincuenta países africanos, ayúdenme a nombrar un solo país que haya podido alcanzar con su producción nacional su autosuficiencia alimentaria. Esos dirigentes africanos privan voluntariamente a las poblaciones rurales de inputs agrícolas y de subvenciones que les permitiesen realizar una adecuada explotación de su tierra nutricia. Semejante situación de crisis alimentaria provocada, se convierte entonces en un factor de enriquecimiento para nuestros dirigentes que no tendrán ninguna vergüenza de pedir a menudo ayudas internacionales. Ayudas que no les ayudan de ninguna manera a prescindir de las ayudas.

Esa palabra, mendicante, ¿no es denigrante para personas que están física y mentalmente en buen estado de salud? Por lo menos, los mendigos que no gozan de la totalidad de sus facultades físicas y mentales pueden ser tolerados en su necesidad de mendigar para alimentarse y cuidarse. El mendigo es la persona que pide limosna y caridad.

Cuando grandes personalidades políticas y administrativas de una nación llamada “independiente” se convierten en mendigos crónicos por todo el mundo, nos debemos preocupar por el futuro del continente africano. Ya que a pesar de la obtención ordinaria y extraordinaria de esas colosales donaciones, la cesta del ama de casa no estará más llena: el precio de los productos alimentarios sigue subiendo.

Cuando nuestros presidentes de la República y sus ministros se encuentran alejados de sus lugares favorables de mendicidad, les piden a sus representantes diplomáticos que lo hagan en su lugar. Puesto que un embajador constituye la boca y los ojos de su nación en un país extranjero. De este modo, los presidentes, ministros, embajadores, es decir, los dirigentes africanos, no hacen más que justificar el calificativo de “Dirigentes Mendicantes de África” que le endosan los países donantes. ¿Para cuándo el final del hambre en África? ¿De qué modo los malienses en el extranjero podrían tener consideración de esta situación de mendicidad enfermiza de sus dirigentes?

Lacine Diawara, via maliactu

(Cameroun voice, 17/05/13)

Traducido para Fundación Sur por Juan Carlos Figueira Iglesias.

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